El derecho a decidir se impone a los rezos (y al patriarcado)

Mientras el Pleno de la Corte discutía sobre la despenalización del aborto en México, dos grupos se encontraban a las afueras del inmueble: providas y religiosos y feministas.

Corte declara inconstitucional penalizar el aborto en México. (Cuartoscuro)
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Pasada la una veintiocho de la tarde, justo cuando el Pleno de la Corte está votando por unanimidad que la penalización del aborto en Coahuila es inconstitucional (lo que perfila que lo sea en todo México), la terapeuta Ana Hernández, promotora de la ley antiaborto en Sinaloa, todavía no sabe a qué instancia jurídica internacional acudiría para intentar revertir lo que, para su mala suerte, es irreversible. 

“Le voy a hablar a los abogados a ver qué se puede hacer, por ahora toca seguir defiendo la vida”, te dice un tanto frustrada, frente al antiquísimo edificio donde acaba de suceder la votación histórica.

El edificio de la Corte queda en la calle Pino Suárez y sobre ella hay una treintena de católicos provida que protestan, sujetando imágenes de distintas vírgenes, y que celebran una suerte de misa, cuyo soundtrack está atestado de padres nuestros y de melodías que amonestan a los pecadores o que recompensan a los buenos cristianos.

Ana, que se considera una buena cristiana, se queja contigo de que “la Corte violente la soberanía” de los estados, pero tú la interrumpes para avisarle que muchísimas mujeres, en este preciso momento, están festejando en redes sociales la decisión de la Corte.

“Si yo fuera mujer estaría celebrando el derecho a decidir”, le dices.

“Pues yo atiendo y acompaño a mujeres que abortaron y todas están arrepentidas porque el aborto es un duelo”, te responde mientras se quita el cubrebocas azul para que la escuches mejor. Según Ana, la declaratoria de la Corte también está cargada de ideología. “La Corte anda promoviendo conferencias sobre los vientres de alquiler, es una Corte que está mercantilizando a la mujer, en vez de protegerla”, te dice y tú no sabes si está hablando en serio, sobre todo cuando te dice que “es más peligroso el aborto a los 12 años de edad que tener el hijo”.

A unos metros de Ana, con micrófono en mano, está Manuel Granados, un joven vestido de negro que pertenece a una asociación llamada Vanguardia Juvenil. Según Manuel, “la mayoría de los jóvenes en México” son provida. Por eso mismo, ahora que está encarrerado en su discurso, promete que habrá una revolución. “No será pintando las calles ni destrozando monumentos, sino será fomentando la vida”, se desgañita y luego advierte que “la gente que trabaja para la dignidad humana” castigará en las elecciones a quien apoye el aborto. (Quizá por eso el presidente López Obrador rehúye hablar del tema: porque el aborto no es bien visto en el país de la doble moral y del machismo).

Cuando Granados termina su suerte de homilía, le preguntas lo que sueles preguntarle últimamente a los hombres que entrevistas: ¿Cuál fue el último libro que leíste sobre masculinidades? “No niego que existan libros hablando sobre la masculinidad, que es diferente al machismo, pero son teoría y el aborto trasciende los cuerpos”, te responde y a ti te queda claro que a Granados bien le haría leer. Seguro dejaría de protestar o de debatir sobre el aborto, un tema que únicamente les concierne a las mujeres. Que los ministros voten leyes para mujeres también es muy patriarcal.

Quien sí ha leído sobre masculinidades es Jorge Vera, otro de los católicos manifestantes. “Masculinidad pura”, el último libro que leyó, tiene un propósito: “(…) ayudarte a escoger el bien y vivirlo de verdad. No es una condena, sino un desafío a aceptar las exigencias de la auténtica hombría, y al hacerlo, llegar a ser una bendición para las mujeres y una imagen visible del amor de Dios Padre”, dice la presentación del libro y ya desde ahí uno sabe que no hay que seguir leyendo al tal Jason Everet, el autor.

Jorge tiene 31 años y está protestando porque “no acepta más muertes entre mexicanos”. Dice que trabaja a favor de las mujeres, que las respeta, pero su buena onda hacia ellas llega hasta “cuando se meten con otra vida”. Según Jorge, una buena solución para quienes no quieren ser madres es dar en adopción a su hijos o recibir ayuda económica y sicológica.

¿Y esa también es tu solución para las niñas que se embarazan por violación? —le preguntas—. ¿Tú crees que esas niñas están listas para la maternidad?

La violación es un accidente. Es como cuando pasa un temblor: hay que vivir con eso.

Te despides de Jorge no sin antes recomendarle un libro: “Masculinidad Tóxica”, de Sergio Sinay. “La masculinidad tóxica no existe”, te dice mientras posa para que las cámaras lo capten alzando un muñeco de plástico en forma de feto. “¡Déjalo latir!, ¡déjalo latir!”, grita mientras abre y cierra una mano varias veces.

Las cámaras también capturan a aquella mujer de suéter rojo y rosario en mano que maldice la decisión de los ministros. Capturan a aquel hombre que sostiene un par de globos azules, un hombre que está hincado frente al cuadro de la Virgen, como avisándole que algunos de sus hijos la necesitan en la protesta. Y capturan a aquellas mujeres, ya grandes, que rezan el padre nuestro como si lo rezaran por última vez.

Pocas cámaras han captado, sin embargo, a las mujeres que apoyaban la despenalización del aborto. Estaban paradas sobre la calle Corregidora. Eran unas diez, traían pancartas y pertenecían a la Unión de la Lucha Vecinal de Mujeres Del Valle de Anáhuac. 

Gabriela Urbina, la coordinadora, te dijo que ellas asisten a toda protesta social y que, a la manifestación de hoy, se les había invitado asistir a “un chingo” de personas, sobre todo a mujeres. “Pero como son creyentes, a lo mejor por eso no vinieron”.

Esas mujeres se retiraron mucho antes de que se declarara inconstitucional la ley antiaborto en Coahuila. La policía capitalina las encapsuló y ellas prefirieron no arriesgarse. “Al rato vamos a festejar”, te dijo Gabriela y tú te las imaginas celebrando que el derecho a decidir sobre sus cuerpos ha vencido a los rezos y al patriarcado.

Es cierto que todavía más de 20 estados condenan el aborto, pero ahora las mujeres podrán sacar un amparo y no ir a prisión. Y de eso hablabas con Gabriela antes de que se marchara.

FS

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