El show debe seguir, y la obra no puede parar... en la construcción.
Por eso todas aquellas personas que se dedican al noble oficio de la albañilería festejaron ayer el Día de la Santa Cruz, con cuchara y nivel en mano.
Santos Ávila Méndez y Guadalupe Iracheta, ambos maestros albañiles, estuvieron ayer muy activos todo el día, la con esperanza de que al terminar los festejaran en casa.
“Hasta ahorita no nos han festejado, pero llegando a casa ojalá nos festejen, con una chuletita y algo para refrescarnos, que no falle”, dijo Ávila Méndez.
Ambos tienen más de 30 años de experiencia como trabajadores de la construcción, y actualmente son casi los albañiles oficiales en la colonia Roble San Nicolás, La Nogalera y aledañas, donde han trabajado en diversas construcciones y remodelaciones por más de 20 años.
“Ya todos me conocen por aquí. Me conocen más que en mi colonia porque tenemos muchos años, nos vamos pasando de una casa a otra, haciendo de todo, remodelaciones, banquetas, de todo”, comentó Ávila Méndez.
Pero ser albañil no es tan simple, porque hay que saber manejar la cuchara mejor que un chef, calcular las porciones para fraguar cemento mejor que un pastelero, tener la resistencia de un atleta para palear y cargar bultos todo el día, y ser casi un artista con el pulidor, y sobre todo, tener resistencia para soportar el sol durante toda la jornada.
“Sí se asolea uno y es un muy complicado trabajar bajo el sol, pero echándole ganas se hace lo que se pueda, aunque para la tarde ya andamos que no podemos, ya nomás queremos llegar a la casa, a darnos un baño, cenar y dormir”, agregó el maestro albañil sobre el oficio que le tocó aprender y desarrollar desde joven.
Hay que disfrutar el oficio, porque ellos construyen el futuro. Seguramente muchas de las casas donde trabajan estos hombres y hasta mujeres estarán aún de pie dentro de un siglo o más, por eso las hacen con toda la mano, como dicen ellos mismos.
“La recompensa llegará puntual el sabadito”, dice por su parte Guadalupe Iracheta.
“A mí me gusta esto, y lo que más me gusta son los sabaditos, porque ese día pagan... y me puedo comprar un caguamón”, comentó con una enorme sonrisa, quizá saboreando de antemano el sabor de la cerveza.
Porque todo buen albañil, dijeron, sabe que “para que no se caiga la obra” hay que sazonarla con una buena cervecita.