En busca de una segunda oportunidad en Guadalajara

Wilfredo, de El Salvador, tuvo que dejar su tierra, a su madre y a sus hermanos por las amenazas de las pandillas; después de haber estado en Estados Unidos, espera rehacer su vida. “Mi plan es quedarme aquí en México, ya estamos en trámites”.

Encuentran en el “El Refugio” un lugar donde descansar o apoyo para pedir asilo (Franco González).
Franco González
Guadalajara /

La vida de un refugiado siempre estará colmada de anhelos, recuerdos y de desesperación. La incertidumbre de un futuro sin certezas y sin estabilidad, permanece día con día en la mente de cada uno de ellos.

Wilfredo es de El Salvador, partió como miles lo hacen, no para buscar un mejor nivel de vida, sino por una cuestión de supervivencia, un 2 de julio de 2018 al ver que las pandillas, se han hecho con el control de las calles, casi en su totalidad. Comenzó su travesía solo; dejó a su madre y hermanos y se estableció por un par de meses en Tecún Umán, Guatemala, y tres meses en Tapachula, Chiapas, para después llegar a Guadalajara junto con la caravana del 18 de enero, ya que, consideró, sería una forma segura de recorrer el territorio nacional.

Preguntando, fue como se enteró de la existencia de “El Refugio”, en el Cerro del Cuatro, en el que ha permanecido desde el 17 de febrero y en donde esperará a que se resuelva su solicitud de asilo. “Mi plan es quedarme aquí en México, ya estamos en trámites y se tarda bastante, más de un año; yo no me pienso ir a Estados Unidos, ya estuve allá”.

En El Salvador, trabajaba como cargador y ahora que se encuentra en nuestra ciudad, le gustaría conseguir un empleo en el rubro de la seguridad privada; le ilusiona conseguir un terreno en Tapachula en el cual echar a andar una granja de gallinas y convertirse en productor de huevo.

“En El Salvador, si uno pone un negocio, llegan las pandillas, le dan un mes para que se nivele y después ellos llegan a ponerle renta”, refirió.

Uno de los recursos más comunes que tuvo que utilizar para mantenerse a salvo en su país, fue mentir respecto a su lugar de  origen y su domicilio, debido a que eran territorios de pandillas rivales y podrían haberlo matado aún sin pertenecer a una de ellas, sólo por residir en otra zona. Incluso tuvo que hacerlo en uno de sus trabajos como operador de transporte público, donde lo mandaron llamar para informarle que lo investigarían para saber si podía trabajar en esa zona de la ciudad: “Así me la jugaba yo a donde iba, esa es la vida en El Salvador”.

Uno anda buscando otra nueva oportunidad acá y eso es lo que más me gusta de Guadalajara, es primera vez que estoy y me gusta cómo la gente lo trata a uno, bien diferente a la gente de allá abajo”, expresó.

Y es que encontró en Alberto Ruiz Pérez, director del albergue y párroco de la comunidad de El Refugio en el Cerro del Cuatro, a una persona que le ha brindado la  ayuda necesaria para buscar su estancia legal en el país, siendo uno de los 15 trámites que se encuentran en curso por parte de migrantes que viven en este refugio.

Aquí es muy lento porque no tenemos oficinas de la COMAR, que es la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado, todo se tiene que hacer desde México, entonces eso nos frena mucho; es más lento, aparte de que se ha multiplicado el número de solicitudes de una manera exponencial, nos ha complicado mucho pero, sin embargo, una persona que quiere lograr su visa por razones humanitarias o de refugio y asilo, tiene que estar un año y en ese año ¿En dónde va a vivir? ¿En dónde va a comer?”, cuestionó el padre Alberto.

El albergue actualmente tiene solo capacidad para dar asilo a 20 personas, omitiendo a todas y todos aquellos que van de paso y  lo utilizan únicamente para descansar, y ya se trabaja en un proyecto que estaría preparado para recibir a 120 migrantes que deseen iniciar su trámite para buscar establecerse en México.

Hasta ahora, cerca de un 25 por ciento ha recibido una respuesta favorable a sus solicitudes, los otros desisten y se mantienen en la ciudad de manera ilegal o parten con rumbo a Estados Unidos.

El padre Alberto pidió a la sociedad no ver a los migrantes como personas peligrosas: “Más bien ellos están en peligro, por eso llegan a nuestro país, hay que abrir nuestros brazos a ellos con mucha confianza; en mi experiencia de ayudarlos por muchos años, nunca he tenido un mal momento; no criminalicemos porque son personas que al igual que nosotros, quieren trabajar, salir adelante y hay que darles la mano”.

SRN

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