Ángel Santiago Vargas Uribe, es el sacerdote que buscó con desesperación entre los escombros, a los que estaban con él en misa, cuando se desplomó la parroquia "La Santa Cruz".
Un hombre de carácter, directo al hablar, crítico cuando las cosas que afectan a la sociedad se hacen mal, muy conocido en el municipio de Altamira, pues durante 9 años estuvo al frente de la parroquia Santiago Apóstol.
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Tiene 50 años, es originario de Tampico y en 1987 ingresó al seminario menor, estudió la licenciatura de Licenciado en Filosofía egresado del IEST, el 19 de marzo de 1996 se ordenó como sacerdote en la catedral de la ciudad.
Fue vicario en la parroquia de "Nuestra Señora de Guadalupe" en Mante y coordinador del curso de introductorio del seminario en ese municipio.
También estudió la licenciatura en Derecho Canónico, en la Universidad Gregoriana, en Roma, Italia, fue prefecto de teología del seminario, juez del Tribunal Eclesiástico párroco en la iglesia María Auxiliadora en Tampico, en el 2011 fue enviado a la parroquia de Santiago Apóstol en Altamira, donde se volvió un líder de opinión importante, "en la homilía de la misa a veces tocaba problemas enfrentaba la ciudad, las fugas de Comapa, el problema con el transporte público, la violencia familiar o lo que dejaban de hacer las autoridades", dijo Valentín, que por varios años fue a la misa que oficiaba el padre Ángel, en el templo ubicado en el centro de Altamira.
Al sacerdote le tocó ser la voz del decanato de Altamira, para denunciar de forma pública que el padre Oscar López, que en ese entonces estaba designado en la parroquia San José Obrero en la colonia Miramar, había sido secuestrado.
Se le reconoce su visión para hacer crecer la infraestructura de la parroquia Santiago Apóstol, dónde apoyo la confirmación del coro de niños.
Amigo de algunos políticos de la ciudad, pero también líder espiritual de muchos jóvenes.
Fue asesor del Movimiento Familiar Cristiano y Ecónomo Diocesano, en el 2020 dejó la parroquia Santiago Apóstol para llegar a "La Santa Cruz", de Ciudad Madero, donde este domingo el templo de desplomó, razón por la que 11 personas perdieron la vida y 60 más resultaron lesionadas.
El sacerdote buscó entre los escombros a las víctimas, no se movió del lugar hasta que se encontró el último cuerpo.
Al final del retiro de los bloques de concreto, el padre entró a lo que era su parroquia y se hincó en medio de todo.
SJHN