Celebración del Día de Muertos llena de vida el Panteón Civil de Iztapalapa

Desde flores y papel picado, hasta asador y mariachis: así celebran los iztapalapenses a sus fieles difuntos.

Así celebran los iztapalapenses el Día de Muertos. (Diseño: Oscar Ávila)
Estefania Hernández
Ciudad de México /

El Día de Muertos es una de las celebraciones por las que el mundo conoce a México, y dentro de la demarcación más grande de la capital, se encuentra el Panteón Civil San Nicolas Tolentino, en el corazón de Iztapalapa.

El 2 de noviembre es el día en el que las personas fallecidas regresan a la vida, aunque realmente nunca se van. Con guitarras, sombreros, comida y música llegan los iztapalapenses para visitar a sus seres queridos.

A pesar del frío, el lugar está lleno: desde personas platicando a solas con las tumbas de sus difuntos, hasta familias completas con menores cantando y bailando. Incluso hay algunas que llevan un asador, un comal y preparan sus tacos, acompañados de aguas de sabor, cervezas y hasta micheladas.

Los familiares adornan las tumbas para Día de Muertos. (Especial)

Debido al gran número de asistentes, los oficiales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) implementaron un dispositivo de seguridad y vialidad en el lugar, ubicado en Avenida San Lorenzo y Avenida del Panteón, de la alcaldía Iztapalapa.

Fuera, los policías adornan la calle, pero dentro, el cálido naranja de las flores de cempasúchil contrarresta el gris de la tierra y las piedras de las tumbas; el papel picado llena de colores un nublado jueves y las risas de todas las personas inundan el cementerio.

Costumbres del Día de Muertos que se han mantenido a través de los años

En este día, padres, madres, hermanos, hijos, parejas y familiares en general, vivos y muertos, se reúnen cada año desde los tiempos prehispánicos. 

El Día de Muertos, dentro de la cosmovisión indígena, significa el retorno de transitorio de las ánimas o almas de los difuntos.

En aquella época, varias civilizaciones, como la mexica, maya, purépecha, totonaca y otras, veneraban a sus muertos al final del ciclo agrícola del maíz con distintos rituales. 

Dichas costumbres se han mantenido hasta el día de hoy, aunque se han transformado a través del tiempo y adaptado a las particularidades de cada familia.

Corazones y cruces con rosas adornan cada lugar. Las tumbas de los niños y niñas resaltan dentro de todas, ya que son las más coloridas, llenas de juguetes, dulces e incluso peluches.

También hay tumbas de niños y niñas en el Panteón Civil. (Especial)

Aunque pocas, también hay tumbas abandonadas, llenas de polvo, telarañas y hojas secas que caen de los árboles. Tal es el caso de Clemente Guerrero, vecino del difunto padre de Luz Arteaga, quien falleció en 1997 y que nunca visita nadie, de acuerdo con ella.

Aquella sepultura resalta por el color rojizo del óxido en el epitafio, cuya figura de corazón se deformó con el tiempo. Entre los azulejos azules y blancos, se hallaba una cruz vacía, que este año Luz llenó con las flores naranjas características de la festividad.

Tumba de Clemente Guerrero, fallecido en 1997. (Facebook)

A pesar de la emoción y la unión de las familias, la tristeza también ronda el lugar. Entre las risas y los cantos, se cuelan un par de lágrimas que obligan a las personas a abrazarse entre sí y guardar silencio.

Y aunque la ofrenda solo dura un par de días, el recuerdo de los fieles difuntos se mantiene presente por siempre en las mentes y corazones de todas las familias iztapalapenses.


EHR

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