Carmen falleció de una sobredosis de fentanilo tan solo un día después de recaer en el consumo de estupefacientes y otras sustancias prohibidas y peligrosas. Por más de una década tomó metadona, un opiáceo sintético que, en medicina, se usa para sustituir drogas inyectables en tratamientos de desintoxicación de consumidores de otros opioides. Así fue hasta que en Tijuana se registró el desabasto del medicamento.
La escasez comenzó en noviembre del 2022, cuando Psicofarma, la empresa farmacéutica a nivel nacional que provee el producto, comunicó a las clínicas donde se provee metadona que no lo estaba produciendo. Aseguró que en un mes se solucionaría el problema. Pero un trimestre después, los establecimientos privados sanitarios de Baja California, Sonora, Chihuahua y Ciudad de México siguen esperando el abasto.
Algunas de estas instalaciones cerraron sus puertas. Es el caso de la empresa Profesionales Contra la Adicción, que trabajaba con metadona en cuatro clínicas en Baja California —dos ubicadas en Tijuana— desde hace más de 20 años. Sofía Curiel, la administradora general, relata que los pacientes padecen una crisis desde que inició el desabasto, y dejaron de ser funcionales en su cotidianidad laboral y personal.
Aumenta la demanda de heroína con fentanilo
La inexistencia de metadona se registra en un contexto en el que toda la heroína en la zona de la frontera está contaminada con fentanilo, que también es un opioide sintético, pero muy agresivo, cuyo consumo aumentó 155 por ciento de 2020 a 2021, de acuerdo con la Comisión Nacional de Adicciones (Conadic).
En el último reporte de 2020 del Observatorio Mexicano de Salud Mental y Consumo de Drogas, se documenta que a partir de 2016, en el universo total de la demanda de tratamiento en Personas que se Inyectan Drogas (PID), se registró un repunte en consumidores de opiáceos como heroína.
De 2016 a 2017 el aumento fue de 135 por ciento. Ese periodo marca la llegada del fentanilo a la zona fronteriza mexicana, demanda que se mantuvo sin mucha variación hasta 2020.
Hoy, con el desabasto de metadona, señala Sofía Curiel, se recrudece un lamentable escenario en el que las personas que estaban en tratamiento, algunas de ellas en situación de calle, recayeron en las drogas inyectables. Carmen fue uno de esos casos que terminó en tragedia.
Curiel tiene conocimiento de que al menos 15 pacientes de las clínicas de Profesionales Contra la Adicción fallecieron porque consumieron otra vez dosis de heroína y fentaniloque, en Tijuana, son fáciles de conseguir. Las víctimas del desabasto llevaban varios años tomando metadona y tenían entre 40 y 60 años.
“El desabasto de metadona es a nivel nacional, no hay empatía hacia el adicto. Personas han buscado fentanilo y esto significa sobredosis segura. Es impactante lo que provoca que no haya medicamento”, advierte la administradora del establecimiento Profesionales Contra la Adicción.
Solo dos clínicas de los Centros de Integración Juvenil (CIJ), en Tijuana y Ciudad Juárez, tienen metadona. La producción del medicamento “se vio mermada por una circunstancia de norma”, apunta Raúl Palacios, director de la unidad de tratamiento para usuarios de heroína en el CIJ de Tijuana.
“Algo sucedió con el laboratorio que proveía la metadona a todos los que trabajamos con pacientes en programas de mantenimiento. Solo sabemos que ahorita no tiene la autorización para seguir produciéndola. Así de sencillo”, agrega.
Psicofarma SA de CV entregaba el producto en tabletas. El 22 de febrero de 2023, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) informó que, tras visitas de inspección a sus fábricas en la Ciudad de México, suspendió de manera parcial las actividades del laboratorio farmacéutico por incurrir en irregularidades en la producción de medicamentos para enfermedades mentales.
Se buscó contactar telefónicamente y a través de redes sociales a Psicoforma para preguntar la razón del desabasto, pero no hubo respuesta.
El desabasto de metadona se dejó sentir desde noviembre. Aunque los CIJ en las dos ciudades fronterizas cuentan con el stock necesario para cubrir las necesidades hasta casi la mitad de este año, informa Palacios. En 2022 compraron el aprovisionamiento con base en los pacientes atendidos y se abarcó medio año de 2023 para no generar escasez.
“No tiene nada que ver con que haya una propuesta o lineamiento del gobierno federal, de Cofepris, para solo autorizar metadona a los CIJ. No es que seamos los privilegiados”, aclara el director de la unidad de tratamiento.
Disminuyen los usuarios en tratamiento
La metadona pertenece al grupo de los opiáceos sintéticos y ha sido utilizada por décadas como método eficaz contra las adicciones a los opioides. Es un depresor del sistema nervioso central y su relevancia actual consiste en evitar la muerte del paciente, enfatiza Raúl Palacios. “Evita la posibilidad de sobredosis”, explica.
Es un medicamento de sustitución terapéutica, ambulatorio y que se toma a diario, en pastilla o solución, por un precio de 120 a 180 pesos en clínicas privadas de Tijuana, según los miligramos de la dosis que tome el paciente. Se cambia la vía inyectable por vía oral y el individuo no presenta el síndrome de abstinencia o las molestias por dejar drogas sintéticas como fentanilo.
Los programas de largo plazo de mantenimiento con metadona funcionan mejor, expone Palacios. A nivel internacional suelen ser prolongados –incluso de toda la vida– y la persona puede recuperar su funcionalidad laboral, familiar y social.
La metadona llegó a México en los años setenta para ser medicada de manera privada. En 2001, el CIJ en Ciudad Juárez inició un programa para gente que se inyecta. El clorhidrato de metadona se importaba, pero en los últimos años laboratorios en México empezaron a producirlo.
De acuerdo con información proporcionada por los CIJ, de 2016 a 2022 se atendieron a 4 mil 187 pacientes en el Programa de Mantenimiento con Metadona. Sin embargo, en el transcurso de este periodo se observa una disminución en la cantidad de pacientes. En siete años, el número de usuarios en tratamiento bajó 41.52 por ciento.
En pleno auge del fentanilo en la frontera, “se va en la dirección equivocada, los números del CIJ reflejan fielmente cómo un modelo puede ser muy restrictivo, en estos años hay un incremento de las barreras para que la gente pueda acceder al tratamiento”, analiza Jaime Arredondo, especialista en uso de sustancias e investigador de las organizaciones Verter y Prevencasa, que trabajan con PID en Baja California y que solían canalizar a una clínica de metadona a los consumidores que así lo requerían.
Las asociaciones civiles se percataron de que personas regresaron al consumo porque buscaban jeringas para usar fentanilo o heroína.
Mientras países europeos como Alemania, Suiza y Holanda padecieron en los años setenta y ochenta crisis de opioides, las cuales resolvieron a través de tratamientos con metadona y cuentan con estudios que demuestran que un tratamiento largo es mucho mejor que la prohibición, en México existe “una visión conservadora porque se cree que no se necesita el medicamento para apoyar a las personas”, opina Arredondo, que también es académico en la Universidad de Victoria, en Canadá.
Las personas que ya no están medicadas, confirma el experto, han recaído en el consumo de opioides. “Todas ellas son usuarias potenciales de fentanilo, porque en la frontera ya no hay heroína sin fentanilo. Aumentan las probabilidades de sobredosis y el contagio de otras enfermedades como hepatitis y VIH”.
No contar con metadona, un sinsentido
En este contexto el país, y específicamente la frontera norte, enfrenta una doble crisis de salud pública: no hay metadona para quien desee sustituir el fentanilo y los consumidores recaen por la inexistencia del medicamento.
“Sin embargo, ninguna de las entidades de nivel federal y estatal han puesto sobre la mesa la importancia de la metadona, aunque en este momento miles de personas se enfrentan a la posibilidad de utilizar sustancias y morir”, denuncia Arredondo.
Pero importar metadona lleva tiempo. Cualquier proveedor de Estados Unidos necesita el permiso de Cofepris. Raúl Palacios, director en el CIJ de Tijuana, advierte que es indispensable que otros programas puedan continuar con el tratamiento. Las PID requieren clínicas cercanas a su domicilio.
Algunos pacientes viven lejos de los únicos dos CIJ que hoy cuentan con metadona, pero aun así estos son una buena opción porque acudir a ellos representa un menor costo. La cuota de recuperación, especifica Palacios, es de 40 pesos por dosis, e incluye otros servicios como psicoterapia o exámenes médicos.
“Hay programas que están cerrados, pero que hoy son necesarios porque si no hay metadona, la persona va a buscar heroína y fentanilo”, reconoce el director del CIJ. Existen alternativas de tratamientos de desintoxicación con otros fármacos para personas que se inyectan.
Desde luego, que solo dos CIJ en el país cuenten con metadona es un sinsentido, considera por su parte Jaime Arredondo, “porque las recomendaciones de las Naciones Unidas para atender los problemas de drogas inyectables mencionan a la metadona como uno de los medicamentos esenciales de nuestros países para atender esta crisis”.
El beneficio de la metadona es que la persona con adicción no tiene que sufrir la supresión de la droga.
Los CIJ se adhieren a ciertos estándares, pero Arredondo aclara que no tienen la amplitud geográfica que se necesita y, además, “tienen una visión más restrictiva de cómo usar el medicamento, una de corto plazo o como medio de desintoxicación. La metadona tiene que ser un tratamiento de manutención, sin limitación de tiempo, incluso para ser tomado por el resto de la vida del paciente”.
Es una ironía, sostiene Arredondo, “que se le dé tanta importancia al tema de fentanilo en las conferencias mañaneras [del presidente Andrés Manuel López Obrador], pero con la escasez del medicamento se ha quitado un brazo de atención de política pública. Le dicen a la gente que no usen drogas como heroína o fentanilo, pero no le damos las herramientas para que logre superarlas. Eso es no dimensionar la magnitud del problema”.
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