Perros con cabeza de calabaza, peces con garras, aves con alas de dragón y otros seres fantásticos coloridos nacen en el taller familiar Artesanos Cartoneros de Chimalhuacán, donde Carlos Álvarez y sus padres se dedican a dar vida a criaturas inexistentes.
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Carlos nació entre el papel y el engrudo con el que sus padres, José Ramón Álvarez Tiburcio y Eva Estrada Torres, elaboraban piñatas para luego venderlas y así poder mantenerse, por lo que tuvo que aprender el oficio para ayudar en el negocio familiar, "soy cartonero desde que nací", explica.
Él quería estudiar Artes Visuales, sin embargo, su economía no se lo permitió, pues lo rechazaron de la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes y de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda porque no podría comprar los materiales necesarios; "en la UNAM de plano troné", dice entre risas, pero "no todos están hechos para la escuela", se consuela.
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Hoy, Álvarez Estrada no se arrepiente de no haber podido cursar la universidad, pues ama su trabajo como artesano cartonero porque le permite explotar su creatividad y dar alegría a las personas con su trabajo.
Para Carlos, la cartonería es el arte de elaborar esculturas con papel, engrudo y varillas, un proceso que él llama imaginería “porque es una combinación de una ingeniería con la imaginación”, detalla.
Si bien los padres de Carlos Álvarez iniciaron el taller hace más de 40 años como una fábrica de piñatas , con el paso del tiempo, su creatividad los llevó a realizar figuras cada vez más elaboradas.
“Yo me acuerdo que le pidieron una piñata de calabaza a mi papá, pero no teníamos el molde, entonces mi papá hizo unas piñatas de perro, pero con cabeza de calabaza, luego conejos con cabeza de calabaza y así, ahí fue el inicio. Todas las locuras que hemos hecho son cosas inusuales, son cosas que rompen los esquemas normales", detalla.
Los perros con cabeza de calabaza se fueron transformando en judas de Vicente Fox o de Carlos Salinas de Gortari, en cocodrilos con tentáculos, en aves coloridas con alas de dragón y en infinidad de seres que no existen, al menos en la vida real, pues para Carlos, todo es posible en el mundo de la imaginación, “siempre tratamos de hacer cosas nuevas, que no existan, si las puedes imaginar, las puedes crear y pueden existir”, dice.
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Sus creaciones le han permitido ganar premios de concursos organizados en el Estado de México y en cinco ocasiones, el desfile de alebrijes que organiza desde hace 12 años el Museo de Arte Popular.
Este año no es la excepción, pues mañana tres peces beta con brazos y garras que nacieron en el taller familiar Artesanos Cartoneros de Chinalhuacán desfilarán por las calles de la Ciudad de México.
Además, elaboraron un pingüino con cabeza de zuricato que será entregado a Carlos Sáinz, piloto de la escudería Renault de la Fórmula 1, como parte de un programa que dará artesanías a todos los pilotos que participen en el Gran Premio de México.
Arte para mitigar la violencia
El taller Artesanos Cartoneros de Chimalhuacán está ubicado en un municipio que es violento, situación que los obligó a cambiar su forma de trabajo, “antes trabajamos en la calle, ahí teníamos la mesa afuera de la casa, pero con la violencia, nos tuvimos que meter”, lamenta.
Es por eso que una de las razones principales por las que es cartonero pese a las críticas, es porque está convencido de que el arte puede ayudar a mitigar la violencia.
"Siempre lo he dicho, una mente criminal es una mente brillante, pero mal orientada, a un criminal nunca le pusiste algo en las manos para que explotara su potencial, agarró su mente y la ocupó para cosas malas. Me interesa difundir mi trabajo y la artesanía no porque nos vayamos a quedar sin trabajo, sino porque se me hace una forma de mitigar el estatus de violencia que hay, ocupar a la gente en cosas productivas", reflexiona.
Arte para regalar alegría
Carlos, como muchos artesanos del país, tiene que lidiar con que los compradores intentan regatear el precio de sus piezas; él lo atribuye a una "falta de respeto por el trabajo de los demás".
"Una vez me dijeron que quitara mi caja de cartón y pues sí me sacó de onda. Otra vez me dijo una chica que perdía dinero con nosotros, yo creo que no es una pérdida de dinero, en el momento en el que le pagas a un artesano, jamás vas a perder, así compres una artesanía de 10 pesos, no vas a perder porque te da alegría, nosotros hacemos las cosas pensando que le vamos a dar alegría y gusto a alguien", explica.
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Ese sentimiento de dar alegría a las personas es lo que lo mantiene trabajando con gusto, aunque sabe que no se hará millonario como artesano, dar alegría a la gente, dice, tiene más valor que todo el dinero del mundo.
"Hay dos cosas que voy hacer hasta el último día de mi vida; la primera es agradecerle a Dios por mantenerme de pie; y la otra, nunca dejaré de ser artesano, aunque no nos den nuestro lugar seré artesano hasta al final porque alguien ríe con mis piezas o quizás le dan alegría a alguien o simplemente porque una pieza sirvió de inspiración para alguien más, por eso vale la pena ser artesano hasta el final", señala mientras da los últimos detalles al alebrije que desfilará por las calles de la Ciudad de México.
RLO