El miedo al coronavirus, parece que ha quedado atrás para muchas personas y son más las ganas de irse a la playa, al sol, al mar, después de un año de encierro. Y si las autoridades ya no instruyeron el "quédate en casa"…, piensan, es momento de salir. Por eso, el Aeropuerto de la Ciudad de México está lleno.
Desde las primeras horas de la mañana, se hicieron las filas frente a los módulos de VivaAerobus y Volaris, las únicas dos líneas aéreas nacionales que aún funcionan en la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México –después de que Interjet salió de operación– y fueron creciendo con el paso de las horas.
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En los pasillos de la terminal aérea, lo mismo se podía ver a familias enteras con los salvavidas bien empacados y las maletas repletas, que a perritos metidos en sus transportadoras acolchadas, listos para acompañar a la familia al viaje de Semana Santa.
En esos mismos pasillos, los abrazos y los besos, aún con cubrebocas, fueron una escena repetida. No, la sana distancia ya no importa en estos tiempos.
Las filas se prolongaron desde la puerta 6 de la Terminal 1, casi hasta la Terminal 8, allá por las llegadas internacionales. Y para quien conoce el aeropuerto, sabrá que esa extensión de la fila será de aproximadamente cien metros.
Y en esa línea no estaba invitado aquel personaje al que conocimos hace un año: Susana Distancia.
Aunque prácticamente todos los pasajeros portaban cubrebocas, no todos lo hacían bien: debajo de la nariz, se lo quitaban para hablar por teléfono, se lo quitaban para comer alguna botana antes del viaje o para que el pariente de a un lado escuchara mejor.
“¿Le hacen caso señorita?”, se le preguntó a una jovencita, con chaleco anaranjado con una leyenda que pedía sana distancia, que se cansaba de pedir a los vacacionistas ampliar el espacio entre unos y otros.
“No, hacen lo que quieren”, respondió fastidiada a pesar de ser las 9 de la mañana.
“Todo está mal, opinaría peor, pero también soy parte de esto por estar acá, pero no hay medidas de sana distancia, las aerolíneas están saturando todo; hace ratito que yo estaba ahí, estaban pegados todos a 25 centímetros”, platicó Marco Cordero, quien se alistaba para partir hacia Puerto Escondido con sus amigos y que prefirió alejarse un poco del barullo de la fila de VivaAerobus cuando vio que ya era demasiada gente en un espacio tan reducido.
“No hay sana distancia, hay personas que se quitan el cubrebocas, finalmente uno corre un riesgo en estos lugares”, reconoció un poco sorprendido de la cantidad de gente que se encontró en la terminal, luego de que, a lo largo del año en el que ha viajado por trabajo, no había visto tal escena.
La verdad es que es la misma escena vista en diciembre, durante las vacaciones de fin de año, pues pese a la pandemia, los mexicanos no dejaron pasar la oportunidad de escapar de la ciudad.
La señora Elvia González, quien viajaría hacia Ciudad Juárez, Chihuahua, afirmó que su salida no es, en sí, unas vacaciones, sino sólo un vuelo de visita.
“No es salir de vacaciones, lo que pasa es que tenemos familiares fuera y es el único momento que tenemos de visitarlos”, dijo.
“Pero ha llegado muchísima gente, creo que a veces elegimos mal los días para poder viajar”, admitió.
En medio de las multitudes que, se alistan para documentar el equipaje y luego ingresar a las salas de espera, está también Florencia Álvarez, una joven veinteañera que aprovechará las vacaciones de Semana Santa para viajar a San Antonio, adonde ya tiene un plan bien definido: voy a que me pongan la vacuna.
Dijo que hace más de 10 años que no ve a su familia que vive en esa ciudad de Texas y que ahora irá a visitarlos porque “mi tía ya me aseguró que me voy a poder poner la vacuna”.
Protegida con guantes de látex, doble cubrebocas y goggles, lamenta que la terminal aérea luzca llena: “yo creo que piensan que no hay pandemia”.
Con el paso de las horas, la afluencia de gente bajó y tanto en la Terminal 1 como en la 2, para el mediodía y la una de la tarde, esas largas filas de gente con sombreros de playa, lentes de sol y shorts ya prácticamente se habían desvanecido.
“Ahora el relajo es en las salas de espera de allá adentro”, comentó un muchacho maletero que iba y venía de aquí para allá.
AESC