La incertidumbre es la constante de la vida agropecuaria desde marzo, cuando el covid-19 llegó para modificar cada aspecto cotidiano en el campo.
Don Lidio Vargas Cruz sabe que este año la venta de flores de temporada por el Día de Muertos no será la misma, aun así, junto a un grupo de floricultores, se alistó desde junio pasado para la cosecha típica de Doxey, comunidad que pertenece al municipio de Tlaxcoapan.
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Es el primer fin de semana que se espera la visita de turistas locales y foráneos para adquirir el naranja de la cempasúchil, el violeta de las manitas de león, lo blanco de la nube y hasta lo amarillo del girasol, colores y aromas que dejan asombrados a vivos y muertos.
Además, don Lidio espera a un grupo de reporteros y fotógrafos que prometen difundir el trabajo de calidad y el esfuerzo de las personas de campo para lucirse en diarios tradicionales y virtuales.
Esta ocasión no se goza de cantos y bailables, no giran las faldas vistosas típicas mexicanas, no suena la banda, las parejas no zapatean, los turistas no degustan las exquisitas gorditas ni beben pulque o curados.
El Festival de las Flores fue cancelado y se nota. Permean eso sí, las ganas de seguir adelante a pesar de la pérdida de nuestros seres amados, de ganarse el pan de cada día, de continuar ofreciendo una vista sin igual como cada octubre.
Sanidad está presente en el inicio de la venta que terminará los primeros días de noviembre. Es pesado e incómodo trabajar con el cubrebocas puesto y bajo un Sol que quema hasta las entrañas.
Sin embargo, en cada parcela, los agricultores invitan a los visitantes a portarlo para que no se suspendan las actividades y acercan gel antibacterial para las manos de quienes ansiosos están por tomar fotografías.
En los canales de riego empiezan a notarse espacios vacíos de las flores que empiezan a ser cortadas, lo cual es un deleite para el olfato, pues los olores del camposanto obra de la cempasúchil están presentes en la experiencia que se combina con la tierra mojada.
Mientras los foráneos buscan sombra en algún árbol cerca de los cultivos, don Lidio ofrece entrevistas con la esperanza de que los campesinos logren la meta comercial y hasta el último pétalo sea vendido.
Esperando la hora de la comida, vendedoras y sus familias se organizan para atender a los compradores y ofrecen características y costos de cada ramo.
Una de ellas lanza el dato sobre la venta de girasoles y aunque no son propios de los altares de Día de Todos los Santos, siempre son una buena opción para retratar y regalar.
Tras varias hectáreas recorridas, un vendedor de paletas de hielo llega a los turistas como un oasis en el desierto con sabores clásicos como el limón o combinados como el delicioso mango con chile, y así el comercio local se va fortaleciendo.
Con el avance de la tarde don Lidio acepta que el día fue productivo y espera que toda la semana se mantenga así.
Convence con las flores de gran tamaño que aseguran un altar colorido, vistoso y mexicano, con sello hidalguense y de apoyo a los campos cercanos a Tula.
Y a pesar de que no hay fiesta, la vida en el campo sigue fluyendo en honor a los fieles difuntos y como fomento a una economía debilitada por el coronavirus.