La inseguridad provocó que comerciantes y locatarios salieran a las calles a manifestarse, pero las balas los hicieron enmudecer. Y es que algunos habitantes del municipio de Celaya prefieren bajar la mirada al piso y no hablar con nadie tras los ataques armados que le arrebataron la vida a cuatro personas y a una más la dejó lesionada.
En la calle Zirahuén de la colonia Lagos de Celaya hay más de 10 comercios, pero desde ayer la mayoría han cerrado, ni la rosticería, la tienda y mucho menos la tortillería donde asesinaron a Virginia, Linda y Cecilia abrieron.
Los pocos que deciden hablar lo hacen con miedo y sólo bajo la condición del anonimato. Dicen sentirse hartos de la violencia, también rezan y elevan oraciones por el descanso de las dos empleadas y la dueña de la tortillería que fueron acribilladas.
"Cómo la hemos visto y como la estamos viviendo. Ya todos tenemos miedo en salir. Según se dice, a ellos ya les habían avisado. Desde el sábado empezaron a cerrar los locales, dicen que también fue por la manifestación que fueron a hacer en Presidencia pero yo digo que no es cierto porque desde antes les habían mandado anuncios", dice una de las vecinas.
En la colonia hay más de tres tortillerías, un par de cuadras las separa una de la otra y todas están cerradas, lo mismo pasa con algunas tiendas y carnicerías.
“Muchos a lo mejor pensaron que no pasaba nada pero... Yo creo que sí se van a cerrar más negocios, porque siguen llegando más advertencias. Ahora creo que ya van con las tiendas y papelerías y si no hacen nada van a seguir cerrando", comentó otra mujer.
A decir de quienes viven en una de las colonias considerada “peligrosa” por las autoridades, lo que ocurrió la tarde del lunes no había pasado jamás. Reconocen que sí había robos, y hasta balazos pero nunca habían llegado hombres armados a bordo de una motocicleta para matar a tres mujeres que vendían tortillas y masa.
"Ya tenían años trabajando ahí. Años… una de ellas vivía por la Escuadrón y la otra muchacha venía de Cortázar y traía a sus hijos porque no tenía donde cuidarlos ayer sus hijos vieron. Nosotros escuchamos. Dicen que se bajaron de una moto y fueron directos hacia ellos. Fue también la mera dueña y las dos empleadas las que estaban ahí”, dice un vecino más.
Lo que pasó en la calle Zirahuén ha encendido un foco de alerta para otros vecinos, incluso algunos que tienen familiares que son empleados y atienden este tipo de comercios.
“Mi hermana trabaja en una tortillería y me dice que siguen abriendo en donde trabaja y yo le dije: deja que ellos sigan abriendo… tú ya no vayas porque se están yendo contra ustedes”, dijo una mujer.
Poco a poco algunas calles se quedan solitarias, pues los negocios cierran y algunas de las personas prefieren no salir por temor a ser víctimas de la inseguridad: ya sea una bala perdida, o involuntarios testigos de la fatalidad.