El hombre detrás de los mosaicos de luz del Zócalo

REPORTAJE

Desde 1967, don Raúl Chirino se encarga de hacer las figuras que durante las fiestas patrias y fin de año decoran la Plaza de la Constitución y las explanadas delegacionales. Él realiza los bocetos y una cuadrilla de trabajadores se encarga de armar

Raúl Ademar Medina Chirino dibuja a mano y con pluma cada una de sus obras. (Foto: Araceli López)
Cristina Ochoa
Ciudad de México /

En su escritorio y con uno de los cuadernos que él mismo fabrica a base de cartulina, Raúl Ademar Medina Chirino detalla con pluma —porque no le gusta hacerlo de otra forma— un caballo montado por un héroe nacional; ya se está preparando para diseñar los decorativos luminosos de las fiestas patrias para 2019 en Ciudad de México, como lo ha hecho desde 1967.

En 1963 el entonces Departamento del Distrito Federal instaló por primera vez en el Zócalo capitalino un alumbrado decorativo hecho con mosaicos, con motivo de las fiestas de navidad; al principio se elaboraban con lámparas incandescentes de colores de 25 vatios; luego el material se cambió a lámparas de 10 vatios y desde hace tres años se decidió emplear tecnología led en nodos, manguera luminosa y lámparas de policarbonato que permiten un ahorro de energía cercano a 80 por ciento.

Medina Chirino es un empleado de la Agencia de Gestión Urbana (AGU) del Gobierno de Ciudad de México, en la que laboran 100 trabajadores, divididos en dos campos y dos turnos de trabajo cada uno. Una vez que Raúl Ademar tiene los diseños finales, algunos de sus colaboradores trazan sobre papel albanene el esbozo para comenzar después la adaptación de los dibujos a escala. Luego, una cuadrilla de 30 trabajadores distribuye con rapidez y casi por inercia, una serie de bombillas que terminan por conformar en gran formato los bosquejos que don Raúl comenzó a trazar hasta con un año de anticipación.


En un piso cuadriculado de 50 por 50 centímetros, los trabajadores trazan con crayón el diseño, para después colocar sobre él una estructura de metal de aproximadamente 3 por 3 metros, en la que se colocó previamente un circuito eléctrico. Sobre éste se van adaptando los focos necesarios conforme a la figura dibujada en el piso. De cerca, Medina Chirino supervisa siempre que cada uno de los diseños sean fieles al concepto que creó.

Una a una, y ya con los focos bien distribuidos, las estructuras metálicas se amarran entre sí, para terminar por definir las figuras que este año, además de los símbolos patrios, presentan niños enfundados en trajes típicos, para los que don Raúl utilizó como modelos a dos de sus nietos. Para los adornos del próximo año, que incluyen la figura de un caballo, toma como referencia la anatomía de su perro french poodle.

Una vez terminado el proceso de armado los mosaicos se trasladan a las delegaciones de la ciudad. Actualmente, faltan por concluir los adornos decorativos de Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco.


Chihiro, como le dicen sus compañeros de trabajo, creció en el popular barrio de Candelaria de los Patos, tiene 76 años y ejecuta sus trazos con la velocidad de quien tiene seguridad en lo que hace, y el conocimiento que tantos años de trabajo y estudio le han dejado. “No me gusta la computadora, a mí me gusta sufrir en el diseño. La facilidad no me viene, yo todavía tengo cualidades en mi dibujo. Todavía a mi edad tengo el pulso completo y quiero explotarlo hasta donde pueda”, presume.

“La inspiración no tiene fecha, pero yo empiezo a trabajar mis diseños durante mis vacaciones de diciembre. Comienzo a realizar bocetos sobre cualquier pedazo de papel”, dice. 

Medina Chirino estudió la carrera de dibujante publicitario en la Antigua Academia de San Carlos, generación 1962-1966. Viaja siempre con cuaderno y pluma en mano; comenta que incluso ha llegado a dibujar en salas de cine.

“El acervo cultural es muy importante, tengo que estar seguro de lo que estoy haciendo, porque estoy expuesto a críticas”, afirma, ya que sus dibujos han llegado a conocerse incluso en países como Japón y Francia, y en postales donde aparecen los alumbrados festivos. 

“Quiero presumir que soy el único, me han sacado mis trabajos en el extranjero, aunque en realidad soy anónimo, porque no saben quién los hizo. Amo mi ciudad, la adorno cada año con mi corazón, con mi conocimiento.
“No veo a futuro, eso ya no me corresponde, pero espero que no se pierdan estas costumbres. Yo quisiera que alguien tomara las riendas de esto, con la idea que tengo y perpetuara este trabajo, que para mí no tiene igual”, dice y explica que probablemente alguno de los trabajadores con los que colabora cada año puede desempeñar su labor.



LAS MÁS VISTAS