Son las 19:00 horas, y de uno a uno van llegando personas en situación de calle por la avenida Camerino Mendoza, algunos a paso veloz entran otros más, lo hacen lentamente, como el caso de Gerardo, quien sabe que comerá y dormirá esta noche, así como durante las demás de invierno que se esperan en Pachuca.
Asegura que el trato es amable, además agradecen que hayan puesto una vez más el refugio Invernal, “y pues nos dan un lugar para dormir, nos dan comida y también nos dan un almuerzo. Yo me siento muy a gusto, le doy gracias a Dios por este apoyo, porque lo poco o mucho que nos dan se agradece de corazón”, expone.
Dice que él tiene una familia, “pero no me aprecian porque me abandonaron ya que tengo vicios y también a las calles, pero se entiende”, expresa, mientras acomoda su gorra para entrar a este sitio, en donde los registran, les toman la temperatura y les hacen lavar las manos antes de ingerir los alimentos que se dan en platos y vasos de plástico reutilizables.
Ahí, mientras los revisan, platican entre ellos, algunos se han hecho amigos, otros solo se saludan y van solo a dormir, todo se hace con respeto y evitan el paso a personas ajenas a este programa por respeto a quienes acuden al lugar.
A lo lejos, también llega Juan, un hombre que cuenta su historia antes de entrar a este sitio, y asegura que a veces la vida pone piedras, pero es importante saberlas alejar.
“Desde el segundo día que lo abrieron me quedé en este lugar, porque me siento protegido y es maravilloso lo que hacen ahí adentro, porque nos tratan mejor que en otros lugares, que en nuestra propia casa”, dice.
Él es de un municipio cercano a Pachuca, y desde hace trece años no ha regresado a lo que fue su hogar, pero agradece no tener vicios como el alcohol o el cigarro, y solo espera a que llegue enero para poder tener la oportunidad de irse a trabajar a Estados Unidos, en donde se va a los cultivos a “ganarme unas monedas”.
Dice que es complicado convivir con otras personas en su condición, “ya que la mayoría toma, por lo que me aíslo”, pero a pesar de ello, cuando puede, también los ayuda a comprarles algo de comer o agua, porque sabe lo difícil que es vivir en esa situación.
“Para mí es de agradecer, es maravilloso que la gente que está allá adentro esperándonos, deje a su familia, a sus hijos, el control de la televisión por venirnos a ayudar, eso no se paga con nada y sé que Dios no nos deja solos aún en situaciones difíciles”, concluye.