A partir de enero, estará prohibido tirar al bote de basura cáscaras de plátano, huesos de pollo y sobras de verduras con el fin de reducir emisiones de efecto invernadero en California.
Este es el programa de reciclaje obligatorio de residuos de alimentos residenciales más grande del país. El esfuerzo está diseñado para mantener los vertederos del estado más poblado libres de desperdicios de alimentos que dañan la atmósfera a medida que se descomponen.
En Estados Unidos se desperdicia hasta el 40% de los alimentos, según el Departamento de Agricultura.
Cuando los restos de comida y otros materiales orgánicos se descomponen emiten metano, un gas de efecto invernadero más potente y dañino a corto plazo que las emisiones de carbono de los combustibles fósiles.
Para evitar esas emisiones, California planea comenzar a convertir los desechos de alimentos de los residentes en abono o energía, convirtiéndose en el segundo estado en hacerlo después de que Vermont lanzó un programa similar el año pasado.
Las personas en California deberán depositar los residuos de comida a los contenedores de basura orgánica. Luego, los municipios convertirán esos desechos en abono o lo usarán para crear biogás, una fuente de energía similar al gas natural.
A partir de enero, se espera que todas las ciudades y condados que brindan servicios de recolección de residuos cuenten con programas de reciclaje de alimentos, mientras que las tiendas de comestibles deben donar alimentos para evitar el desperdicio.
Sin embargo, Los Ángeles y San Diego tardarán más en implementar el programa pues al ser las regiones más pobladas, será necesario adquirir el equipo necesario.
evr