Los basureros a cielo abierto representan un foco de contaminación y enfermedades en México y el resto del mundo.
Sin embargo, existe una alternativa ante esta problemática: el reciclaje energético, un procedimiento en el que se aprovechan residuos no reutilizables como una fuente de energía renovable.
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Para poder realizar lo anterior se requiere que los desechos sean depositados en vertederos, sitios diferentes a los simples tiraderos a cielo abierto.
En México existe un problema: el 87 por ciento de los tiraderos son basureros al aire libre y 13 por ciento restante son rellenos sanitarios, en los cuales pueden encontrarse llantas, maderas, plásticos, entre otros residuos.
Gracias al aprovechamiento de los residuos, un relleno sanitario puede evitar la propagación de infecciones y la generación del gas metano, que es considerado 25 veces más dañino a la atmósfera que el dióxido de carbono.
El reciclaje energético ayuda a transformar todos los residuos en energía limpia, una tendencia que marca la pauta de la sostenibilidad en el planeta al reducir el uso de combustibles fósiles.
El impacto del reciclaje energético es tal que, en países como España, de acuerdo con la Fundación de la Energía en la Comunidad de Madrid, 14 por ciento de los 2 millones de toneladas de residuos plásticos que se producen anualmente en los hogares se podría generar la energía suficiente para abastecer de calefacción a 50 mil viviendas.
Esta tendencia es seguida de cerca en otros países europeos como Suiza, Suecia, Noruega, Países Bajos, Austria y Bélgica, aunque con controles aún más estrictos, pues prohíben tirar en rellenos sanitarios los residuos que contengan poder calorífico aprovechable.
Con ello se ha propiciado el desarrollo de programas de reciclaje que fomentan la construcción de plantas de incineración con recuperación eléctrica y térmica.
En México, un estudio de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) estimó en 2017 que diariamente se generaban más de 102 mil toneladas de residuos, de los cuales el 78.54 por ciento se depositaban en sitios de disposición final y apenas se reciclaban el 9.63 por ciento.
FLC