Por mucho tiempo el duelo estuvo limitado sólo a la pérdida de una persona, pero con el tiempo se ha reconocido que no sólo está relacionado con la muerte, sino también con un divorcio, una separación, la pérdida de una casa o de un trabajo, pero ahora que los animales de compañía se han convertido en parte importante de nuestra vida, ya se considera la pérdida de los seres sintientes.
El tema nunca será menor cuando se trata de nuestro bienestar, sobre todo después de perder lo que consideramos importante en nuestra vida, ya sea por el valor emocional, el tiempo compartido, la importancia e impacto en el día a día, por lo cual resulta importante considerar del tema y hablar con una experta, certificada, como es el caso de Alejandra Sánchez Cuevas.
¿Quién es Alejandra Sánchez Cuevas?
Su ingreso al mundo de la tanatología empezó hace 17 años, cuando hizo su primer diplomado con el fin de superar sus pérdidas, pero desde ese momento y hasta la fecha sigue en continua y constante preparación; toma cursos, seminarios, diplomados, todo lo nuevo que sale al respecto.
“Tengo dos certificaciones, una es coaching tanatológico y la otra es en consejería tanatológica. Estoy certificada y así me verás siempre estudiando, ahorita estoy en un curso de acompañamiento espiritual y en septiembre voy a un curso de actualización de herramientas tanatológicas para conocer todo lo nuevo que sale”, informó.
La razón de seguirse preparando es porque sabe la responsabilidad que implica dar acompañamiento a las personas en momentos cruciales, pues no sólo ofrece el apoyo de manera particular, sino también grupal, en un salón en Capultitlán, donde se reúnen el primero y tercer sábado de cada mes, de las 10:00 a las 13:00 horas.
Se encuentran a dos cuadras y media de la calle principal. Se puede llegar por Adolfo López Mateos y dar vuelta a la izquierda, a dos cuadras y media está el número 327. Ahí se imparten pláticas, talleres, se ayudan, se ofrece contención y estudios especializados en desarrollo humano.
“Yo soy la persona que les da el apoyo tanatológico. Tenemos psicólogos. Hay un grupo que se llama Aspe, de mujeres, que imparten pláticas sobre desarrollo humano. Leemos libros, hacemos dinámicas y utilizamos diversas herramientas. En marzo cumplimos dos años. Empezamos cuatro personas y ya somos 23. El grupo se va renovando porque cuando la persona ya se siente bien puede retirarse, otros siguen para apoyar a quien llega y así se integran nuevas personas”, dijo.
El contacto con la tanatóloga puede ser directamente en el salón, los días de trabajo, o en Facebook como 'Tanatóloga Mari Ale Sánchez' y a través de mensaje, en el número 72 2244 1838.
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La pérdida de un lomito
Alejandra Sánchez indica que los animales de compañía cobran cada vez más importancia porque los matrimonios van a la baja y en ocasiones ya no quieren tener hijos, prefieren volcar su amor en un lomito, un michi o algún otro.
Ahora, los perros no son un aliado para cuidar la casa, ni para comerse los desperdicios, sino que son parte de la familia, son tomados en cuenta en todo momento y están presentes en los mejores y peores momentos.
“Juegas con ellos o con ellas, pláticas, te ríes, los abrazas, sientes esa tranquilidad y paz que irradian. Cada uno tiene su personalidad, pero no te hacen escenas de celos, no te lastiman, no te van a abandonar, sólo saben amar, sin esperar nada a cambio; es amor puro”, expresó.
Toda esta relación que surge provoca un dolor muy fuerte cuando ocurre alguna pérdida, porque es alguien significativo en nuestra vida y generan un duelo, igual o parecido a perder un ser querido; eso dependerá siempre de la relación.
¿Hay que buscar ayuda siempre?
Ya no es válido decir “Se murió, no te preocupes, luego de compras otro”. Es necesario respetar el dolor ajeno.
Tampoco se trata de buscar ayuda siempre o en todos los casos. Ello dependerá de lo complicado que pueda resultar para la persona superarlo, pero si es necesario reconocer cuando se necesita apoyo, sin que de pena, porque cada caso e historia es distinta y depende mucho de las condiciones.
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La ayuda se brinda cuando hay una pérdida muy significativa y la persona no es capaz por sí misma de darle una resignificación. En esos casos hay que respetar sus emociones, no minimizarlo, permitirle llorar, expresar sus sentimientos.
“La muerte de un animal de compañía tiene otra característica, que en ocasiones se piensa que son sustituibles; si se muere tu mamá no vas a adquirir otra, pero su se muere tu perro o gatito piensan que vas a adquirir otro más adelante y vas a llenar ese vacío y las cosas no son así, cada ser es especial y se guarda en el corazón. Puedes tener otro perro o muchos más y los puedes amar igual o más, pero no sustituye nunca al que perdiste”, considera la Alejandra Sánchez.
¿Cuánto tiempo dura el duelo?
Jamás, indica la tanatóloga, nadie te puede decir cuánto te va a durar un duelo. Cuando pierdes a una persona, se dice que un año porque en ese tiempo transcurren las fechas significativas, el primer cumpleaños, la primera Navidad, el día de madre o del padre, pero no por eso termina, en ocasiones se puede exacerbar o resurgir. Cada caso es distinto.
“Con los animales de compañía es igual, depende de cada historia y también de la forma en que ellos parten. No es lo mismo que la partida se da por su avanzada edad, porque alguien lo atropello o le hizo daño, o porque les diagnosticaron una enfermedad grave y fue necesario ayudarlos a partir para evitarles más sufrimiento”, dijo.
Al final cada persona sabe darse cuenta cuándo es normal vivir el duelo y cuándo está costando más de lo debido, cuando no te permite relacionarte con la demás gente, no puedes dormir por las noches, no eres la misma persona. Es ahí cuando hay que pedir ayudar.
¿Es conveniente tener algún ritual?
Cuando alcanzas a despedirte, sea una persona o un animalito de compañía se logra transitar más rápido el duelo, se alcanza la paz porque se logra expresar todo el cariño, decir todo. El dolor no cambia, pero si la circunstancia.
“El dolor no es opcional, lo que sí es opcional es que tú te aferres al sufrimiento, cuando las condiciones no estuvieron muy a favor. Hay circunstancias que atenúan mucho, hiciste todo lo que pudiste con lo que tenías en ese momento y durante el tiempo que estuvieron juntos le diste todo de ti, le trataste bien, hiciste lo posible para que estuviera cómodo y en buena situación. Cuando haces todo eso sí te duele, pero no te quedas con deudas”, abunda.
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Lo conveniente cuando ha sucedido el deceso o la pérdida, es no ponerse a revisar “si yo hubiera hecho esto o no hubiera hecho aquello, porque eso duele mucho, lo que pasó, pasó; ya no hay manera de modificarlo y te castigas mucho cuando dices si lo hubiera llevado a tiempo, si lo hubiera llevado a otro lado y te empiezas a cargar de culpas, sin sentido y sin razón.
“En ese nuevo momento, te puedes dar cuenta de muchas cosas porque las condiciones ya cambiaron, porque ya pasaste por la experiencia, pero la realidad es que todo ha cambiado, incluso ya no se tiene el mismo estado de ánimo que te estaba afligiendo en ese momento y puedes ver las cosas con claridad o de distinta manera. No es justo para nosotros que sobrevivimos a cualquier pérdida que nos volteemos a mirar circunstancias, juzgándonos, porque tenemos una situación particular que ya no tenemos”, añade.
Eso sucede con cualquier separación, incluso una que no sea una muerte, por ejemplo, en el divorcio, donde te regresas y te regresas y solo te castigas.
¿Con quién acudir para ayuda?
En primera instancia se puede obtener apoyo de un tanatólogo y ahí se determina si hace falta el contacto con alguien especializado en psicología y en algunos casos hasta psiquiatría. Hay tanatólogos que tienen especialidad en psicología y viceversa.
¿Hay posibilidades de salir adelante?
La tanatología, indica, te ofrece muchas herramientas y se necesita una sola condición para que pueda salir adelante, y esa condición es que tú lo quieras. Nadie puede ayudar a quien no lo quiera. Una vez que pides ayuda vas sanando poco a poco y eso se puede hacer de manera individual o grupal, con otras personas que han vivido algo similar y te muestran que siempre hay una luz al final del túnel, por más oscuro que se vea.
El ritual de Dracko y Luckye
La familia Hernández ha encontrado consuelo para si y para sus fieles compañeros, a través de un ritual de despedida y agradecimiento. El primero ocurrió con Dracko, un pastor alemán que a los 12 años de vida enfermó de la cadera y luego de la columna, al grado de no poderse levantar, lo cual le ocasionó llagas en su cuerpo y un lamentable nivel de vida porque al no poder probar alimento se desnutrió, por lo que los médicos veterinarios recomendaron dormirlo.
Aceptarlo no fue fácil. En conjunto decidieron que no podía dejar su último aliento en una fría mesa de aluminio. Se armaron de valor, lo llevaron a casa, le dedicaron todo un día, lo ayudaron a comer lo que más disfrutaba. Cada integrante de la familia le habló y agradeció por su cariño, cuidados y alegrías. Se dieron tiempo de apapacharlo y se sintiera cobijado hasta el último segundo. Se formaron en círculo a su lado, todos lo acariciaron justo en el momento que aplicaron la inyección. Esperaron a que cerrara sus ojos y partiera, en medio de dolor que transformaron en amor.
Años más tarde enfermó Luckye, un pitbull gris con blanco, de sólo tres años de vida. Le encontraron un tumor en la cabeza. Aquel ser tan noble ya no lograba sostenerse en sus cuatro patas. Lo medicaron, hicieron todos los esfuerzos posibles, pero no mejoró.
Él puso todo de su parte; cuando lograba levantarse, miraba de lado a su tutora y le sonreía de oreja a oreja, con esos ojos profundos y tiernos. Llegó el momento que no pudo más, se veía molesto consigo mismo por no poderse valerse por sí mismo. Los médicos ofrecieron operarlo, pero sin un mínimo de garantías, podía morir en cualquier instante. El medicamento que le daban cada vez era más fuerte y sin efectos positivos. La única opción fue ayudarlo a dormir ese cuerpo que ya no respondía, dejar libre su alma. Eran momentos difíciles para la familia por otras pérdidas, su compañera humana estuvo con él en todo momento, hasta que su recuerdo se hizo eterno.
PNMO