Las cantinas cerraron sus puertas como si cayeran las fichas de dominó

Apenas ocho días después de haber cerrado su cantina le pidieron hacer una fiesta a puerta cerrada

Cantina “Tratado de Versalles”. (Jorge Sánchez)
Alejandro Reyes
Pachuca /

        HISTORIA   


Javier Zavala ha recibido mensajes y llamadas telefónicas de sus clientes. Le piden que les venda alcohol de manera clandestina. Apenas ocho días después de haber cerrado su cantina le pidieron hacer una fiesta a puerta cerrada. Pero él se ha negado. No quiere perder el permiso de su negocio.

El viernes 20 de marzo, un día después de los dos primeros casos de covid-19 en Hidalgo, tres supervisores de Comercio y Abasto del Ayuntamiento de Pachuca llegaron a su cantina, ubicada en la calle Nicolás Romero, en el centro histórico, y le informaron que tenía que cerrar debido a la pandemia. Desde entonces la cantina ‘El Tratado de Versalles’ está cerrada.

A las seis de la tarde de ese día, “el licenciado”, como sus amigos llaman a Javier, atendía a algunos clientes. Dos días antes había sido notificado por correo electrónico del cierre. No le quedó más remedio que acatar las indicaciones y cerró su negocio a las ocho de la noche. Han pasado dos meses sin poder abrir.

“Había cuatro personas que estaban consumiendo y tuvimos que pedirles de favor que nos disculparan y dejamos de atenderlos, la indicación era precisa por parte del Ayuntamiento”, recuerda.

Javier, al igual que el resto de los dueños de las cantinas del centro histórico, se ha visto afectado económicamente con el cierre de su establecimiento.

“Si no hay ingresos no hay oportunidad de atender al cien por ciento las necesidades que se tienen”, reflexiona.

“El Tratado de Versalles” no fue la única cantina que cerró en el corazón de Pachuca, la pandemia del covid-19 también afectó a ‘La Tapatía, ‘El Surtidor’, 'El Faro’, ‘La Barata’, ‘La Estudiantina’, ‘El Salón Regio’ y ‘El Salón Pachuca’. Las cantinas cerraron sus puertas como si cayeran las fichas de dominó formadas en fila una tras otra.

“En el centro todo está cerrado, mucha gente se está quedando sin empleo y esto no solo pasa en Pachuca sino en el país y el mundo donde las afectaciones están siendo severas, grotescas”, vuelve a reflexionar Javier.

Sin embargo reconoce que si su negocio siguiera abierto con las medidas de sana distancia e higiene habría riesgo de contagio para sus clientes por lo que tuvo que acatar las indicaciones de las autoridades.

‘El Tratado de Versalles’, antes llamada ‘La Nueva Guerra’, es una cantina con 17 años de vida en el centro de Pachuca que abría de lunes a domingo. Había cerrado sus puertas los fines de semana por la ley seca pero nunca dos meses por una enfermedad en las que se han contagiado más de 800 personas y han muerto más de 150: el covid-19.

-¿Qué siente que está cerrada su cantina?
-Pues hay una falta de trabajo, de ingreso, de atención a los amigos y clientes, no tengo desesperación pero sí un desequilibrio personal porque todo el tiempo he estado activo.
-¿Por qué se llama El Tratado de Versalles?
-Hace aproximadamente cuatro años en acuerdo con mi hijo, Francisco Javier, decidimos ponerle ese nombre porque antes se llamaba La Nueva Guerra y por cuestiones administrativas tuvimos que hacer cambio de denominación. El Tratado de Versalles puso fin a la Primera Guerra Mundial y nosotros pusimos fin a La Nueva Guerra. Ríe.
-¿No lo buscan sus clientes para preguntar cuándo va a abrir?
-Pareciera que no pero tengo constante comunicación con ellos y hoy por lo menos he tenido unas diez llamadas, mensajes de clientes y amigos que nos piden que les vendamos clandestinamente a puerta cerrada pero no somos irrespetuosos y tratamos de guardar compostura siempre atendiendo a la ley.
-¿Y usted qué les dice?
-Les digo que no puedo porque me van a infraccionar, las multas son caras y no quiero riesgos de que me vayan a suspender el permiso y me vayan a dejar sin trabajo definitivamente.

La cortina del ‘Tratado de Versalles’ es blanca, hay dos ventanas de arco en lo alto, su puerta es de madera y a un costado hay otra puerta negra. Tiene dos mesas, una barra en semicírculo en la que atiende Javier, un rockola, hay un refrigerador para las cervezas y detrás de la barra están las botellas de alcohol.

Javier dice que extraña su cantina, el lugar en el que ha trabajado durante 17 años y que ahora ha cerrado por la pandemia.

-¿Pensó alguna vez que su negocio podría cerrar por una situación como la que estamos viviendo?
-Sí pero no por tanto tiempo. Ya es mucho, ya se prolongó esto. Esperemos que primeramente ya muy pronto nos den luz verde para trabajar.
-¿Qué piensa hacer ahora que reabra su cantina?
-Empezar a trabajar con nuevos bríos, con nuevos ánimos y que los clientes nos consideren nuevamente como sus amigos.
-¿Y si la contingencia se extendiera hasta junio?
-Pues seguiremos esperando, no nos queda de otra.


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