“Copy-paste”; del sutil arte de tomar como propio lo ajeno: Elizabeth de los Ríos

En el mundo de lo virtual se conoce como “copy”-“paste”, en otros sitios como “plagio”.

“Copy-paste”; del sutil arte de tomar como propio lo ajeno | Especial/Archivo
Elizabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Anáhuac México | Especial
Puebla /

En el mundo académico -y el no académico- pululan escritos que pretenden pasar como originales pero en realidad no son sino copias, parafraseadas en el mejor de los casos, de otros autores que sí se tomaron el tiempo y esfuerzo para producir y poner en papel una idea original. En el mundo de lo virtual se conoce como “copy”-“paste”, en otros sitios como “plagio”.

Lo frecuente es encontrar estos atrevimientos entre quienes aún se encuentran en etapa de formación, bien sea ignorancia de la gravedad del acto y su indamisibilidad ética o bien como el inocente deseo de ser como alguien más de tal manera que, como afirma Héctor Aguilar Camín en su obra Plagio, pueda resultar hasta romántico en función de denotar una actitud de admiración hacia alguien o hacia su estilo de escritura o de pensamiento. Lo menos frecuente pero aún más grave es encontrar estos engaños entre los ya formados, es decir, entre académicos, personajes públicos o intelectuales de talla, ahí el acto no está atravesado por la espada de la inocencia sino de la malicia y del dolo.

Aquí, el plagio resulta ofensivo por no darle crédito al verdadero autor de la frase, imagen, palabras, tesis, estudio o lo que resulte del arduo trabajo de pensar y de producir lo que se piensa. Peor aún, cuando ese engaño pasa inadvertido por el resto de la comunidad académica y científica. y sirve como escalera de ascenso a puestos o títulos a los que el que el autor original jamás tuvo acceso.

En este sentido la ofensa va más allá del nombre omitido y se encaja ahí donde está el tiempo y el ejercicio riguroso de un pensamiento sólido que dé cuenta suficiente de la realidad que observa o que se deja atrapar por este, es decir, el plagio no es sólo el robo del nombre o una usurpación del honor, el plagio es un delito que secuestra tiempo, esfuerzo, fama y honor y en eso consiste lo intolerable de su puesta en práctica.

El que plagia no sólo engaña a los demás sino que se engaña a sí mismo, está vacío: vacío de ideas, carente de palabras, desposeído de pensamientos, permanece extraño a sí mismo y no logra conectar con su ser, por eso necesita tomar la esencia de otros pero es lo suficientemente cobarde como para esconder su admiración en la coraza de su falsa reputación.

El que plagia es un infame cazador de originalidades que, precisamente por ser advertidas como tal, dejan de serlo cuando se reproducen. Walter Benjamín en su ensayo 'La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica', advierte uno de los peligros de la reproducción de obras artísticas: la pérdida del aura. Benjamin no está hablando de plagio sino de reproducción técnica masiva y es que él percibe que, en cada obra más allá de las composiciones y de las técnicas, lo que se plasma es el mismo autor; así, en la quinta sinfonía de Beethoven no es la melodía lo que cautiva sino Beethoven mismo haciéndose presente en cada nota o bien la Noche Estrellada de Van Gogh no es valiosa por la combinación de azul con amarillo ni por las revueltas pinceladas que dio el pintor en el lienzo sino que en ella se revela Van Gogh mismo y por eso cuando vemos la obra o escuchamos la sinfonía vibramos de la misma manera que el autor mientras la hacía. Esto es el aura a la que se refiere Benjamin. Cada obra lleva impreso a su autor.

En este sentido, reproducir la obra masivamente hace perder esa aura y desvanece la esencia del autor. ¡Cuánto más en un plagio donde ni si quiera se otorga el crédito de originalidad correspondiente!

En un plagio no se roba sólo la obra, la frase, la palabra, la idea, el argumento o el resultado, lo que se hurta es al autor mismo y por eso es un rapto que no debe ser tolerado y sí denunciado y descubierto.

Sólo aquel que no tiene la altura intelectiva o imaginativa suficiente se atreve a tomar como propio lo que es ajeno. La capacidad de pensar y de pensar creativamente no es sólo un rasgo más de nuestra evolución humana sino una de las capacidades más excelsas que tenemos pero hay que diferenciar entre tener esa capacidad y decidir usarla, la diferencia se llama plagio.

Con información de: Ma. Elizabeth de los Ríos Uriarte

AFM

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