En tiempos de la pandemia de covid-19, las clases viven una metamorfosis con las videoconferencias por aplicaciones como Zoom y con los sistemas de mensajería grupal con WhatsApp o Remind que demandan al profesorado encontrar nuevas formas de configurar una pedagogía.
Lilia Vélez Iglesias, directora general Académica de la Universidad Iberoamericana Puebla, explicó que la virtualidad no solo se convirtió en la respuesta obligada, sino en el catalizador para diversos instrumentos y técnicas de innovación en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
“El escenario es tan complejo que sin el concurso de los diferentes actores sociales no podremos enfrentarlo”, comentó
Durante el XIX Foro del Campo Estratégico de Acción en Modelos y Políticas Educativas (CEAMOPE), organizado por la Universidad Iberoamericana Puebla, la investigadora explicó que la escuela como espacio ha probado ser el escenario más adecuado para el proceso de aprendizaje, tanto a través de la cátedra como del encuentro interpersonal.
Por su parte, Inés Dussel, investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), explicó que, en tiempos de realidad líquida e inestabilidad por la pandemia de la covid-19, la escuela se presenta como el espacio en el que se construyen relaciones.
“La pandemia dejó bastante claro que las pedagogías tienen una dimensión tecnológica y viceversa. Este encuentro por Zoom nos permite aprender unas cosas y dificulta aprender otras”, explicó Dussel.
Las escuelas se enfrentan a una nueva ontología de la presencia: la virtualidad obliga a las personas a existir en el plano físico y en el virtual de manera simultánea, fenómeno que ya comenzaba a causar estragos en la atención antes de la covid-19, cuando el profesorado fue lentamente desplazado por el teléfono inteligente y sus posibilidades infinitas, explicó.
“Estudiar en línea ha permitido explorar otros rostros de la presencia. Tal es el caso de la cátedra asincrónica, una modalidad ya ejercida en las universidades que promueve que cada estudiante repase los contenidos de clase cuando le sea conveniente. Sin embargo, el proceso de aprendizaje puede verse mermado por las cada vez más reducidas capacidades de atención de las juventudes”, apuntó.
La mayoría de las dinámicas del aula como escenario social quedaron fragmentadas, a veces de forma literal, en la educación a distancia, con ello, la cátedra llegó a vivir una metamorfosis obligada ante las circunstancias, expresó.
“Es una institución tan administrativa como laboral, de encuentro intelectual e interpersonal. La escuela es un lugar de trabajo que pasa por cierta organización del tiempo”, apuntó la especialista.
Resaltó que, una concepción de la escuela de finales del siglo XIX se caracterizó por la delimitación espacial provista por los salones de clase y la presencia del profesor que distribuye conocimientos y confirma que su audiencia, es decir, el alumnado los adquiere.
El pizarrón se convirtió en la herramienta por excelencia para la organización de la información, mientras que el cuaderno fue el soporte individual de la apropiación del conocimiento, resaltó historiadora en educación.
En la antropología de la escuela se entiende también que los planteles educativos son lugares en donde se suspenden las dimensiones espacio-tiempo en favor de las propias dinámicas de clase o de convivencia extraacadémica.
“De alguna manera, la escuela era una burbuja ajena al mundo. Esta aura nunca ha estado exenta de agentes disruptivos, siendo las tecnologías de la comunicación el principal distractor en tiempos actuales”, apuntó.
AFM