Cáncer infantil, una condena a la deserción escolar en México

Padecer cáncer durante la infancia se convierte en una condena a la deserción escolar en México.

Padecer cáncer durante la infancia puede llevar a deserción escolar.
Alejandra Zárate
México /

Padecer cáncer durante la infancia se convierte en una condena a la deserción escolar en México cuando los tratamientos oncológicos que disminuyen la productividad del paciente se conjugan con la falta de capacitación docente, pues en el intento por continuar con su formación académica, los alumnos son vulnerables a la discriminación y el bullying por causas asociadas a la enfermedad.

Carlos fue diagnosticado con Leucemia.

En voz de Enrique Ventura Marcial, director de diversidad orientación e información del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), a los pacientes con cáncer se les niega el acceso a la educación con el argumento de que no se cuenta con el personal o el profesorado especializado para atender a una persona con características singulares, ya que los estragos de la quimioterapia derivan en discapacidades que les impiden llevar el mismo ritmo de aprendizaje que sus compañeros.

“Un diagnóstico de cáncer y sus tratamientos pueden implicar repercusiones en la atención, en la concentración, en el nivel de energía que un niño tiene para realizar las actividades escolares. Estos efectos pueden ser ya permanentes, sobre todo cuando hay diagnóstico antes de los 5 años”, refirió en entrevista con MILENIO, Ma. Fernanda Buqueta Mendoza, directora del Centro de Estudios Psicosociales Aplicados a la Salud (Cenepas).
“Ya cuando están en un ciclo escolar y que se van presentando estas disminuciones en las capacidades, pues se condena a las niñas, niños y adolescentes a la deserción escolar”, aseveró Ventura Marcial.
Enrique Ventura Marcial, director de diversidad orientación.

Sin embargo, los esfuerzos de los profesores para flexibilizar sus planes de trabajo y regularizar a los alumnos con rezago atribuible a la enfermedad, no son suficientes para garantizar el derecho a ir a la escuela, pues ante el desconocimiento del cáncer y sus tratamientos, los compañeros llegan a ser lo suficientemente crueles como para orillar al alumno a abandonar el ciclo escolar o el plantel.

“Para ellos es un compañero que se fue y al regresar un año después está peloncito, o está más flaco, más gordo, se ve distinto y a veces esto lo puede usar los compañeritos para ser un motivo de burla, desde niños chiquitos, que a lo mejor regresan a una burla muy infantil a veces más fácil de sobrellevar, pero hemos llegado a casos extremos de adolescentes que son incluso perseguidos en su vecindad”, agrega Diego Parada Herrera, Director de Fundación Vuela.
En el hospital donde Carlos es atendido.

Carlos fue diagnosticado con Leucemia a los 16 años, durante el último grado de secundaria, y pese a su delicado estado de salud continuó en modalidad presencial hasta que sus sistema inmunológico se lo permitió, pero recuerda que durante ese tiempo fue blanco de críticas debido a su aspecto físico.

“Mi familia empezó a notar que se me quedaban viendo mucho, tenía que salir de la escuela con gorro y playera de manga larga para que no se me viera el catéter (...) Casi no me gusta que se me queden viendo, la verdad, y una que otras veces se han reído de mí”, contó en entrevista con MILENIO.

En el hospital donde Carlos es atendido se encuentra un mural repleto de moños dorados, distintivos de la lucha contra el cáncer infantil, cada uno acompañado de la reflexión de un paciente, entre los que resalta Victoria: “Me molesta que hagan bullying en la escuela y no entiendan que tengo que luchar con la enfermedad, también tengo que pelear en la escuela por respeto”. Con apenas 11 años de edad, a Victoria el cáncer le ha regresado dos veces.

En el hospital donde Carlos es atendido.

En 2019, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) registró 40 mil 679 egresos hospitalarios de niñas, niños y adolescentes diagnosticados con cáncer, lo que refiere que a pesar de ser una tasa de morbilidad alta, son pocas las probabilidades de tener un compañero con esta enfermedad en las aulas y por ende los profesores tienen que capacitarse sobre la marcha en la forma de tratar a sus alumnos.

“Al principio sí da mucho nervio no saber cómo actuar, como maestros agarramos cariño con nuestros pequeños y también nos duele esta situación”, comenta Jacqueline, profesora de preescolar.
“Los niños querían preguntar y ¿cómo les explico? ¿Qué es lo que les voy a decir? ¿De qué manera puedo yo apoyar?”, narra Fabiola Pérez.
“Sí hay una falta de información para poder tratar al alumno, para poder tratar a un grupo”, agrega Mónica.
Carlos concluyó su secundaria en el programa de regularización.

Carlos concluyó su secundaria en el programa de regularización implementado en el hospital, pero éste no alcanza todos los niveles educativos, por lo que el bachillerato lo cursa a través del programa Prepa en Línea de la SEP, y aunque le gustaría volver a las aulas, no está dispuesto a sufrir agresiones de terceros.

“Por una enfermedad y hasta eso se me hace tonto porque es una enfermedad… si se pusieran en los zapatos de esa persona y se fijaran lo que tiene que sufrir un niño con cáncer, yo digo que no lo harían y creo que hasta se arrepentirían porque la verdad es muy difícil tener el cáncer”.


HCM

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