Se llamaba Hadis Najafi, tenía 20 años y en una de sus últimas imágenes con vida se mesaba la coleta antes de confrontar a las fuerzas de seguridad en Karaj, una ciudad al oeste de Teherán. Su madre compartió un video de la tumba de la joven, tiroteada la noche anterior presuntamente por fuerzas de seguridad a las que el gobierno ha ordenado mano dura contra los “alborotadores”. El resultado es un país que se debate entre sus intereses en seguridad nacional y su negativa a oír el clamor de la calle.
El último informe de la cadena estatal IRIB eleva a 41 el número de muertos en las protestas que se desataron tras la muerte bajo custodia de Mahsa Amini, detenida por la policía de la moral por no llevar una vestimenta acorde con los cánones islámicos. Aunque se han reportado numerosas víctimas de las unidades paramilitares desplegadas para aplacar las manifestaciones, el gobierno destaca a los agentes muertos a manos de individuos supuestamente vinculados a las protestas.
Uno de ellos era Mohammad-Rasoul Doust-Mohammadi, pertenecía a la fuerza voluntaria Basiyí y fue apuñalado en la ciudad oriental de Mashad el miércoles pasado. Según la agencia semioficial Mehr, el presidente Ibrahim Raisi, que vio el estallido social en su país desde Nueva York, donde asistía a la Asamblea General de la ONU, ordenó “lidiar de forma decisiva” con las manifestaciones, que en algunos casos deterioraron en disturbios.
Detienen a 18 periodistas
Asimismo, Irán ha incrementado la presión sobre quienes informaban de las protestas. El Comité para la Protección de los Periodistas ha contabilizado 18 arrestos en una semana. Entre las detenidas se encuentra Nilufar Hamedi, empleada en el periódico Shargh y una de las primeras periodistas que informó desde primera línea del fatal desenlace del coma que había sufrido Mahsa Amini. Junto con ella fue detenida Yalda Moaieri, fotorreportera, y al menos siete mujeres más.
La Unión de los Pueblos Islámicos, una facción reformista, publicó ayer un comunicado en el que “demanda” a las autoridades que “preparen los elementos legales necesarios que abran el camino a la abolición de las leyes obligatorias sobre el velo”. Pero, al mismo tiempo, el sistema insiste en presentar a los manifestantes como amenazas para la seguridad nacional sobre las que hacer caer todo el peso de la ley.
Para el sistema iraní, lo ocurrido estos días es un lamentable suceso explotado por “enemigos” para hacerlo tambalear. Cerca de algunas de las legaciones diplomáticas iraníes se produjeron choques con los antidisturbios. Londres y París fueron el escenario de protestas en las que grupos de exiliados trataron de acercarse a los edificios con pancartas para acabar siendo echados atrás con gas lacrimógeno y porras.