Era agosto de 2018 cuando don Benito Hernández, un hombre que vive debajo de una piedra en medio del desierto en Coahuila, compartía un sueño, que para entonces parecía difícil de alcanzar. Hoy, en medio de la peor pandemia que azota al mundo, “la casa de piedra” ya es destino obligado de los más intrépidos paseantes que encuentran un lugar a salvo, en medio de este alejado lugar al norte de México.
“Siempre he soñado que quiero que aquí sea turístico pues para ya no trabajar para ya que el mismo turismo me mantenga”, narraba en aquella visita de 2018.
Benito edificó su casa bajo una roca de 850 toneladas y 15 metros de altura. Se localiza en San José de las Piedras, en el ejido San Miguel dentro de un área protegida, el Área de Protección de Flora y Fauna Ocampo, una zona extremadamente aislada, por lo que representa un punto que atrae a los visitantes que huyen del confinamiento de las grandes urbes.
“Para acá no tenemos nada por eso yo creo que las gentes que tienen miedo se vienen para acá para el desierto. Pues acá no hay nada de eso. No hay enfermedades no hay nada”.
Así que a dos años de distancia, el hombre de las cavernas como también lo llaman, poco a poco ha ido cumpliendo sus metas.
Un rústico anuncio en inglés y español, da la bienvenida a San José de las Piedras, invitando a los paseantes a visitar la casa de piedra, además de recorrer los senderos interpretativos, explorar las pinturas rupestres y deleitarse con hermosos paisajes y disfrutar de hospedaje rural.
Así que debido a su singularidad, ya es un punto visitado por turistas nacionales e internacionales. Buscadores de oro, especialistas y aficionados a la arqueología y paleontología, se dan cita atraídos por la peculiaridad de su hogar.
Por apenas una módica propina, la gente que visita a don Benito puede disfrutar de este lugar imponente, de sus pinturas rupestres, sus historias y puede dormir en la casa en la que acondicionó con dos modestas camas rústicas.
“Según ellos me platican que vienen por conocer las estrellas, el mundo acá en la noche porque aquí en la noche se miran unas estrellotas y la luna alumbra haga de cuenta que es de día y eso es lo que les gusta ellos ver muchas cosas que allá no miran (…) Los gringos que vienen. Quieren que les platiqué toda la historia pero pues no les entiendo”, dice entre risas.
Hasta la casa de este hombre de 70 años, también han llegado compradores, pero sostiene que no está en sus planes vender su propiedad. Él anhela construir otras chozas debajo de estas rocas. Además, considera que nadie tiene dinero que alcance para pagar el trabajo de toda su vida.
“Que te doy 1 millón, que te doy 2 millones por el rancho y pues no. De dónde van a vivir mi familia. Tengo siete hijos y los siete hijos ya están hasta la fregada de nietos. Vivir aquí hasta que Dios quiera. Ya no salir de aquí”, exclamó.
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