UNAM crea tecnología para fortalecer estructuras ante sismos

Sirven para edificios, puentes, estadios, aeropuertos u hospitales; toman hasta 70 por ciento de la energía que el fenómeno produce.

UNAM toma en consideración condiciones de México para la tecnología ante protección por sismos. (Cuartoscuro)
Blanca Valadez
Ciudad de México /

Expertos del Instituto de Ingeniería (II), de la UNAM, desarrollan disipadores de energía sísmica con lo que lograrán que las estructuras de las construcciones no se dañen con los terremotos, aún con los de mayor magnitud.

El equipo encabezado por Héctor Guerrero Bobadilla desarrolló los innovadores dispositivos que tienen ventajas como su costo, el que se pueden instalar en construcciones existentes o nuevas y, en algunos casos, no necesitan reemplazarse, debido a su gran capacidad de disipación. 

Esta tecnología permite ahorros cercanos a 10 o 15 por ciento con respecto a sistemas estructurales convencionales ya que permite usar materiales de manera más eficiente, sobretodo seguras ya que una parte está dedicada a resistir el peso del edificio y la otra a tomar las acciones sísmicas, explicó Guerrero Bobadilla.

A diferencia de otros disipadores de energía sísmica que se emplean en Japón y Estados Unidos, los universitarios se distinguen porque toman en cuenta las condiciones específicas de México; por ejemplo, los movimientos sísmicos de suelos blandos de la Ciudad de México.

En 2016, Guerrero Bobadilla comenzó a realizar investigación para que, ante un temblor, edificios, puentes, estadios, aeropuertos u hospitales reduzcan daños de manera significativa.

El primer artefacto que creó, junto con su grupo de trabajo, fue uno de tipo contraventeo restringido al pandeo. Ayuda a reducir desplazamientos relativos en estructuras ocasionados por movimientos laterales.

Se trata de una especie de barras con un núcleo y una “camisa” metálicos, y un relleno de concreto o mortero reforzado que se colocan en cada piso del inmueble, y captan la mayor parte de la energía del temblor, deformándose.

El dispositivo universitario tiene una gran ventaja respecto a otros instrumentos disponibles: muestra físicamente cuándo debe ser reemplazado. 

La innovación fue patentada por el II y se licenció su uso a una empresa a cargo de jóvenes egresados, spin-off, llamada Dampo Systems. En la actualidad se comercializa y se ha instalado en por lo menos 20 inmuebles. Además, la compañía cuenta con certificación ISO-9000; “ello significa que están haciendo bien el trabajo, y que se están protegiendo las edificaciones de manera responsable”.

De igual manera, han desarrollado otros que funcionan con base en un fluido viscoso, de forma similar a los amortiguadores de los autos, cuyo objetivo también es atenuar la energía sísmica. “Estamos haciendo pruebas en el laboratorio para validar su comportamiento”, acotó.

Se les adaptan accesorios adicionales de disipación, lo que los convierte en “un sistema totalmente novedoso que conjunta dos fuentes de disipación de energía con propiedades muy diferentes una de la otra, por lo que se vuelve muy eficiente”, destacó Guerrero Bobadilla.

A ello se suma el trabajo con un estudiante de doctorado para crear disipadores para las conexiones prefabricadas entre trabes y columnas, que son elementos esenciales en las edificaciones. Luego de cuatro años de investigación, se realizó una solicitud de patente que actualmente está en proceso.

El experto detalló que aun cuando existen dispositivos similares en el mercado, estos se usan normalmente en construcciones de acero; no obstante, hacía falta uno para el concreto, uno de los materiales que más se emplea en México.

Tecnología de protección sísmica.

De forma adicional, el equipo de universitarios utiliza el principio de los frenos de los automóviles, es decir, la fricción entre materiales, para obtener otro tipo de tecnología de protección sísmica.

A todos esos tipos de disipadores se agregan los aisladores sísmicos, donde el edificio está “desconectado” del suelo, y se apoya en sistemas flexibles que permiten un desplazamiento lento de la estructura, aunque el suelo se mueva mucho debido al terremoto, lo cual reduce los daños. En este caso es mejor utilizar la tecnología en construcciones nuevas, porque es un reto técnico que resulta costoso para las ya están hechas, dijo.

Las innovaciones disipan tanta energía que no se dañan fácilmente, son estables, y con base en pruebas de laboratorio se ha logrado demostrar que pueden soportar varios terremotos de gran magnitud, a diferencia de elementos como columnas o muros que al afectarse deben repararse o reemplazarse a un gran costo y en tiempos prolongados. 

“Se tiende a pensar que los disipadores son muy caros y por eso no se usan, a pesar de que al instalarlos, gracias a su eficiencia, incluso pueden disminuir la inversión”, enfatizó el universitario.

La energía que libera un terremoto es enorme: uno de magnitud 8.0 es 32 veces más grande que uno de 7.0, que es mil veces más que uno de 6.0; y 32 mil veces más grande que uno de 5.0, y así sucesivamente.

La cantidad que le “entra” a un edificio depende de sus propiedades, como: altura, materiales de construcción, peso, y del tipo de suelo en donde está construido, entre otros; se ha estimado que los dispositivos pueden disipar hasta 70 por ciento de ella.

Artefactos como los contraventeos restringidos al pandeo, que normalmente se instalan en forma de diagonal, funcionan mejor para estructuras de marcos (es decir: elaborados a base de trabes y columnas), ya sea de acero o concreto; “en lugar de enfrentar a un sismo, hay que usar tecnología para ‘esquivarlo’ y evitar que fracture los ‘huesos’ de la construcción”, aconsejó el experto.

La deformación durante un suceso se debe principalmente a dos parámetros: el tipo de suelo y las características de la estructura. Una superficie rígida, como la rocosa de Ciudad Universitaria, se mueve menos; pero en el centro de la capital del país, donde es muy blanda, se amplifica y puede causar daños mayores. Si la construcción y el suelo son flexibles, la primera puede entrar en resonancia, lo cual sería desastroso. Las tecnologías desarrolladas en la UNAM ayudan a evitar esos problemas.

Los disipadores de energía sísmica se colocan donde es más conveniente para el uso de los espacios; en algunos casos se ponen en la fachada porque no invaden áreas interiores, y en otros detrás de un muro falso. Ello depende del proyecto arquitectónico.

PNMO

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.