Hami Romero es una migrante hondureña, madre soltera, ex micro empresaria y que busca una mejor condición de vida para ella y sus cuatro hijos.
Esta mujer de 33 años huyó de Tegucigalpa, Honduras, porque las pandillas de la Mara Salvatrucha y de grupos del narcotráfico la hostigaron, la amedrentaron y la extorsionaban con unos 4 mil pesos mexicanos, a la semana para dejarla trabajar a gusto en su negocio de telefonía celular.
“Tenía negocio propio, a la venta de telefonía… Exactamente, prácticamente iba a trabajar para ellos… Mil empiras semanales, serían unos 4 mil pesos que, no los iba a poder hacer, para ellos, para mi gasto, pagar renta, los niños, comida, para el pago de la luz, el internet, ya no podía.
“Era muy incómodo, era asfixiante, en verdad ya no podía y estos sujetos no lo entendían y pedían más… Esto lo hago por mis hijos”, comentó Hami.
Con un cansancio extremo y con el rostro severamente maltratado por el sol y el intenso frío de la zona alta de Puebla, esta mujer decidió empacar un poco de ropa, comida y emprendió el viaje con sus hijos; Ian de 16 años; Marco de 13; Pedro de seis años y la pequeña Camila de tan solo dos años.
Esta decisión la tomó con un año de anticipación, porque sabía que abandonar su hogar, su país para internarse en una aventura de la cual podría ser peligrosa, su seguridad y la de sus hijos está en riesgo, pero la esperanza de cruzar a Estados Unidos es más grande que el agotamiento.
“No, traigo a mis cuatro hijos… No… Soy madre soltera… La verdad no quise seguir, entonces decidí tomar yo sola el camino”, dijo. “A veces cuando veo que caminamos y ya no podemos más, me pongo a pensar que mi prima está en Dallas, que nos va a recibir y la vida cambiará”.
Hami dejó a su esposo hace un par de años, porque era pandillero y nunca quiso dejar esa vida de violencia, incluso, una de las razones que la empujaron a dejar su hogar fue que las agresiones en su contra incrementaron, hasta llegar a las amenazas de muerte a sus dos hijos mayores, quienes la defendían de los golpes.
Pero la nostalgia, ese sentimiento que a varias personas vence y les obliga a declinar sus sueños, también la ha inundado, el clima, la comida y, obviamente, su familia, sus padres y tíos que no estuvieron de acuerdo en que se fuera, pero la decisión ya estaba tomada.
“Todo, todo, las comidas, pues el clima acá es muy helado, uno se enferma más fácilmente, pues la verdad que sí extraño mi Honduras, extraño ese Honduras alegre y tranquilo, ahora ya no se parece a nada de lo que yo viví”.
Los cinco integrantes de esta familia salieron de Tegucigalpa el 21 de noviembre, se unieron a varios compatriotas y comenzaron a caminar hacia la frontera con México, se les unieron salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos y algunos haitianos que se han adherido a varios contingentes.
Para esta travesía, solamente se llevaron dos carriolas, mochilas, tres mudas de ropa, algo de comida y muchas ilusiones.
Aunque en su camino se ha encontrado con la paradoja del racismo y la inclusión; así como de los insultos y las porras, es esta paradoja que le hizo tomar la decisión de no quedarse en México y solamente seguir caminando.
“Hay mucho mexicano bueno, pero hay algunos que son como racistas, nos ha tirado envases de cerveza, nos dicen groserías y bisos tris realmente lo que queremos es pasar, no nos queremos quedar en su país, la verdad yo me quiero quedar en este país, todo solo quiero el paso”, comentó, una convencida Hami.
Los cinco se despidieron, agradecieron la comida, agua y ropa que les dio la comunidad de Santa Rita, Puebla; pero con el propósito de salir adelante y olvidarse de la realidad que los hizo huir y no volver a vivirlo nunca más.
“Pues siempre he luchado con ellos y siempre voy a salir con ellos adelante”.
ledz