Por una estancia limpia y ordenada se abre paso a Kevin Araque, en el albergue Constitución de 1917 de la Ciudad de México. Atraviesa el patio hacia los dormitorios y, antes de subir las escaleras, observa a hombres de diferentes nacionalidades que se aferran a sus teléfonos celulares con la ilusión de tener noticias sobre el día y la hora en la que se dará una reunión. La cita que marcará su vida.
No esperan un encuentro romántico, sino una entrevista para pedir asilo en Estados Unidos por la principal vía legal, que se da a través de una aplicación móvil llamada CBP One.
La herramienta otorga alrededor de mil 450 citas al día para decenas de miles de pretendientes de hallar alivio a sus penas en el territorio que funciona como promesa y refugio: la Unión Americana. Hay que tener paciencia, o suerte. O quién sabe qué.
“Yo la consulto todos los días, pero no he tenido suerte”, afirma este ecuatoriano de 26 años que salió de su país en octubre pasado para huir del infierno que vive allá; uno que ha sido provocado, en parte, por los cárteles mexicanos de la extorsión y la droga.
Las condiciones económicas de Ecuador tras la pandemia, aunada al incremento de pandillas locales y la llegada de los cárteles Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, han provocado por estas fechas una migración masiva.
Sobre el creciente volumen del paso de ese éxodo por México a partir de 2019, concuerdan casi todos los protagonistas: desde periodistas locales a activistas; de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) a la Secretaría de Gobernación mexicana y, por supuesto, las víctimas como Kevin Araque que empezaron a ver en la migración una salida.
La Unidad de Política Migratoria del gobierno mexicano detalla cifras que muestran la dimensión de la estampida: de 260 ecuatorianos capturados en 2019, la diáspora pasó a 50 mil 378 en 2023. La escalada de procesos migratorios en los años intermedios evolucionó de 390 en 2020, mil 384 en 2021 y 22 mil 98 en 2022.
Esta oleada convirtió a Ecuador en el tercer bloque de ciudadanía con mayores detenciones en México. En 2023 sólo fue superado por Venezuela con 96 mil 223, y Honduras con 71 mil 860. Hace apenas cinco años, estaba en el lugar 20 y una década atrás en el 22.
Y aunque las medidas de contención tomadas en territorio mexicano desaceleraron la marcha sudamericana hacia Estados Unidos, registros de ICE indican que en 2023 fueron detenidos 104 mil ecuatorianos en la frontera, mientras que en 2019 sumaban apenas 15 mil. Un flujo que se multiplicó por siete.
El odiado nuevo visado
El salto abrupto de la cuenta mexicana es mayor que la estadunidense porque desde septiembre de 2021, México impuso un visado especial que convirtió a los ecuatorianos en blanco de persecución del Instituto Nacional de Migración (INM).
Antes, simplemente tomaban un vuelo a Cancún o Ciudad de México y desde ahí se movilizaban; ahora, caminan con sigilo o esperan por la cita del CBP One. Algunos en albergues; otros, en campamentos improvisados o intentan cruzar a Estados Unidos sin documentos porque temen ser rechazados si solicitan asilo y tiemblan de pensar en volver a Ecuador.
En el país andino la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes pasó de seis a 46 en los últimos cinco años.
“Salí a estudiar con una beca a Rusia en 2014 y cuando regresé, cinco años después, era otro país”, recuerda en entrevista con MILENIO. “Antes se podía salir con tranquilidad, no había tanta delincuencia o si la había no llegaba a los asesinatos… ¡o la vacuna [extorsión] a todos los negocios hasta a los que venden helados en la calle!”
Kevin Araque está sentado al borde de una litera en “La Casita” (como llama al albergue). Mientras otros migrantes duermen la siesta, él busca distraerse con alguna lectura. Más tarde irá a la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, donde encontrará la paz que no tienen sus padres en Loja, su ciudad natal.
“Aquí he recibido ayuda de profesionales y siento mucha estabilidad emocional”, resume sobre su estancia en el albergue de la capital mexicana, donde lleva cuatro meses.
El albergue Constitución de 1917 es uno de los espacios que la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) reconoce oficialmente y que eventualmente apoya con recursos. En la Ciudad de México, avala a siete; cuatro en Chiapas; tres en cada uno de los siguientes estados: Jalisco, Nuevo León, Querétaro y Tamaulipas; dos en Guanajuato y uno en Tabasco.
“Se ha vuelto muy complicado ayudar a los migrantes desde que se redujo en este sexenio el apoyo del gobierno federal”, destaca Jesús Daniel Sandoval, uno de los directivos de Constitución de 1917.
Ahora se las apañan con la solidaridad de Acnur en especie (camas, cobijas, colchones, cobijas); de la Organización Internacional para las Migraciones que apoya con artículos de limpieza como jabón, detergente, desodorante; algo que da el Gobierno de la Ciudad de México; la solidaridad de organizaciones civiles de caridad y hasta del buen corazón de los vecinos.
“Tal como están las cosas podemos solo atender a unas mil 500 personas al año”, dice Sandoval, quien reconoce que cada vez hay más migración ecuatoriana en busca de un remanso.
Ecuador ha experimentado otras migraciones mucho más añejas, de al menos dos décadas pero hacia el Viejo Continente, específicamente a España. Si bien en 2022, según la empresa Statista, había unos 120 mil inmigrantes de ese país sudamericano, otras fuentes calculan que esa población en territorio español suma 430 mil personas.
Italia también recibió parte de ese éxodo del país andino, hay informes que hablan de unos 130 mil ecuatorianos, asentados sobre todo en la zona del norte industrial.
Empezar de cero
Kevin Araque tuvo suerte de encontrar espacio en el albergue ubicado en Iztapalapa. Supo de su existencia por otros viajeros clandestinos que conoció en el camino, deslizándose entre matorrales y autobuses desde Tapachula, y ahí ha permanecido porque no es una carga: encontró pronto trabajo haciendo publicidad para una escuela, reparte en la calle volantes y da información sobre el centro educativo mientras piensa en su propia formación.
Habla y escribe con soltura ruso, inglés y español. Tiene una licenciatura en Administración Estatal y Municipal y dos carreras más en el área de cosmetología. "¡Tiene tanto que aportar!", piensa considerando sus habilidades y formación.
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Obviamente está sobrecalificado para su trabajo coyuntural en Iztapalapa, pero es lo que hay por ahora, es una etapa. Respira, intenta ocupar su mente. Sus padres están contentos con la decisión que tomó de poner pies en polvorosa hacia Estados Unidos, aunque nadie de su familia había emigrado anteriormente.
Los ecuatorianos no han sido de migraciones voluminosas, salvo en dos ocasiones previas por crisis económicas en los años sesenta y noventa del siglo pasado y esta última por la inseguridad que incluye las masacres, las vacunas, los muertos a diestra y siniestra y el cinismo de los criminales.
El 9 de enero pasado la situación llegó al punto de que se metieron al canal TC Televisión unos 10 encapuchados armados con armas de grueso calibre y explosivos, que tomaron rehenes en uno de los momentos climáticos del descontrol que los periodistas veían venir desde el 2018.
Bessy Granja, periodista de TV Ecuavisa, con sede en Guayaquil, el principal centro de operaciones de los cárteles mexicanos, narra a MILENIO que los comunicadores comenzaron a oler la podredumbre ese año por las masacres carcelarias que poco a poco fueron en aumento.
“Cuando nos dimos cuenta de la dimensión, llegamos a contabilizar más de 500 asesinados”, calcula.
Al igual que en las zonas controladas por las organizaciones criminales en México, en Ecuador estas utilizaron a las pandillas (Los Choneros, Los Lobos, Los Lagartos, entre otros) para ganar territorios. Fincadas en la pobreza, engrosaron sus filas con muchachos sin estudio ni trabajo que se volvieron líderes y terminaron en prisión.
Las cabecillas máximas de los pandilleros están en las cárceles. Impunes, montaron los sistemas de economía ilegal y violencia que se recrudecieron cuando asesinaron al máximo líder de esas organizaciones en las cárceles, Jorge Luis Zambrano Rasquiña.
“Todos empezaron a querer parte del pastel”, detalla Granja.
Las rebanadas más grandes tienen que ver con la vacunación, que va de los 50 centavos a los miles de dólares, según sea el negocio, así como la venta y tráfico de droga principalmente en los puertos, para la exportación de la mercancía hacia Estados Unidos. Ya no es desde Michoacán, Guerrero o Sinaloa, sino desde Guayaquil.
“Todavía en 2019 y hasta el 2021 el discurso del gobierno era que se estaban matando entre ellos y los periodistas les decíamos no, no, hasta que ya no pudieron decirlo más”, recuerda Granja. “Este año mataron a un niño de 11 años, ¡11 años! Acribillado”.
¿En Guanajuato? No: en Manta.
En la ciudad ecuatoriana de Manta, sicarios entraron a la iglesia para matar a un hombre y el muchachito estaba en medio. ¡Zaz!: le plantaron 38 disparos.
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Quedó tan desfigurado que ni siquiera los padres pudieron reconocerlo como la víctima mortal número 314 de la ciudad y la 933 de la provincia (estado), incluyendo la del alcalde Agustín Intriago, un popular y joven futbolista, cuyo asesinato sacudió al país en julio pasado.
Sortear la pesadilla del Darién
Tres meses después de la muerte de ese munícipe, Kevin Araque habló con la familia y les dijo que se iría de Loja, donde ya empezaban a contarse atrocidades similares.
Sangre llama sangre y él ya tenía bastante con la violencia laboral, un acoso sexual y desempleo por razones de identidad de género. Aún así resistió hasta lo último.
Escribió una carta a Guillermo Lasso Mendoza y fue a la capital Quito a entregársela, pero el presidente estaba en otras cosas, de planes con su homólogo estadunidense Joe Biden para diseñar una migración “ordenada y segura”.
En tanto, el Darién se fue pintando de ecuatorianos en alerta roja. Esta región selvática y pantanosa entre Colombia y Panamá pasó de ser conocida como Patrimonio de la Humanidad a la mala fama por el cobro de vidas a la migración sudamericana más pobre. Ríos caudalosos, lluvias descontroladas, hormigas paraponeras, jaguares hambrientos, mafias… todo ello se volvió una pesadilla de día y de noche para quienes la atraviesan.
“En 2020 hubo un disparo de la migración y desde entonces tenemos cifras muy similares a la migración económica del año 2000, cuando Ecuador se dolarizó por la crisis económica, la gente perdió todos sus ahorros y se fueron muchos a Estados Unidos, a España e Italia: alrededor de 100 mil ecuatorianos por año”, destaca la periodista Granja.
“Cuando fuimos al Darién nos enfrentamos a grupos familiares: papá, mamá, niños. Nos decían ‘es que me están vacunando, me piden 5 mil dólares, me van a secuestrar, mi hija denunció en la fiscalía y ahora nos quiere matar"'.
La decisión del camino hacia el norte en tiempos recientes se explica no sólo por la posibilidad de asilo, sino porque desde el 19 de octubre de 2023 el Departamento de Seguridad Interior estadunidense cuenta con un programa que facilita la inmigración legal para los familiares de ecuatorianos establecidos de manera permanente.
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Un estudio sobre la migración ecuatoriana hacia Estados Unidos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) explica que el primer gran flujo en los años sesenta derivó del declive del mercado del sombrero Panama Hat, que dejó de usarse por esas fechas y era un producto de exportación clave para las zonas rurales de Ecuador.
Así, los hombres se fueron y luego los alcanzaron las mujeres. Y se formaron las primeras redes de apoyo. Actualmente se calcula que hay poco más de 481 mil ecuatorianos en la Unión Americana, el 2.7 por ciento de la población del país andino, que suma 17.8 millones de habitantes.
Desde que México puso el requisito de visa, a los ecuatorianos sólo les queda el Darién… o un vuelo a El Salvador y de ahí por tierra, como hizo Kevin Araque con una deuda que se echó a cuestas para librar el mortal paso por la selva de Panamá.
No olvida ese débito por cubrir y otro que tienen sus padres. Por eso a veces se siente frustrado: el dinero del volanteo por Iztapalapa apenas le da para comer.
“Si no tuviera el albergue para vivir sería muy difícil”, reconoce.
Así que no puede hacer mucho más por ahora, sino entregarse a la fe. Rezar por seguir sano: hace poco le dio neumonía y ni siquiera podía caminar para ir al trabajo. Rezar porque a sus padres no se vuelvan “víctimas colaterales”. Rezar en la iglesia o leer la Biblia en la Constitución de 1917, cuando el silencio toca todo a la espera de la cita del CBP One.
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