Los canteros en Chimalhuacán: preservación del oficio milenario

Los primeros asentamientos humanos de este lugar, elaboraron piezas como el mortero y molcajetes; hoy Joel Arrieta mantiene viva la tradición de tallar piedras.

"Cuando era niño, mi hermano y yo jugábamos a pegarle a las piedras con el cincel y el martillo". (Fotos Alicia Rivera)
Alicia Rivera
Chimalhuacán /

Cantero por tradición familiar, Joel Arrieta Arrieta, pertenece a la quinta generación de una familia de talladores de piedra de Chimalhuacán, “mis abuelos, bisabuelos, todos ellos, eran campesinos y pescadores, pero en sus ratos libres iban al cerro de Chimalhuacán por basalto, que son rocas ígneas volcánicas, hijas del fuego por así decirlo, para hacer molcajetes”.

Con este material, los primeros grupos humanos que se asentaron en este lugar, elaboraron piezas como el mortero, metates y molcajetes para uso doméstico, como es la molienda de semillas y preparación de alimentos, “yo creo que desde ahí viene la formación de canteros”.

Recuerda que él veía a su papá hacer los molcajetes cuando era niño, “yo y mi hermano jugábamos a pegarle a las piedras con el cincel y el martillo; y cuando salía chispita, decíamos que ya sabíamos trabajar y de ahí empezó como un juego todo esto”.

“Mi papá siempre estuvo en desacuerdo a que nosotros nos dedicáramos a esto de la piedra, pero es lo único que uno sabe hacer”, dijo el hombre quien recién entregó una Cabeza Olmeca de 2.07 metros de altura y 11 toneladas de peso, que le encargó un cliente, “trajimos la piedra de la cantera de Los Remedios ubicada en la colonia Loma Colorada de Naucalpan, donde desde tiempos de la colonia, los frailes españoles enseñaron a los indios mexicanos a tallar con martillo y cincel y traían la cantería de los Remedios”.

Antes de dedicarse de lleno a crear figuras de piedra, Joel, quien estudió hasta el bachillerato, se dedicó a varios oficios, de equipajero en una empresa de autobuses, albañil, taquero, almacenista y hasta zapatero remendón, “pero no me sentía feliz, ni siquiera porque me pagaban bien, cada vez que tenía tiempo agarraba una piedrita y le daba forma, ya tenía como 23 años, y como esa labor me hacía sentir bien, pues comencé a hacer ceniceros, joyeritos, molcajetitos, figuritas mayas, y las salía a vender a la calle, entre mis conocidos y tocando puertas”.

Una señora que tiene una tienda de artesanías en el barrio de Xochiaca en Chimalhuacán me compraba mis piezas muy baratas, “si llevaba un trabajo de 200 pesos me lo compraba a 80 pesos, pero eso me ayudo para hacer las cosas más rápido, si me tardaba 4 horas, ahora tenía que hacerlo en una hora, esos coscorrones que me estaba poniendo la vida para querer seguir trabajando en esto, sirvieron para que yo me fuera puliendo”.

Restaurador de parroquias

Entrevistado en la parroquia del Sagrado Corazón en la colonia Juárez de la Ciudad de México, donde realiza la restauración de unas molduras de piedra blanca de Pachuca que ya se descascararon, Joel, cuenta que los canteros de la actualidad no saben reparar edificios coloniales.

“Vamos a quitar las rocas corroídas y volverlas a poner, es piedra blanca de Pachuca, es una piedra muy dura, quitamos una vieja y traemos una labrada del taller y ponemos la nueva”.

También repararon la iglesia de Malinalco, el Ex Convento de Santa Teresa y el Palacio Nacional, donde arreglaron molduras y repusieron cornisas, repisen, ínsulas y rodelas. Fue a principios del año pasado”.

MMCF

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