Maniatado dentro de la cajuela de un auto, Luis estaba convencido de que moriría.
Unos minutos antes, estaba en Cuernavaca, afuera de la casa de su pareja esperando a que saliera, aguardaba en su auto cuando otro vehículo se le acercó.
Bajaron dos hombres, le dieron un cristalazo y uno de ellos lo pasó a los asientos traseros mientras el otro arrancó.
“Ahora sí, ya te cargó la verga”, le dijeron, según recuerda.
En entrevista con MILENIO narró que intentó salir, pero no pudo.
Le pegaron con la cacha de una pistola, al mismo tiempo le preguntaron si el auto tenía geolocalizador, y en efecto, no tenía.
“Después me dijeron que si cooperaba no me iba a pasar nada, que tenían mis datos y que más me valía no decir nada”, señaló.
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Le quitaron el cinturón y los tenis, con las agujetas le amarraron las manos, y le pusieron la playera sobre la cabeza para que no viera nada.
Su teléfono comenzó a sonar.
“¿Quién es el que te está llamando?”, preguntaron.
Era su pareja que lo estaba esperando, el teléfono siguió sonando y le dijeron que mandara un mensaje de audio para tranquilizar a la persona.
Luis cuenta que trató de sonar sereno, pero al mismo tiempo mandar un mensaje que diera a entender que “algo no estaba bien”.
El secuestro continuó, en un terreno lo metieron a la cajuela de otro auto.
“Sabía que estábamos ya en la autopista y como tipo boscoso, porque empezaba el frío. Entonces ellos empiezan las negociaciones con mis papás”, recordó Luis.
“Pensaba que a lo mejor no iba a sobrevivir y también pensaba: ojalá que sea rápido en todo caso, para que no sienta”, comentó.
En el trayecto abrieron la cajuela dos veces, una para preguntarle los nips de sus tarjetas bancarias y la otra, para que hablara con sus papás.
¿Qué pasó después de la llamada?
“De repente me sueltan en la carretera y me dicen: no voltees para atrás. Vi que del otro lado de la autopista estaba mi papá. Me atravesé como pude y, ya con él, me informó que los de la Fiscalía habían estado apoyando y que teníamos que ir con ellos para responder unas preguntas”, contó.
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La familia de Luis contactó a la Fiscalía de Morelos por consejo de una abogada, que era la casera de donde vive su pareja.
La Fiscalía no soltó el caso, hasta que detuvieron a la banda.
“Me dijeron entonces que había que dar seguimiento al caso y que venía la parte del juicio, pero que me estarían acompañando para que diera mi declaración. Tenía un poco de miedo, porque pues ¿cómo te vas a encarar con estas personas, no?”, recordó.
“Pero me dio tranquilidad que en estos juicios tienen protección a las víctimas, porque declaras sin que te vean y también distorsionan un poco la voz”, destacó.
Los secuestradores ya están en prisión, y aunque Luis reconoció que no fue fácil testificar, está seguro de haber hecho lo correcto.
“Puedes pensar que si salen va a haber represalias, pero creo que también es responsabilidad de uno decir lo que pasó”, reflexionó.
¿Cuál es el proceso de estas denuncias?
Este tipo de denuncias, al igual que las extorsiones, son canalizadas a la Fiscalía de Investigación de Delitos de Alto Impacto (FIDAI), que en coordinación con la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina ha logrado desmantelar varios grupos criminales dedicados a estos delitos.
Por ejemplo, en Cuautla, llevaron ante un juez a una banda de extorsionadores apodados el “Cártel de Cuautla”, donde sus principales víctimas eran comerciantes del oriente del estado.
Funcionarios de la Fiscalía de Investigación de Delitos de Alto Impacto realizaron un mapa delictivo que permitió ubicar a Cuautla como epicentro de las denuncias, ya que el 80 por ciento de ellas vienen de ese municipio en lo que se refiere al delito de extorsión.
Los trabajos de acercamiento social de la FIDAI han logrado animar a la gente a denunciar.
Mientras que en 2023 se tuvieron 153 denuncias, en 2024 la cifra ya se superan las 250.
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KL