En lo más alto del monte y rodeado de pinos, fresnos, truenos, ciprés y oyamel de más de 15 metros, se ubica el ojo de agua de San Pedro, uno de los mantos acuíferos más importantes de San Miguel Mimiapan, de las cuatro comunidades más grandes de Xonacatlán, a una hora de Toluca.
Desde hace mucho, incluso antes de la separación de Mimiapan del municipio de Otzolotepec, aproximadamente en 1643, yace este espacio natural que se ha transformado con el paso de los años y hoy es uno de los principales atractivos turísticos de la comunidad, así como una importante fuente de abastecimiento de agua para los habitantes del barrio de San Pedro.
Mimiapan, que significa “en el río donde hay planta con espina” de acuerdo con el códice Techialoyan, está ubicado a 7.4 kilómetros de la cabecera municipal, tiene casi 5 mil 500 habitantes y en los últimos 15 años se ha caracterizado por albergar el relleno sanitario “Contadero”, al que todos los días llegan cerca de 700 toneladas de desechos de al menos 10 municipios aledaños, como Toluca, Zinacatepec, Temoaya y Lerma; así como por la extracción de arena, grava, piedra, tierra blanca, tepetate en minas y la tierra de monte para jardinería.
Sin embargo, también ha destacado en el mapa por la producción de árboles de Navidad, ya que actualmente cuenta con 30 plantaciones en los pasajes del Conejo, El Coyote, El Órgano y El Potrero; así como por su ojo de agua, que desde abril de 1983 fue convertido en una alberca natural, gracias al entonces alcalde Eliseo Rosales Linares.
Alberca natural
Ubicada frente a la capilla de San Pedro la alberca, con un diámetro aproximado de 36 metros, es abastecida por el agua que brota de la montaña y cuenta con la infraestructura necesaria para bombear el agua a los lavaderos comunitarios y el pozo del agua que abastece a la comunidad.
En el centro hay un islote empastado, con bancas y árboles, ideal para descansar y contemplar el paisaje.
Ahí se ubican las escaleras para ingresar a la alberca que en su parte más alta tiene 1.80 metros, mientras que en la parte más baja un metro.
También cuenta con un puente colgante de madera reforzada y soportado por cables; su construcción se llevó a cabo entre 2016 y 2019 y resulta atractivo para chicos y grandes, pues atraviesa al manantial.
Tan cerca y tan lejos
En el exterior se ubica una cancha de usos múltiples que, los fines de semana, sirve de punto de reunión para los jóvenes, así como unos lavaderos comunitarios que permiten a los habitantes asear su ropa. Aprovechan un ramal de agua para no ensuciar la alberca y el pozo.
“Desde que era niña venía a lavar mi ropa aquí, hincada en una piedra, ahora lo hago en los lavaderos que arreglaron hace dos años”, refiere Isabel Mendieta, vecina.
Pese a que el agua brota noche y día, irónicamente muchos vecinos del barrio de San Pedro carecen de ella, pues el Comité responsable del pozo solo le surte a quienes están al corriente en sus pagos, o bien, son sus familiares. “Vengo hasta acá porque en la casa no tenemos agua, los del Comité le dan agua a quienes quieren desde que me acuerdo ha sido así”, dice una vecina de 78 años.
Luis Alberto, del barrio de San Juditas, es otro de los vecinos que acude cada tercer día a recolectar agua para las labores del hogar. “Me llevo entre cinco y siete garrafones, me duran tres días porque la usamos para la ropa, la comida y las cosas de la casa”, plática acompañado de su hermano e hijo, quienes suben los garrafones a una camioneta.
Semana Santa
Durante todo el año este lugar es visitado por habitantes de comunidades cercanas, sin embargo, tiene su mayor aforo en Semana Santa, cuando cientos de personas buscan darse un buen chapuzón, aunque el agua este fría, entre 3 y 5 grados; para después caminar hacia la parte alta del cerro, donde, pese a las viviendas edificadas, el bosque conserva su belleza.
Aunque en los últimos dos años los festejos por el Sábado de Gloria se suspendieron por la pandemia, los vecinos esperan que en esta ocasión haya más personas tras su reapertura.
MMCF