El 2 de noviembre es un día especial para los mexicanos, pues marca la fecha en la que celebramos a los difuntos, aquellos que, por diversas causas, tomaron la delantera en esta carrera llamada vida.
En esta fecha, los camposantos se llenan alrededor del país, y el panteón de Mezquitán en Guadalajara no es la excepción.
Hay árboles, criptas, cemento, tierra, cruces, lazos de clausura, pero sobre todo historias, esas mismas que hace la gente y nacen de ellos mismos para vivirse a diario y que ponen el sentimiento a flor de piel.
Tal es el caso de la familia Hernández López, encabezados por doña María López, una mujer de 92 años, que desde muy temprano, cerca de las ocho de la mañana, llegó acompañada de su hija y bisnieto, para pasar un momento con sus fallecidos padres e hijo.
“El primero que llegó aquí fue mi papá, yo tenía 10 años y después de mucho tiempo se murió mi mamá, al último se murió mi hijo, tiene seis años de muerto, de un derrame cerebral", relató María.
Para doña María, llorar y recordar es lo más preciado de poder visitar el panteón.
“¿Qué representa? Pues ver aunque sea el lugar en el que se encuentran, porque es lo único que puede uno, venir y estar un rato con ellos a llorar y a recordar", reflexionó.
En las familias hay opiniones divididas, y para Guadalupe Hernández, hija de la señora María, es más importante estar presente y disfrutar, antes que llorar por los que ya no están.
“Pues decirles que estoy aquí simplemente, ¿verdad? Limpiarles para que no se vea como está todo el panteón, todo acabado, que se vea un poquito limpio por lo menos este día", dijo Guadalupe.
“Realmente, como pensar que voy a llorar y que es una tristeza, no, es un gusto saber que voy a poder estar con ellos un ratito aquí, pero tristeza no, no me da, ellos ya están en otro lugar mejor", opinó.
Ésta es tan solo una de las miles de historias que guardan las familias que visitan los cementerios tapatíos, en los cuales se prueba que no hay edad ni impedimento para convivir en paz con nuestros fieles difuntos.
JMH