Hortensia Olvera apenas logra articular dos o tres frases y literalmente se rompe. Es evidente que en su corazón es tan fuerte el deseo de encontrar a su hijo Eduardo Francisco Salazar Olvera, quien cumplirá 50 años el 6 de agosto.
No podrá abrazarle y él no estará junto a ella para agradecer su amor y cariño. No ha estado desde hace más de tres años.
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La mirada de la mujer está fija en algún punto sin observar algo en particular. Busca respuestas y parece cansada, pero no es así. La única debilidad manifiesta a sus 72 años son las lágrimas y los sollozos que interrumpen su historia porque el recuerdo está ahí, vivo… permanente.
Hortensia empieza por la fecha: 22 de febrero de 2017. La anotó en algún sitio mientras trabajaba en la Ciudad de México, el día en que Eduardo fue visto por última vez. Tenía un contrato de trabajo por seis meses y le faltaba un mes para regresar, su hijo lo sabía bien, pero su empleador se negó a permitirle volver a casa. Tuvo que esperar.
“Mi esposo José Marino Camacho y yo éramos los que metíamos dinero a la casa, aunque ahora él está enfermo de diabetes y yo soy la que tengo que solventar. Él fue el único que lo vio la última vez y los vecinos; uno de ellos dijo que lo había visto cuando había pasado por ahí y había regresado y le pregunté si estaba tomado y dijo que no, que andaba vendiendo una chamarra, a lo mejor necesitaba dinero”.
El teléfono se convirtió en su mejor aliado porque así, a la distancia, empezó la búsqueda. Llamó a todos los centros de rehabilitación, mejor conocidos como “anexos”, a los que Eduardo acudía para tratar de enfrentar su problema de alcoholismo.
Problema judicial
Por ahí del año 2010 o 2011, no tiene presente la fecha exacta, Eduardo fue detenido por un supuesto intento de violación, hecho que sorprendió a su familia y a la mayoría de sus vecinos porque era bien tranquilo y, dice Hortensia, “a mis hijos les he enseñado valores y a respetar a las mujeres. A pesar de que tomaba y todo a nadie le faltaba al respeto”.
Los hechos fueron cerca de su domicilio, atrás de la mina del Lobo, en Pachuca. “Ese día que fueron los policías por él. Haga de cuenta que mató. Eran como tres patrullas, todos con armas de fuego. Rodearon mi casa. Se metieron a la brava a sacarlo sin ninguna orden de detención, nada, todo fue rápido y se lo llevaron arrastrando, lo subieron a una patrulla y se lo llevaron allá por el Palmar. Los vecinos salieron para ver por qué se lo llevaban y les gritaban pidiendo explicaciones”.
Una vecina era comandante de la policía, se llama Teresa, cuya hija acusó a Eduardo por un supuesto ataque sexual. La señora que cuidaba a los hijos de Teresa fue a declarar al área de atención a víctimas y su testimonio fue cambiado, porque incluso ella misma negó haber hecho las declaraciones asentadas en el acta.
Cerca de donde supuestamente ocurrió la agresión hay una tienda y el responsable rechazó haber visto algo. Las supuestas víctimas dijeron que habían entrado a su comercio “bien espantadas, llore y llore”, pero el hombre rechazó la versión.
Eduardo estuvo seis meses en prisión y gracias al “pago de una póliza por 5 mil pesos” fue liberado al término de ese tiempo mientras continuaban las investigaciones. Pero ya no había dinero para pagar otra “póliza” y decidió entregarse. Informó de la decisión a su familia. Le acompañaron al penal a presentarse con la juez y platicar lo sucedido y las razones de su presencia ahí.
La juez se sorprendió al escuchar la historia y preguntó por qué simplemente no había huido. Eduardo reiteró que él no había hecho nada, que las acusaciones eran falsas y no tenía razón para escapar. “Él quería ser libre”.
Hortensia afirma que este problema judicial detonó su adicción al alcohol “fue peor el vicio que agarró porque buscaba trabajo y no le daban por la misma situación… le arruinaron su vida”.
Recuerdos… llanto
“Se quedaba en la casa. Se embriagaba y yo pos como madre uno no quiere que les pase nada a los hijos y yo le daba hasta sus 10 pesos para su alcohol porque tomaba alcohol de curación, para que no anduviera en la calle pidiendo y lo fueran a golpear”.
Recuerda que hasta su regreso, un mes después de la desaparición, fue que se reportó el hecho a las autoridades y que la llegada de la Fiscalía es un aliciente “porque se trata de búsqueda de personas, solo a eso se dedican ellos, aunque hasta ahorita no me han dado indicios de nada”. Con personas de la Comisión de Búsqueda de Personas han ido a campo, han visitado reclusorios y tiros de mina a ver si hay algún indicio.
Eduardo estuvo en “anexos” de Tulacingo, Tula, Actopan y Pachuca. Nadie lo ha visto.
El colectivo Buscando nos encontramos Hidalgo la ha apoyado. A todos los miembros les dieron una lona con los rostros y datos de identificación de sus desaparecidos. Colocó la suya a la entrada de su casa, pero “alguien” la dañó. Ya rasgada la reubicó en otro punto de su propiedad. No le consta, pero no duda en afirmar que las mismas personas que denunciaron a su hijo son los responsables. Desconfía de ellos: “algo le hicieron a mi hijo”. Hortensia espera que la búsqueda se reactive a la brevedad.
En Tulancingo, alguien reconoció a Eduardo en fotografía, habían estado juntos en rehabilitación, dijo que “era muy noble y no se metía con nadie”. No dio ninguna pista sobre su paradero.
En Tula dicen que lo vieron por las vías del tren en situación de calle…