“La vida de una costurera vale más que toda sus máquinas ¡Justicia!” es una consigna que sobrevive en una pared que perteneció al edificio de Bolívar 168 y Chimalpopoca en la colonia Obrera, derrumabado tras el sismo del 19 de septiembre.
Del inmueble de cuatro pisos dos personas sobrevivieron y 21 más murieron, entre ellas, María Teresa y María Elena, madre y hermana de Fernando Sánchez.
Ambas trabajaban en el tercer piso para la empresa SEO Young Internacional, dedicada a la bisutería de vestidos de gala. María Teresa, de 70 años, colocaba adornos, mientras que su hija María Elena, de 50 años, trabajaba en la parte administrativa.
Fernando reconoció el cuerpo de su madre por un reloj al que le había colocado una pila nueva la noche anterior al sismo.
“Reviso y reconozco a mi mamá porque pude ver que en su brazo izquierdo tenía un reloj muy particular. La noche anterior me había pedido que le pusiera la batería”, narró a MILENIO.
Horas antes, Fernando salió de su casa con la esperanza de que su madre y su hermana estuvieran vivas. Llegó en bicicleta a la zona del derrumbe para buscarlas, vio salir a un hombre vivo de los escombros y eso la agrandó.
Sin embargo, cerca de la medianoche reconoció el cuerpo de su madre en el Ministerio Público 8 de la delegación Cuauhtémoc. Mientras que el cadáver de su hermana María Elena fue localizado en el Instituto de Ciencias Forenses.
“El 19 de septiembre es el peor día de mi vida, así como se derrumbó el edificio, se me derrumbó la vida, no sabes hasta cuándo vas a seguir adelante, si vas a poder darle vuelta a la página, si vas a volver a ser una persona normal, pero mientras con la vida desecha”, confesó.
Tras sepultar a sus seres queridos, Fernando interpuso dos demandas, una laboral contra el dueño de SEO Young Internacional y otra penal contra el propietario del edificio, que desde 2005 aparece como propiedad de Inmobiliaria Inmobico.
Cho Han Sup, quien era el jefe de María Elena y María Teresa, ofreció una indemnización a los deudos de las seis víctimas de la empresa que fallecieron en el tercer piso; cinco eran trabajadoras y uno un coreano, quien era su socio.
De acuerdo con el informe de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México del 4 de octubre de 2017, de las cinco mujeres, tres carecían de registro ante el Instituto Mexicano del Seguro Social y percibían un sueldo de 200 pesos por día laborado, entre ellas estaba María Teresa, la madre de Fernando.
Él rechazó la indemnización porque la consideró un abuso, mientras que los familiares de las otras víctimas, entre ellos el esposo de su hermana María Elena, la aceptaron.
“El abogado laboral hace una oferta mala argumentando que el dueño no tenía dinero, que había tenido pérdidas y que lo que tenía era poco para repartirlo entre los deudos de seis personas”, recordó.
Cho Han Sup, quien también usa el nombre de Antonio, no se ha presentado a las audiencias en la Junta de Conciliación y Arbitraje, aunque sus abogados reciben las notificaciones. Este 25 de septiembre es su última oportunidad antes de que le den fallo a favor de Fernando por no acudir.
“No encontramos a este señor coreano. Si no se presenta, me podrían dar el fallo, ¿pero a quién le cobramos? Si se presenta alguien, se puede judicializar y aún con fallo a favor no hay domicilio fiscal o un lugar donde pudiera embargar bienes. No sé de qué otra cosa pudiera echar mano”, explicó.
Sobre la demanda penal, la situación no es diferente, a principios de septiembre la defensa de Fernando recibió una copia del expediente para que pueda armar su estrategia legal.
De acuerdo con él, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) había recomendado desde 2004 demoler el inmueble.
Además, según Fernando, uno de los sobrevivientes, vigilante del edificio, contó que el sismo del 7 de septiembre dañó aún más el inmueble y documentó las fallas, pero se perdieron.
“Este lugar no contaba con equipo de seguridad ni nada de lo que se necesita para protección de personal. Cenapred había emitido una recomendación para que ese edificio fuera demolido. Ya sabían que estaba en muy malas condiciones y lo dejaron operar. Hubo toda la negligencia por parte de las autoridades y del dueño del edificio, él sabía muy bien que ese edificio no servía”, aseguró Fernando.
Acompañado por el Centro de Derechos Humanos Fray Vitoria y de la Comisión de Derechos Humanos de la capital (CDHDF), aún investiga los permisos de la antena y la subestación eléctrica que la alimentaba, ubicada en el techo del edificio, pues tiene la hipótesis de que su peso provocó el derrumbe.
A un año del sismo, confesó que desde que interpuso las demandas no tiene un trabajo estable y sobrevive gracias a los apoyos de algunos amigos y de actividades que realiza de forma esporádica desde su casa, pero aseguró que no descansará hasta encontrar justicia para su mamá y su hermana.
“Nada me va a regresar a mi familia. Como se lo dije a este señor coreano, 'si yo tuviera la oportunidad de tener 15 minutos para despedirme de ellas, te diría quédate con tu dinero, pero es la forma como dice la ley que se tiene que resarcir esto, tampoco se trata de que abuses'. Yo sí quiero justicia y quiero que se arregle como tiene que ser”, sostuvo.
El sismo del 85 y la cicatriz que se abre de nuevo
A las 13:14 horas cuando ocurrió el sismo, Gloria Juandiego estaba a punto de irse de la asociación de Costureras y Costureros del 19 de septiembre en la colonia Obrera, donde realizan cada año actividades en memoria de sus compañeras fallecidas hace 33 años.
Esa tarde recorrió la colonia y escuchó que en Bolívar y Chimalpopoca había un taller de costura colapsado: volvió a sentir el dolor que le produjo ver a sus compañeras sepultadas en los escombros.
"Fue un shock muy fuerte. Dices otra vez la misma situación, el mismo sector, los mismos lugares. Las condiciones siguen siendo las mismas en los centros de trabajo y las estructuras de los edificios. Yo no veo ninguna situación diferente en el 85 y en el 2017, los edificios eran mazapanes que se cayeron porque cavaron al último nivel”, expresó.
Siendo una de las fundadoras del extinto sindicato de costureras, Gloria consideró que la tragedia de Bolívar y Chimalpopoca debe ser usada como estandarte para exigir mejores condiciones laborales y de denunciar la corrupción de autoridades que permiten la operación de lugares de trabajo inseguros.
“El dolor es coraje y se tiene que convertir en lucha. A mí me deja esa lección y no puedo olvidarlo. Ya lo tuvimos una vez y tenemos que seguir luchando. Lo peor es que se volviera a poner un taller en ese lugar, aún más grave que la autoridad lo permita”.
El sismo de 2017 también despertó en Gloria la desconfianza hacia el gobierno y su actuación en las labores de rescate. Recordó que en el 85 el Ejército veló por los intereses de los dueños de los talleres y no por las costureras.
"Con la experiencia del 85 te da mucho qué pensar, hace 33 años los patrones priorizaron sacar su materia prima, su maquinaria y el Ejército les facilitó las cosas. Aunque los cuerpos de las compañeras se fueran en el escombro. Hoy no fue la excepción”.
Juan Carlos, supervisor de ventas en la empresa Dashcam System del cuarto piso, también desconfió de la llegada del Ejército y afirmó que entorpecieron las labores de rescate.
“Cuando entró el gobierno y los militares hicieron sus cosas, a su manera, atrasaron demasiado las cosas, cercaron y se llevaron todo, no vinieron a ayudar como se esperaba. Hizo más la gente que vino”, dijo.
Decenas de personas ayudaron a sacar los cuerpos de entre los escombros de la colonia Obrera, entre ellas estaba María de Lourdes, una voluntaria que permaneció en ese sitio desde el 20 hasta el 22 de septiembre, cuando las labores de rescate pararon.
“El punto era que no se repitiera la situación del 85, era emblemático venir aquí, porque se habló mucho de las condiciones en la que estaban las mujeres, para mí era representativo este espacio. Ojalá que no se repita la situación de precariedad laboral o de predios no registrados”, pidió.
El 24 de septiembre y 19 de octubre deudos y organizaciones de mujeres hicieron en el lugar un memorial con veladoras, flores y prendas de vestir. Pintaron consignas en los restos de bardas en memoria de las víctimas.
“La vida de una costurera vale más que toda sus máquinas ¡Justicia!”, “La vida de las costureras también es importante”, “Vivas o muertas nuestro cuerpo no es un desecho”, son algunas de las pintas que sobreviven a un año del sismo.
Una parte del predio fue delimitado con láminas, en cuya esquina yacía un pedazo de loza, hecha de concreto y unicel. Desde enero es un estacionamiento; el vigilante asegura que no conoce al propietario.
El resto del inmueble permanece en abandono: unos alambres hechos bola, unas maderas y una puerta de fierro separan el predio de la banqueta. Desperdigados por todo el predio están botes de plástico, ramas, sillas de madera, vasos de veladora, zapatos, prendas de vestir y muñecas que perdieron su color por el sol y la lluvia.
En el piso de azulejo todavía se lee “No las olvidamos” y aún están los hoyos que rescatistas hicieron cuando escucharon que había un sótano, donde en realidad estaba una cisterna, de la que ahora salen ramas de árboles que echaron raíz desde hace un año.
Un hombre en situación de calle, conocido por vecinos de la colonia como El Shaggy o El Xavi, llegó al inmueble con un cajón de madera y sobre él colocó prendas de vestir. Algunas veces cuando la gente le pregunta sobre el predio, afirma ser el encargado y en otras dice que es el propietario.
Al lado del cajón hay una madera con la consigna “Sepultadas por la corrupción. Vivas en la memoria” y a su lado, un arreglo de rosas que comienza a marchitarse con una hoja de papel que lleva el nombre de María Teresa y el de María Elena.
EB