Cada mañana, como lo hacía desde su niñez, José Eliseo Uicab Ay sale de casa antes de que los primeros rayos del sol iluminen la milpa donde cultiva el sustento básico de su familia, que logró convertir en una fuente extra de ingresos gracias a la incorporación de técnicas para mejorar el sistema tradicional de producción de las comunidades rurales mexicanas.
El recorrido implica caminar unos dos kilómetros por un sendero estrecho entre árboles de la selva baja que caracteriza el oriente del estado de Yucatán, hasta el área donde el campesino de origen maya ha logrado duplicar su cosecha de maíz, además de mejorar las de calabaza y frijol, y sumado al proceso la crianza del cerdo pelón, una raza endémica de la región.
Hasta hace dos años, la producción milpera promedio de José Eliseo alcanzaba unos 580 kilos de maíz por hectárea. Actualmente, tanto él como otros productores rurales mayas de la comunidad de Colonia Yucatán, en el municipio de Tizimín, cosechan poco más de una tonelada por hectárea.
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Mejorar la milpa, la clave de un proyecto internacional de apoyo al sector rural
Además de ese sistema tradicional de los pueblos originarios de México -basado generalmente en el cultivo combinado de maíz, frijol y calabaza-, la siembra del campesino yucateco incluye sandías, tomate, papaya y limón persa, lo cual le permite obtener forraje de los tallos secos de las plantas que produce, para alimentación de los cerdos y algunas ovejas.
Llegar a ese modelo de producción no fue producto del azar, sino del apoyo que recibe desde que tuvo contacto con Heifer México, una agencia de desarrollo que lucha contra el hambre a través de mejorar las formas de producción de alimentos en el sector rural.
El objetivo principal es capacitar a productoras y productores del campo para incorporar técnicas mejoradas de manejo animal y de cultivo sostenible que permitan aumentar los rendimientos de la milpa y como resultado de esto garantizar el sustento alimentario familiar y la obtención de un ingreso extra con la venta o intercambio de los excedentes.
“Con la capacitación que recibimos hemos logrado incrementar nuestro cultivo de 580 kg a más de una tonelada de maíz por hectárea. Y sentimos los beneficios tanto para los cultivos como para los animales”, dijo José, de 35 años, padre de tres niños pequeños.
“Aumentar nuestra producción de maíz también significa mejorar la reproducción de nuestro ganado. Aprendí a manejar el campo de una manera que ayuda a ambos”, añade José Eliseo, quien forma parte de las más de dos mil familias campesinas beneficiadas por el programa Milpa for Life, implementado por Heifer México y financiado por la Fundación John Deere, en Campeche y Yucatán.
Milpa por la vida (Milpa for Life) es un prorama que busca aliviar los obstáculos que enfrentan los hogares rurales, en su mayoría indígenas mayas, en ambos estados: el hambre debido a la subproducción, mala nutrición por falta de proteínas de origen animal y escasos ingresos debido a la falta de acceso al mercado.
El programa es particularmente importante en México, donde la población rural representa aproximadamente dos tercios de la población que vive en extrema pobreza en el país, que a su vez está principalmente representada por comunidades de pueblos originarios: seis de cada 10 habitantes indígenas del país son extremadamente pobres.
"Sabemos por investigaciones que el crecimiento en el sector agrícola puede aumentar los ingresos de las familias pobres, dos a cuatro veces de manera más efectiva que otras industrias”, dijo Marlen Rubio, Directora del Programa Rural Roots, exclusivo de México.
“Nuestros esfuerzos aquí están en línea con este espíritu. Creemos que las familias campesinas están en mejor posición para alimentarse a sí mismos y a sus comunidades como mecanismo para superar la pobreza y el hambre”, añadió.
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Cuidar la tierra porque es la fuente de la vida
En la misma comunidad, Hilaria Poot Dzul, una campesina de 37 años, a menudo luchaba por cultivar suficiente maíz para alimentar a su familia, pensando siempre en alguna forma que le permitiera preservar las condiciones de la tierra de su parcela, para no agotar su riqueza natural.
Muchas familias campesinas enfrentan ese desafío sumado a un clima que se vuelve impredecible y afecta las cosechas, con la consecuente amenaza para la seguridad alimentaria. El uso de pesticidas y fertilizantes industriales que pueden ser un apoyo en esos casos, implican a largo plazo afectaciones a la fertilidad de la tierra y a la salud del ganado que consume el forraje producido en la milpa.
Por eso el modelo de Heifer México se basa en el uso de fertilizantes naturales: “al usarlos podemos ayudar a la tierra”, señala Hilaria quien junto a su familia aprendió a producirlos con los mismos recursos que provienen de la producción de sus alimentos.
“De esta manera alimentamos a las plantas, pero también ahorramos dinero al no comprar más (fertilizantes industriales). Fabricamos el fertilizante natural y lo aplicamos al tallo de las plantas, lo que ha dado lugar a mejoras”, expresa Hilaria.
Esta mejora en la producción de la milpa también impacta en la salud emocional de su familia que antes era afectada por la ansiedad que sentía al tener que comprar maíz cuando la cosecha no era suficiente para el sustento de su hogar.
"Solíamos tener que comprarlo y siempre comprábamos menos de lo que necesitábamos porque era muy caro. Ahora podemos ir a la milpa, cosechar el maíz y prepararlo nosotros mismos para dárselo a nuestros hijos. Esa es la mayor diferencia”, destacó Hilaria.
Hasta la fecha, la intervención directa en apoyo a familias como las de Hilaria y José Eliseo ha resultado en un aumento del 75 por ciento en promedio –de 630 kilos a 1.1 toneladas por hectárea. Durante los tres años del proyecto, las cosechas de todas las comunidades beneficiadas suman más 216 toneladas de maíz nativo.
Como mujer en la agricultura, esto es de particular importancia para Hilaria. A pesar de constituir 43% de los trabajadores agrícolas en todo el mundo, las mujeres a menudo carecen de acceso a la capacitación y las herramientas necesarias para mantener la seguridad alimentaria de su familia y hacer crecer sus agronegocios.
Con el apoyo adecuado y un acceso equitativo a los recursos como sus homólogos masculinos, las mujeres podrían alimentar a un grupo adicional de 150 millones de personas, según la Organización para la Agricultura y la Alimentación.
“En la agricultura familiar rural las mujeres participan en actividades productivas, sin embargo, su participación no es suficientemente reconocida y su intervención muchas veces es un trabajo no remunerado y no visto”, afirmó Isabel Ruíz, gerente de capital social de Heifer México.
En México, 14,7 millones de mujeres viven en localidades rurales, representando casi el 23 por ciento de todas las mujeres del país y el 12% de la población total de México.
"Heifer reconoce el importante valor de la participación de las mujeres, así como el desafío de fomentar espacios de equidad en diferentes actividades. Estos esfuerzos tienen que ver con la libertad de decidir y actuar por el futuro de ellas mismas, de sus familias y su comunidad”, aseveró.
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LMCT