Hace 50 años, los anuncios publicitarios en las páginas de El Diario de Monterrey capturaban no solo los productos y servicios de una época, sino también los anhelos, estilos de vida y transformaciones de una sociedad que se abría paso entre la modernidad y las tradiciones.
En esas páginas, los lectores podían encontrar desde marcas reconocidas a nivel internacional hasta negocios locales en busca de conectar con las necesidades de la vida cotidiana de los regiomontanos y proyectar un ideal de progreso.
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La publicidad en aquellos primeros años era directa y franca, un reflejo de la época donde los mensajes comerciales no temían aludir a productos que hoy tienen menos posibilidades de promoción en la prensa escrita, como el alcohol y el tabaco, y que en ese entonces eran probables símbolos de estatus y sofisticación.
En cada anuncio se podía entrever el pulso de una sociedad cambiante, que experimentaba los efectos de la globalización y el crecimiento urbano, al tiempo que mantenía firmes sus raíces y tradiciones.
Los mensajes publicitarios de grandes almacenes y tiendas departamentales eran el escaparate de las tendencias y modas que marcaban la pauta en Monterrey. Las ofertas de electrodomésticos, ropa y novedades capturaban la atención de las familias, que encontraban en estas páginas una promesa de calidad y modernidad.
Antes de las videollamadas
En una ciudad con un marcado carácter empresarial, las páginas de El Diario de Monterrey incluían anuncios que promovían servicios tecnológicos que, para la época, eran innovadores.
Tal era el caso de la empresa Enlaces Radiofónicos SA, que ofrecía un esquema de “radios buscapersonas”: “Libérese de su teléfono... nosotros nos encargamos de localizarlo y de comunicarle en forma directa, exclusiva e instantánea, todos y cada uno de los mensajes que usted necesita saber, a través de nuestros radioreceptores de bolsillo buscapersonas”, era su promesa de venta. Sí, ni más ni menos que el abuelo del bíper y el bisabuelo del teléfono celular.
Entre los anuncios más destacados se encontraba también uno de Aeroméxico. Curiosamente, esta publicidad no vendía boletos de avión ni promocionaba rutas vacacionales, sino que era un homenaje a los agentes de viajes, resaltando el valor de su trabajo como facilitadores del mundo. Era una publicidad que apelaba más a la empatía y al respeto que a la venta directa, reflejando así una época en la que la construcción de marca era un proceso más lento y cercano, en la que la conexión emocional con el cliente se cultivaba con paciencia.
Su agente de viajes “es la más valiosa conexión entre usted y todas las pequeñas eventualidades de su viaje. Nosotros casi no podríamos vivir sin él”, reconocía en aquellos días la firma aérea.
De modernidad y luto
La tecnología, aunque limitada comparada con la actual, también aparecía en los anuncios, donde las soluciones de entretenimiento y los electrodomésticos más novedosos del momento destacaban como auténticas maravillas.
La marca Philips, por ejemplo, ofrecía ventiladores para combatir el intenso calor regiomontano, con precios entre 22 y 29 pesos, y una atractiva promoción que incluía un juego de vasos gratis en la compra de uno de estos aparatos. Por otro lado, para quienes buscaban un acercamiento con el mundo a través de las noticias y el entretenimiento, la tienda Productos Eléctricos promocionaba para sus tiendas de Madero, Padre Mier y el Centro Comercial Mitras, un televisor Philco portátil —“para ver en el jardín sus programas favoritos”— a un precio reducido de 2,995 pesos, desde uno sin descuento de 3,895.
La sección de esquelas, profundamente significativa para todas las épocas, constituía otro universo dentro de la publicidad. Cada anuncio reflejaba un respeto solemne hacia quienes ya no estaban, con citas bíblicas y súplicas a los lectores para elevar una oración por las almas de los difuntos.
“Ayer a las 8 horas durmió en el Señor, para despertar en la Mansión de los Bienaventurados el señor Don Baltazar Muñoz Castillo a la edad de 72 años. El Señor le dirá: Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”, era el estilo narrativo de las condolencias que reflejaban la conexión profunda entre El Diario y su comunidad, un recordatorio de la importancia de la memoria y el respeto en el duelo.
El azul y oro presentes
La vida académica también tenía su lugar en las páginas de El Diario de Monterrey. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), por ejemplo, publicaba anuncios a media plana en los que alertaba a los estudiantes de Nuevo León sobre la falta de cupo en la carrera de Medicina, avisándoles que solo recibiría solicitudes de aquellos aspirantes de estados en los que no se ofreciera dicha profesión.
“Se comunica a todas aquellas personas que hayan realizado estudios de bachillerato en planteles ubicados en esta entidad federativa, que la Universidad Nacional Autónoma de México no puede aceptar solicitudes de primer ingreso a la carrera de Medicina para el año académico de 1975 que se iniciará el próximo mes de marzo, debido a que no existe cupo en su plantel correspondiente y que está saturada la capacidad de los recursos para la enseñanza de la clínica, especialmente de las camas-hospital y de las facilidades que se requieren para las prácticas hospitalarias, en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México”, señalaba el aviso publicado.
Con claridad, el mensaje daba cuenta que ya desde hace medio siglo México enfrentaba el fenómeno de la saturación académica, hecho que muestra cómo algunas preocupaciones educativas han sido constantes a lo largo de los años.
El turismo también tenía un papel importante en la publicidad de El Diario de Monterrey hace 50 años. Los anuncios de bienes raíces en la Isla del Padre, Texas, promovían esta zona como el destino vacacional ideal para las familias regiomontanas, destacando la posibilidad de adquirir condominios con muelle propio, una oferta que resonaba en la mente de quienes buscaban una escapada de lujo en un entorno exclusivo.
“Su amigo Armando García en la Isla del Padre tiene una sorpresa para usted en el nuevo fraccionamiento South Padre Marina, con condominios en muy buenas condiciones de trato, con dos o tres recámaras con su muelle propio”, decía el mensaje que se acompañaba de una imagen del desarrollo vacacional.
Así se reflejaba el inicio de una cultura de inversión en bienes raíces vacacionales, que fue en aumento con el tiempo y que reforzaba la identidad de Monterrey como una ciudad que valora las experiencias de calidad para sus ciudadanos.
Recorrer los primeros anuncios publicitarios de El Diario de Monterrey es como hojear un álbum de recuerdos de una época que, aunque nos parezca lejana, permanece viva. En esas páginas quedó plasmada la historia del desarrollo de una ciudad en pleno crecimiento y modernización.
Aparentemente efímera, aquella publicidad nos habla de una época particular y nos permite vislumbrar cómo ha cambiado la sociedad en sus gustos, aspiraciones y necesidades.
Esas páginas muestran la evolución de la tecnología, el cambio en los estilos de vida y el paso del tiempo en los intereses y preocupaciones de la gente.
En última instancia, la publicidad en El Diario de Monterrey hace 50 años no solo era un vehículo comercial, sino también una cápsula del tiempo que aún hoy sigue narrando la historia de una comunidad.