El ejido El Sol, en el municipio de Parras de la Fuente, es quizá en La Laguna uno de los que ha sufrido menos cambios, territorialmente hablando. Sin embargo en su fundación 103 campesinos fueron los que integraron el núcleo, de los cuales hoy se mantienen sólo alrededor de cuarenta que viven solos o en parejas. Se trata de personas de la tercera edad porque los jóvenes decidieron emigrar a las ciudades.
Sentados debajo de un tejabán, Juan Granados Izquierdo y su esposa Sofía López Hernández pasan la tarde charlando. El Sol es un sitio tranquilo y aseguran que no les hace falta nada porque aunque no tienen agua para la siembra, lo que falta son niños y jóvenes que den vida.
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“Estamos bien, gracias a Dios, se nos acaba de desbaratar la bomba sumergible, pero gracias a dios ya la pusimos, nos cooperamos los pocos que estamos aquí, porque ahorita serán nada más unas 35 o póngale 40 familias, aunque somos 103 ejidatarios, pero la mayor parte se salió desde hace muchos años, incluso nosotros nos fuimos pero volvimos. M”, precisó el señor.
Juan Granados es el comisariado ejidal y asegura que ellos mantienen su tierra, pero el agua para riego se les había negado durante años. Ahora y tras un periodo atípico de lluvias, este año quizá se animen pues el núcleo comunal abarca 47 mil hectáreas, siendo el más grande de Parras de la Fuente.
“Semos los últimos de aquí porque el ejido pertenece a Parras, y para allá enseguidita con otros ejidos ya es San Pedro, entonces nosotros colindamos con Mayrán. Tenemos tierra pero no hacemos nada porque no tenemos medios porque para empezar no hay agua, ahorita la tenemos porque bendito mi dios, llovió y la tenemos, estamos ricos y bendecidos pero desgraciadamente nadie siembra porque no hay medios y aparte´porque no hay agua y estamos a la bendición de dios”, comentó doña Sofía.
Los campesinos han reforestado la sierra
Junto con la tierra, los campesinos son dueños de la sierra donde han reforestado sembrando candelilla, lechuguilla y orégano, productos que se extraen luego para la venta, ya sea procesados o directo del suelo. Don Juan apuntó que ya no son muchos los candelilleros pero al verse económicamente en riesgo, los más viejos salen a cortarla y procesarla de nuevo para obtener ingresos.
“Programas sociales sí tenemos, orita, gracias a dios, de que tenemos programas, ahorita andamos sembrando lechuguilla, candelilla, nopal y ahorita andamos con que queremos sembrar orégano, a ver si las autoridades siguen adelante y pos ya que nos lleguen algo de medios, porque ya se han tardado los candidatos”, acotó el comisariado.
Doña Sofía López comentó que el tiempo electoral es uno que aprecian porque en el afán de conseguir simpatizantes, los candidatos aportan algunos recursos que les permiten subsanar los faltantes. Así lo hicieron un par de años atrás con un adeudo de la noria. Ella explicó que se animó a pedirles 37 mil pesos que se utilizaron para saldar la factura.
“Yo soy la pediche y la que ando siempre poniéndose las pilas, y les digo a las mujeres porque a mí me gusta todo este asunto, yo soy la que hago siempre. Y la gente toda me apoya, muy bonito y muy padre porque me conocen desde niña”.
Escuela para los niños de los vecinos
El ejido territorialmente está completo y aunque las tierras ya han sido divididas, la población se mantiene trabajando con un sentido de beneficio común que alcanza incluso para quienes no son de El Sol, pues la escuela, aunque ya no hay muchos niños, sigue abierta para brindar la atención a los niños que viven en las pequeñas propiedades.
“Aquí tenemos escuela, un kinder y una primaria aunque ha de haber unas cinco o seis criaturas, pero tienen escuela, lo que no hay y andaban pidiendo es que venga alguien, aunque sea de Conafe para tener secundaria. Si hay que hacer una solicitud, pues vamos a hacerla aunque no tengamos porque quedan unas tres muchachas con uno o dos niños, no como antes porque en el pasado esto era una chulada, lleno de niños, todavía como en los ochenta habían dos o tres niños”, dijo Sofía.
A El Sol lo separa la carretera de una vulcanizadora, allí está la juventud, aunque dicen, esa familia junto con las que habitan ese espacio, son libres, no forman parte del ejido pues decidieron en el pasado estar bajo la protección de las pequeñas propiedades.
“Yo a veces me echo enemigos gratis porque la gente me dice que necesito decirle a aquellos pero les digo que no sean bárbaros porque hay muchos niños, dicen por lo de la cooperación de la escuela, pero les digo que no, que tenemos que apoyarlos a ellos porque ellos son la juventud. Esas familias no están integradas porque no quisieron, desde que empezaron a hacer el ejido; a todos se les invitó porque era mucha tierra y no completaban con la gente que éramos”, recordó el señor.
En cuanto al establecimiento de sus autoridades, don Juan apuntó que su periodo como comisariado terminará el próximo 5 de junio, fecha en que se deberá convocar a asamblea ejidal para determinar la nueva administración o mesa directiva. Aunque muchos compañeros le piden que se reelija puesto que en su gestión se pudieron llevar varios proyectos productivos, él sabe que la decisión es de la mayoría.
El 31 de julio del año pasado, día de San Ignacio, esta comunidad tuvo su primera fiesta ejidal. Doña Sofía se encargó del asado y las sopitas, en tanto que los ejidatarios llevaron una danza e hicieron baile durante la tarde. Esta actividad, afirman, quién sabe si la harán de nuevo porque doña Sofía quedó muy cansada y además, hay muchos que se mantienen fuera del ejido.
“Le digo, toda la gente ejidataria, toda está afuera, y les concedo razón, todos tienen sus criaturas, todavía y pos aquí no nos mantenemos todos… tengo pensión por el seguro y la del gobierno porque me fui a Monterrey por 24 años siguiendo a mi mujer y a mis hijos”.
Sin servicio de recolección de basura o internet, no obstante se afirma que la calidad de vida es buena porque las mujeres por la tarde se reúnen a jugar lotería o se ponen a tejer para pasar el tiempo en tanto que los hombres han decidido no abrir una cantina ejidal.
Cuatro hermanos, en la independencia
Felicitas Estrada Pizarro y Salvador Izquierdo Martínez también descansaban sentados bajo la sombra de un árbol. Su casa, se ubica en los límites de la pequeña propiedad llamada Cuatro Hermanos, que sólo está separada del ejido El Sol por el tramo carretero.
“Aquí lo que más necesitamos es el agua, toda la vida hemos batallado por ella porque ahí en el ejido tienen agua pero es de ahí para allá. Nosotros no porque no fuimos ejidatarios y pos tenemos vulkas pero aparte de eso jala uno acá y allá, onde la sale el jalecito, al menos mis hijos jalan en pequeñas porque la vulka es jale eventual, a veces hay y otras veces no hay”.
Don Salvador Izquierdo además comentó que cuando llegan los candidatos se les pide ayuda pero se vuelven puras promesas.
“Que van a venir a ver, que nos van a poner a arreglar el papalote, y no, que mejor una solar, y total que como quiera le hacemos. Ahorita tiene rato que nos están trayendo una pip de Parras, vienen cada quince días, como ahorita que estamos esperando porque ya se nos acabó el aguita, a ver si vienen en estos días”.
El señor confirmó que luego los hombres se mueven con sus camionetas para poder llevar agua a casa proveniente de las pequeñas propiedades. Allí se las regalan pero el líquido está muy salado, cargada de arsénico, motivo por el cual para beber deben comprarla de garrafón.
“Ese pozo que allí está nosotros lo hicimos, pero fue allá por el setenta y tantos, y se agotó, entonces el único que la desazolvaba era yo porque entre todos la hicimos pero nada más yo fui el que la cavé, o sea, yo la hice y entonces se enzolvó porque está muy honda y lo que se requiere es que la escarben. Ahora ya tienen miedo de bajar y a esta edad, a veces me enojo porque me pregunto cómo es que no van a poder bajar, pero los muchachos ya no quieren trabajar”.
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