Bailes, máscaras y vestimentas estrafalarias; la historia del carnaval en Tampico

Edición fin de semana

La clase obrera se organizaba y rentaban el teatro de la ciudad para realizar un baile el domingo de carnaval

Primer carnaval de Tampico en 1835 Lonja Mercantil
Jesús Alberto García
Tampico /

Con bailes, máscaras y vestimentas estrafalarias, son los primeros antecedentes que se tienen de las fiestas de Carnaval de Tampico, refiere información que dejó Marco Antonio Flores, que en paz descanse y quien fuera cronista de la ciudad.

“A las ocho de la noche del día 15 de febrero de 1835, los personajes más importantes de la ciudad se apresuraban a llegar al primer baile de carnaval que se organizaba por la Lonja Mercantil”, refiere un texto firmado por el cronista.

Dos pesos era el costo del acceso a uno de los bailes, pero quienes querían estar presentes en los tres, tenían que desembolsar diez pesos de aquella época, en donde aparte de poder disfrutar del baile al interior del salón, se podía disfrutar de manjares y bebidas.

“Deberán ser reconocidas las máscaras en un aposento particular, las armas son prohibidas en el baile; así nadie entrará con ellas. Cualquier persona que altere el buen orden saldrá del salón, quedando después responsable de las resultas”, refiere el archivo.

En el primer baile de carnaval en la ciudad se tiene documentado que los organizadores fueron Antonio Pérez Bonilla, Pintos y Rovira, asimismo, para el siguiente año los bailes de intensidad y de sacar el estrés fueron auspiciados por José Carrera en los salones de la Lonja Mercantil.

Refiere el extracto histórico que ya en el año de 1880, en donde los bailes de carnaval continuaban siendo exclusivamente para la clase acomodada del puerto en la Lonja Mercantil; la clase obrera se organizabá y rentaban el teatro de la ciudad para realizar un baile el domingo de carnaval, donde campeaba el buen orden y decencia.

El documento de Marco Flores destacó “una tradición muy interesante y poco conocida sobre las noches de carnaval, que consistía en que algunas estudiantinas, a la usanza española, recorrían las calles de la ciudad cantando y recolectando fondos en una cesta, pero siempre acompañados de un sujeto disfrazado de diablo que con una vejiga de cerdo llena de agua, espantaba a los mozuelos que con alegres griteríos los acompañaban”.

​VLSS

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