HISTORIA
Antes de que el covid-19 llegara a Hidalgo, Patricia Castillo y su esposo, se levantaban a las 6:00 de la mañana para almacenar y ordenar cada producto que sería utilizado para la venta en un comedor escolar, en Tulancingo, y a las 7:00 de la mañana, comenzaban a preparar los alimentos que degustarían niños, niñas y adolescentes en una escuela del municipio.
Después de servir a las y los menores, guajolotes, tortas, pambazos, tacos dorados, fruta picada, sándwiches de diferentes estilos, aguas de sabores y demás productos, a más de 45 días de que fue decretada la Jornada Nacional de Sana Distancia, para evitar el contagio del covid-19, sus vidas han cambiado.
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“Ha sido muy difícil, nosotros hemos estado viviendo de unos pocos ahorros y hemos hecho por vender comida a domicilios, nos estamos dedicando a hacer pedidos de lo que sea, ya no me doy mi paquete, si me piden tamales se los hago, si me piden paella, también, además me han solicitado mariscos, los hago, pero el problema es que la gente ya no está pidiendo últimamente”, expresó Patricia.
Durante 20 años, Patricia ha estado a cargo de un comedor escolar, su vida ha estado rodeada de niños, niñas y adolescentes que, como clientes, son buenos consumidores pero también exigentes, por lo que ella les ha realizado alimentos conforme a sus gustos y preferencias, ya que, una de sus mayores pasiones es cocinar.
“Nosotros hemos trabajado en diferentes cafeterías, nos hemos dedicado 20 años trabajando en las escuelas y es la primera vez que vivimos una situación así, porque en el 2009 tuvimos una inundación en Tulancingo y dejamos trabajar como 15 días, pero no pasó nada.
“Además, la gente piensa que si tu tienes a tu cargo un comedor escolar te vuelves millonario, pero es mentira, se gana bien porque es un negocio y así como se gana se paga, porque es diario, pero nosotros pagamos a la quincena, pero se trabaja mucho y, afortunadamente, tuvimos algo de ahorros con lo que estamos viviendo, además de hacer pedidos de comida a domicilio, a todo le entramos”, señala.
Asegura que, antes de la contingencia sanitaria, llevaban productos hechos en Tulancingo a la Ciudad de México para vender los fines de semana, además de atender entre semana el comedor escolar, “pero ahorita no lo estamos haciendo porque también nos da miedo contagiarnos, sobre todo porque cuidamos a mi nieta, porque mi hija trabaja en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), así que hemos llevado al pie de la letra el quedarnos en casa”, expuso.
Los comedores escolares son parte de la vida de Patricia, quien tiene 52 años, ya que asegura “no es sólo vender, además convivimos con ellos, algunos niños o niñas nos platican de sus problemas, de sus vidas y también los escuchamos, por lo que ahora tampoco podemos hacer eso”.
Patricia ha roto su rutina, de trabajar durante el tiempo de clases en la escuela, así como después de concluir su jornada para lavar trastes y preparar algunos productos que requería para preparar los alimentos, como salsas, desmenuzar el pollo y el queso, picar fruta, pero ahora, además del miedo de salir a la calle, su situación financiera se hace cada día más precaria, debido a la nulidad de las ventas.
“Es un gran miedo saber que existe el contagio y lo económico, es desesperante, porque nosotros tenemos que seguir pagando nuestro carrito, que nos ayuda para trabajar, pero de pronto ya no ganamos nada y nuestros gastos siguen igual”.
“Nosotros salimos el 17 de marzo, pero nos dijeron que regresábamos el 20 de abril, pero cuál, ya nos dijeron que para el primero de junio pero he estado leyendo en las redes sociales que puede ser hasta julio y ahora sí, la angustia creció y no sabemos para cuándo regresaremos a trabajar”, concluyó.