El Parque Hidalgo y trabajo en tiempos del Covid-19

Los juegos recreativos permanecen cerrados, no así el ánimo de quienes buscan laborar para sacar los gastos diarios en medio de la contingencia

Jesús Monsalvo, vendedor de flores. (Elizabeth Hernández)
Elizabeth Hernández
Pachuca /

Desde hace más de un siglo, el Parque Hidalgo ha sido el centro de alegría infantil y caminatas románticas entre sus jardines, que algunas vez fueron los huertos del convento de San Francisco, pero ante la contingencia que se ha levantado en la entidad, sobre todo en la ciudad, el paisaje ha cambiado de un día para el otro.

Este martes, los caminos curvos que forman parte de la circulación, se mantienen en reposo, siendo testigos de esta situación que ha afectado la vida diaria de la ciudad, con el fin de evitar los contagios del Covid-19.


El ayuntamiento de Pachuca ha aprovechado este tiempo para hacerle limpieza a la fuente, en donde un grupo de 10 trabajadores levanta la pintura seca de ésta, “además de hacerle mantenimiento”, expresa uno de los trabajadores que se oculta por algunos minutos del agobio que les trae trabajar bajo los rayos del sol.

“Tenemos que trabajar y ya es un dinerito extra, porque estamos supliendo a los trabajadores que les dieron estos días para guardarse en sus casas por lo del coronavirus”, asegura uno de ellos.

A no más de 10 metros, un grupo de personas, la mayoría menores de edad, y quienes han llegado a Pachuca hace unos días, desde Tianguistengo, reposan en la sombra y señalan que han llegado a la Bella Airosa para buscar trabajo.

“No hay en nuestro municipio, por lo que nos venimos acá a buscar trabajo para comer, para juntar algo, mientras están de vacaciones”, señala Javier Hernández Hernández, quien asegura que no le tienen miedo al coronavirus, tampoco al contagio de los menores que lo acompañan.

“Preferimos morirnos por una enfermedad que por hambre”, remarca uno de los jóvenes, que platica que no han tenido suerte de encontrar empleo porque no trajeron algunos documentos necesarios para este fin.

“Por ejemplo, nos piden actas de nacimiento, comprobante de estudios y hasta la solicitud llena y, pues no, no traemos tanto”, dice uno de ellos.

A lo lejos, Jesús Monsalvo carga un bote con ramos de rosas rojas, blancas, rosadas, que ofrece a parejas o mujeres que se encuentra en su camino.

“Ya llevo mucho tiempo vendiendo flores, es un trabajo que me gusta, que amo y que me da lo suficiente para que mi esposa y yo vivamos tranquilos”, asegura, al tiempo que reconoce que es más difícil venderlas en este momento, por la falta de personas en la calle, “pero no me regreso a mi casa si no traigo unos 300 pesos por lo menos”, dice.

Recuerda que hace tres años lo deportaron de Estados Unidos, en donde permaneció 16 años tiempo en el que trabajó en una empresa productora de alimentos para perros, también “me pagaban por detectar los errores de cobre de los recibos de luz o agua, pero también estuve en la pizca de brócoli, que fue pesado, porque cuando uno no trabaja en el campo, pues es difícil”, señala.

La familia proveniente de Tianguistengo se queda sentada, viendo la tranquilad de un parque en donde han jugado generaciones de niños y niñas, pero que ahora está quieto esperando a que concluya la contingencia, mientras que el señor Monsalvo toma su camino para seguir vendiendo rosas, “porque no me puedo dar el lujo de encerrarme y no llevar lo necesario para la casa, a pesar de la contingencia”.

“Tenemos que vivir y pues seguiré recorriendo las calles, porque mire, sólo me quedan cinco ramos de rosas que ofreceré a 50 pesos, porque con este calor, se me van a marchitar”, asegura, mientras se pierde entre los jardines del Parque.

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