El 13 de mayo de 2021 quedó marcado para siempre en la memoria y corazón de Berenice, pues ese día por orden de una juez sus hijos volvieron a Europa con su agresor, a pesar de que ella tiene la guarda y custodia provisional de los niños.
"Señora, si quiere pasar con los niños y explicarles que se van a ir con su papá de una forma pasiva porque no queremos que lloren", le dijo una juez a Berenice. Ella respiró, tomó fuerza, salió a la sala de espera del Juzgado Séptimo Familiar y con un nudo en la garganta les explicó que tenían que regresarse con su padre.
"¿Cuántos años van a pasar para que yo pueda decidir?", decía en sollozos el más pequeño."¡A mí no me preguntaron si quería estar contigo!", gritaba el más grande. Los niños no podían contener el llanto y no querían abandonar a su mamá.
Ante el alboroto de los menores, la policía sacó a Berenice del juzgado, sin permitirle tener los documentos para meter un amparo y evitar que los menores fueran restituidos a su ex pareja, Raúl Valentín.
Además, la jueza séptima de los familiar no le quiso entregar las copias de la sentencia. Para otorgárselas, le solicitó a Berenice un recibo de pago y ni siquiera le permitieron tomarle foto al acta de sentencia, mientras que a todos los demás les entregaron copias simples sin ningún costo y tuvieron acceso al acta.
Ese mismo día, por orden de la jueza séptima de lo familiar, Margarita Gallegos, la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Instituto Nacional de Migración emitieron un salvoconducto para que los niños fueran repatriados a Alemania.
“Todo estaba planeado desde el principio, los mismos policías que acompañaban a los niños antes de iniciar la audiencia regresaron a las 2:50 de la tarde, dijeron que la cita era a las 3, ellos ya sabían que tenían que regresar porque iban a tener que acompañar a los niños con Raúl”, contó Berenice a MILENIO.
Decepcionada y con el corazón hecho pedazos, Berenice tuvo que regresar a su casa con la incertidumbre de no saber el paradero de sus hijos; ese día no pudo dormir, lo único que tenía claro es que debía exigir justicia para que sus hijos volvieran con ella.
“No puede ser que en algo tan importante del que dependen dos vidas y donde hay antecedentes ante el Ministerio Público de violencia familiar y de género una juez lo pase por desapercibido que a una persona así le entreguen a dos menores, lo que quiero es justicia para una persona que realmente tiene las manos atadas”, denunció.
Debido a que los menores cuentan con doble nacionalidad: mexicana y alemana, el padre de los niños, Raúl “N” solicitó a la Interpol la restitución de dos ciudadanos alemanes, ya que “estaban privados de su libertad por su madre” en México.
Los menores fueron trasladados al Juzgado Séptimo de lo Familiar, en ese lugar le notificaron a Berenice que debía firmar un documento emitido en marzo, al no firmar el documento sus hijos fueron resguardados en una casa cuna del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF Nacional).
"¿Mamá ya nos vamos hoy a la casa?", era la primera pregunta que el hijo mayor de Berenice le hacía todos los días que los visitó en el DIF, ahí tenía derecho a estar con ellos durante una hora. Durante ese tiempo, Raúl no se presentó a las visitas de manera presencial, siempre fueron a través de videollamada.
Inicio del calvario
El proceso de restitución tuvo muchas irregularidades: nunca recibió la notificación del proceso, no le querían entregar el expediente para que ella pudiera responder conforme a derecho.
“No recibimos la notificación y se tuvieron que llegar a las instancias de que la Interpol llegará por los niños, no le otorgaban el archivo a mi abogada, tuve que solicitarlo yo, el archivo lo tenía la proyectista, es decir, ellos ya tenían el archivo en sentencia y todavía estaba yo en tiempo para contestar, para ellos desde ese momento era claro que los niños iban a tener que regresar a Alemania sin importar las pruebas que presentara”, señaló.
Además, durante la audiencia la jueza Margarita Gallegos no le permitió presentar pruebas testimoniales, y periciales psicológicas a pesar de que ella tenía una orden de restricción contra Raúl “N” por violencia.
Berenice salió legalmente de Alemania con sus dos hijos con la autorización de su ex pareja Raúl “N”, él les entregó sus pasaportes; salieron del aeropuerto internacional, pasaron aduanas y migración sin problema alguno.
De acuerdo con Berenice, Raúl siempre tuvo conocimiento sobre el paradero de los menores, pues el plan original era que todos viajaran juntos a México, pero a él le salió un viaje de negocios por lo que Berenice viajó sola con los niños.
“Le pedí que nos viniéramos a vivir a México que lo intentáramos que si él es una persona muy preparada y profesional que tiene muy buen sueldo en Alemania seguramente aquí tendríamos una mejor calidad de vida, él accedió y dijo que me adelantara porque le salió un viaje de negocios a China, me adelanté con los niños como lo acordamos él me dio los pasaportes “, detalló.
Ella decidió quedarse en México para iniciar una nueva vida lejos de la violencia que sufrían, pues el padre de los menores los tenía tan vigilados que no les permitía salir de su casa. Al estar establecida en la Ciudad de México, Berenice buscó un abogado para hacer todo conforme a la ley y en abril de 2020 el Juzgado 36 Familiar de la CdMx le otorgó la guarda y custodia provisional de los dos niños, lo cual quedó asentado en el expediente 475/2020.
Del mismo modo, interpuso una demanda penal por acoso ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México contra Raúl, ya que la violentaba a través de mensajes, fotos, e incluso en una ocasión la siguió en su coche y le apuntó con un arma.
"Por la avenida Ermita se me emparejó con su carro, me amenazó con una pistola me dijo que o regresaba a Alemania con los niños o me iba a morir", comentó.
Jaula de oro
La pareja se conoció en Puebla, después de un noviazgo de larga distancia se casaron en Rumania en el 2006, el matrimonio quedó registrado en Alemania y México. En 2012, Berenice dio a luz a Alexander, su primer hijo. Ese mismo año, los conflictos aparecieron pues Raúl se sintió desplazado por la llegada de un nuevo integrante a la familia.
“Cuando nació mi primer bebé en el 2012, las cosas empezaron a ser difíciles entre nosotros porque él se sintió desplazado, me expresaba que estaba en segundo plano en mi vida, era una época muy difícil para mí porque me sentía muy desprotegida porque no sentía el apoyo de mi pareja”, relató.
La situación entre ellos se agravó con la llegada de Maximiliam, su segundo bebé en 2013, pues cada vez era más frecuente la actitud agresiva y posesiva de Raúl; no permitía que Berenice hablara en una conversación, él siempre respondía por ella o la interrumpía. Tampoco permitió que trabajara, él tenía el control absoluto del dinero.
“Él empezó a ser agresivo ahora me doy cuenta de que era agresión psicológica, obviamente en ese momento no lo sabía, después de 13 años veo muchas señales: cuando nos veíamos con compañeros o amigos y me preguntaban algo él me interrumpía de inmediato y respondía. Él no me permitía trabajar, tenía control absoluto del dinero, cuando yo pensaba en comprar ropa u otras cosas más allá de alimentos, le tenía que consultar, para que se pudiera comprar”, narró.
Raúl también le tenía controladas visitas; instaló en su casa cámaras de vigilancia y sensores de movimiento en todas las ventanas y puertas, que a través del interfón le notificaba directamente a su teléfono.
“Él recibía los mensajes cada vez que se abría una ventana o una puerta también de la puerta principal, en varias ocasiones cuando conocidos me iban a buscar a la casa, él me negaba; era prácticamente una jaula de oro, tenía relativamente todo lo necesario, pero no tenía libertad ni mis hijos tampoco”, refirió.
Además, constantemente los papás de Raúl menospreciaban a Berenice por ser mexicana; las faltas de respeto y consideración hacia ella no eran raras; cada vez que los visitaban no respetaban su privacidad: llegaban y cambiaban las cosas a su gusto.
“Se quedaban en la casa por largas temporadas, la señora llegaba y cambiaba las cosas de la cocina, incluso en el baño en el que yo estaba bañándome, ahí se metía la señora hacer del baño, el papá ponía cuadros sin mi consentimiento, era prácticamente más casa de ellos que mi casa, eran los papás, Raúl y yo era la que estaba extra y los niños pues estaban muy pequeñitos; siempre me hacían menos porque yo era de México”, dijo.
Aunado a esto, Berenice no se podía comunicar libremente con su familia, pues era motivo de discusiones con su pareja, cuando quería hablar con ellos se tenía que despertar a las 5:00 de la mañana, encerrarse en el baño del sótano y pegarse a la ventana para tener señal y así poder conversar con ellos.
Prácticamente su vida y la de sus hijos estaba totalmente controlada, no tenía un espacio, ni un margen de tiempo donde pudiera ir a levantar una denuncia, pues, aunque hablaba el idioma estaba en un país extraño, no sabía dónde denunciar y debido a las influencias de su ex pareja temía pedir ayuda a una persona equivocada.
Estas situaciones orillaron a Berenice a tratar de salvar la relación, primero le sugirió tomar terapia de pareja para solucionar sus conflictos, él no aceptó argumentando que sus problemas eran porque a ella le “faltaba educarse”.
Al estar en México, Berenice sintió que su país la protegería y le brindaría la ayuda necesaria para salir del círculo de violencia en la que llevaba años y que estaba arrastrando a sus hijos.
RLO