Francisco Javier Saldaña López, con más de siete décadas de vida, sirvió como bomberos desde los años 60s, siendo su principal reto, la tragedia en refinería Madero que acabó con la vida de muchos trabajadores.
Cuando apenas era muy joven, le tocó ver las agresivas llamas que prácticamente calcinaron cuerpos humanos, inclusive chapapote hirviendo cayó sobre muchos que no pudieron salir con vida. Incluyendo los bomberos tuvieron que salir al ya no poder hacer nada y resguardar su integridad.
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Después de un sin fin de anécdotas de incendios, capturas de cocodrilos, vivirás, animales salvajes, fugas de gas, accidentes automovilísticos, control de abejas, entre otras cuestiones, su vida ha dado un giro inesperado, ya que a seis años de su retiro, le han cortado su pierna y por otros padecimientos ha quedado postrado en cama.
“Para ser bombero tienes que poner la vida del prójimo antes que la tuya, tu eres su esperanza de vida en medio de una contingencia. Si entras a un incendio pensando que algo te puede pasar, no vas a poder ayudar a nadie, tienes que tener tu mente en blanco, para pensar y actuar correctamente ante cualquier circunstancia”.
"Ví mucha gente partir"
Le duele saber que ya jamás podrá ayudar a nadie en las condiciones actuales, ya que incluso estando fuera de actividad, hace poco se registró un incendio en su colonia Simón Rivera en Ciudad Madero, salió corriendo de su hogar para ingresar sin equipo, logrando sacar a un pequeño del peligro de tan solo 2 años de edad, en lo que llegaban los cuerpos de rescate.
“Me han cortado las alas, perdí una pierna, me da tristeza por qué ya no puedo servir a la gente que es mi pasión, muchos de mis compañeros ya no se encuentran en este mundo, ví mucha gente partir, solo me queda esperar a lo que Dios disponga”.
Recientemente regresó de la muerte al padecer hipertensión, también le dio un infarto y médicos aseguran que su corazón estuvo detenido unos segundos. Ahora el apoyo de su esposa, hijos y nietos, es lo que lo mantiene fuerte.
Precisamente su familia siempre se preocupó porque su vocación siempre fue la de ser bombero. Sus hijos le decían que ya no se arriesgara tanto, que siempre lo esperaban en casa, pero su deseo de ayudar y salvar vidas siempre lo inspiraron para continuar.
“Uno va a los incendios, pero realmente no sabes si vas a regresar, desconocemos lo que pasa al interior de una vivienda en llamas, puede haber tanques de gas, algo que pueda provocar una explosión”.
Finalmente ahora que está en su domicilio, sin más actos heroicos, le duele pensar que ya no hay nadie que se acuerde de todos sus logros, esas acciones buenas, las vidas que salvó, tanta gente que ayudó, pero se queda con la conciencia tranquila y muy orgulloso de lo que en vida ha logrado. Ahora no queda más que disfrutar de sus nietos, que inclusive le llaman papá.
SJHN