El primer latido: Así nació la edición de El Diario de Monterrey

Hace 50 años nació un espacio en el que la información tejió la memoria colectiva de una ciudad, un país y un planeta que nunca han dejado de transformarse.

Francisco A. González en la inauguración de la rotativa El Diario de Monterrey | Archivo MILENIO
Luis Salazar Gámez
Monterrey /

22 de noviembre de 1974. Esta fecha marca el nacimiento de un gigante que durante cinco décadas se ha convertido en la bitácora diaria del acontecer local, nacional e internacional. Desde entonces, en cada página de El Diario de Monterrey, hoy MILENIO Monterrey, se plasmaron los hitos que moldearon a Nuevo León y que repercutieron en México y el mundo. Hoy, con orgullo, releo ese primer número que contundente anunciaba su llegada al mundo:

“¡Buenos días, Monterrey...!”

En la primera plana de aquel viernes, el editorial de apertura anticipaba el futuro de forma clara: “En este momento nace el grupo informativo de mayor importancia en el norte de México”.

El mensaje se completaba con un compromiso que en tinta imborrable marcaría el rumbo: “Desde hace mucho tiempo, y no es en forma alguna petulancia que agrave, ni soberbia que lastime, desde hace más de cuatro décadas los que hoy dan vida a esta editorial han hecho llegar la noticia que alegra o apena, el comentario que gusta o duele, la opinión que se atiende o se desprecia, por las ondas de la radio y después por la imagen de la televisión. Vehículos de información, de importancia inusitada en los últimos tiempos, porque acercan más a los hombres y a las cosas, carecen, sin embargo, de la perennidad de la palabra escrita, y esto da la exacta medida de su importancia, y explica y justifica nuestra preocupación”.

El Diario de Monterrey, pues, no solo era una nueva publicación, sino la consolidación de décadas de experiencia. La radio y la televisión habían abierto camino, pero ahora la palabra escrita —eterna— daría sustancia a la memoria colectiva.

Don Jesús D. González y el entonces gobernador Pedro G. Zorrilla. | Archivo MILENIO

Ese primer editorial establecía también una misión clara: “Trataremos de ser veraces en la noticia, equilibrados y justos en el comentario o la opinión, sensatos y prudentes cuando la noticia, el comentario o la opinión pueden hacer más daño que beneficio, respetuosos de la opinión ajena, pero firmes en la nuestra, si en ello va el bien común y la tranquilidad social, la satisfacción de las urgencias que nos aquejan con agudeza cada vez mayor, cuidando en dar la verdadera dimensión de los hechos que nos es dable conocer. Será un orgullo hacer de nuestra editora un seguro refugio para el escritor y el periodista, con el respeto que se merece quien cultiva el pensamiento como valor inapreciable del género humano”.

Noticias que resonaban en el tiempo


Entre titulares, ese día dos historias de aquella primera plana me habrían atrapado al instante. Por un lado, una promesa: 

“México será electrificado totalmente en dos años más”

Arsenio Farell, entonces director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), aseguraba que para 1976 todos los rincones del país tendrían energía eléctrica. La esperanza de un mejor futuro se anticipaba así para una nación que todavía hoy, 50 años después, ve en esta promesa una tarea inacabada.

Sin embargo, más audaz aún era el sueño de que para el año 2000 “la energía nuclear generaría 20 millones de kilowatts” gracias a que en 1977, tres años más tarde, empezarían a operar los reactores de la nucleoeléctrica de Laguna Verde, la mítica y, en más de una ocasión, temida generadora de electricidad que se construía en Veracruz y que, de acuerdo con las propias palabras de Farell, se alimentaría con uranio enriquecido que México traería de Francia y Estados Unidos.

Por el otro lado, un segundo titular relataba una tragedia: Intenso drama aéreo viven en el aeropuerto de Bogotá.

Una avioneta Cessna con cuatro personas a bordo había sufrido un accidente, luego de que el piloto de la aeronave muriera en pleno vuelo, al parecer víctima de un infarto.

Ante ello, dos adolescentes a bordo, sin conocimientos de navegación, tomaron el mando, pero la inexperiencia, el miedo, la niebla y las lluvias jugaron en su contra, por lo que fallaron en su intento de ejecutar un aterrizaje de emergencia.

El aparato, de acuerdo con la nota firmada en Bogotá por la agencia Associated Press (AP), se había estrellado justo frente a la torre de control del aeropuerto de El Dorado, a unos tres kilómetros de la pista principal de la terminal.

“Una avioneta que volaba en la misma ruta del aparato Cessna que perdió a su piloto en pleno vuelo, intentó ayudar a los inexpertos pilotos a lograr el aterrizaje, pero la existencia de niebla y lluvias torrenciales impidieron toda ayuda”, concluía el relato de aquella época.

Ventanas al mundo

El número 1 de El Diario de Monterrey se desplegó aquel 22 de noviembre en cuatro secciones —identificadas por las primeras letras del abecedario— de ocho páginas cada una.

El principio. Acta de inauguración de El Diario de Monterrey. | Archivo MILENIO


La sección A reunía las noticias internacionales y financieras. Ahí, el lector viajaba desde Río de Janeiro hasta Kyoto, de Caracas o Santiago de Chile a Kuwait o Madrid, entrelazando cables informativos con pronósticos económicos. Uno de ellos advertía que Inglaterra sería, para 1980, la nación más pobre de Europa.

En el ámbito local, Fidel Velázquez, a la postre el cuasi eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), preveía que en ese 1974 el aguinaldo de los trabajadores apenas alcanzaría para cubrir lo indispensable, reflejando ya desde entonces las tensiones de una economía asfixiada.

El dirigente culpaba a la inflación de que todo el dinero que obtendrían los trabajadores por concepto de aguinaldo, reparto de utilidades y otras prestaciones lo utilizarían solo para adquirir alimentos, ropa y calzado en la temporada de fin de año.

“Sobre la supuesta pobreza por la que está atravesando la CTM, el líder dijo que la gente utiliza los términos ‘inflación y recesión’ solo para expresar que ‘estamos amolados’”, remataba el reporte.

El primero. Aspecto de la impresión de uno de los primeros números de El Diario de Monterrey, en 1974. | Archivo MILENIO

Las historias locales

La sección B se centraba en la información local y la opinión, espacio en el cual el cartón inaugural aparecía firmado por Collazo. En la viñeta, dos personajes discutían sobre cómo evitar el impuesto a los combustibles. Dibujados junto a una bomba despachadora, conversaban mientras cargaban gasolina a un taxi con las siglas de la CTM en la matrícula.

—¿Y cómo le hace para no pagar el impuesto de la gasolina?— preguntaba uno de los protagonistas.

—¡Sencillo!, todo se lo debo a mi mánager —respondía el interlocutor.

Mientras en materia informativa, aquella primera edición dejaba constancia de que a Monterrey, en constante expansión, ya le preocupaba su movilidad.

En entrevista, el entonces alcalde regio, Leopoldo González Sáenz, quien ya repetía en el cargo, daba a conocer los primeros planes para un sistema de Metro, aunque advertía que sin apoyo del gobierno federal, cualquiera de estas ideas se quedaría solo en papel. Como alternativa sugería el uso de trolebuses, más ágiles que los tranvías y menos costosos de mantener.

“El costo de mantenimiento de vías e instalaciones fijas es muy alto y resultaría incosteable, causas que obligan ya a su retiro en ciudades en donde existe este servicio”, explicaba el presidente municipal.

En esta sección, los Avisos de Ocasión eran como un reflejo de los sueños y necesidades de la ciudad. Ahí habríamos podido encontrar todo tipo de objetos que se vendían o se solicitaban, así como ofertas de empleo o casas y otros inmuebles en venta. En ese momento, terrenos en Cumbres y Villa Florida se ofrecían a precios casi increíbles.

Y si la intención era pasear, Ruiz Viajes ofertaba en ese espacio escapadas por Nuevo León o celebraciones de Año Nuevo en Guadalajara, facilitando créditos para los aventureros.

¿Qué cuánto costaba publicar un anuncio ahí? Todo dependía del espacio y el número de días a publicar. Por ejemplo, el más económico se integraba por cuatro palabras y una periodicidad de tres días, por solo 4.80 pesos. Pero si se buscaba mayor impacto, la opción más ambiciosa era de 32 palabras y siete días, a un costo de 89.60 pesos. Todo, por supuesto, con el pago por adelantado.

Entre horóscopos y deportes

La sección C albergaba entretenimiento y servicios. Y sobre ella tengo serias sospechas de que mi atención se habría detenido... ¡en los horóscopos! Que para un capricornio como yo en aquel viernes 22 de noviembre de 1974 vaticinaban que en lo profesional “pueden surgir discusiones en relación con sus derechos sobre algo de valor”; mientras que “en el amor se puede perjudicar a terceras personas si se habla más de la cuenta” —¡ups! — y en la salud urgía: “Dé a sus pies el cuidado que merecen, trátelos con más esmero”.

Después me iría al crucigrama, que como primer reto me pedía un sinónimo de seis letras para la palabra “déspota”, y más abajo de la plana haría el reto “Hocus Focus”, que me llamaba a identificar seis diferencias entre dos dibujos que parecían exactamente iguales.

Aquí también se podía leer la información de Sociales, la que según se explicaba en la primera publicación de El Diario de Monterrey sería “un reflejo de lo más sobresaliente de la vida social regiomontana de cada día, renglón que en muchas ocasiones habrán de extenderse al acontecer social de nuestros municipios”.

El toque de una leyenda

La sección D daba el cierre perfecto y ese día estuvo reservado para el mundo deportivo. En este espacio convivían igual el soccer amateur y el profesional o el internacional, como el futbol americano estudiantil y el estadounidense, sin dejar de lado, por supuesto, el box y el beisbol.

Y ya desde entonces apareció en El Diario de Monterrey un nombre que años después se convertiría en historia: el del Arquitecto Héctor Benavides.

Para ese primer número, El Arqui, como ahora le recordamos con cariño, había elaborado una nota sobre tres jugadores de futbol americano que habían llegado a la final de un concurso promovido por la XERG 690 para elegir al elemento más popular de la temporada.

El gran espacio de los más pequeños

Casi seis meses después de su nacimiento, El Diario de Monterrey abrió un espacio único, lúdico y divertido para sus lectores más jóvenes: El Diario Infantil de Monterrey. Publicado por vez primera el domingo 18 de mayo de 1975, este suplemento semanal estaba hecho a la medida de los niños, quienes encontraban allí tiras cómicas, cuentos, dibujos y consejos que gritaban: “¡Este periódico es para ustedes!”.

Su formato era tabloide (la mitad del tamaño del periódico estándar) y, lo más importante, a todo color, que le brindaba a sus ocho páginas brillo y creatividad.

Desde cuentos cortos hasta relatos escritos por los propios peques, todo el contenido invitaba a imaginar y aprender. Además, había espacio para que los artistas locales de más corta edad vieran sus dibujos publicados junto a viñetas y caricaturas. ¡El buzón de cartas era una fiesta de ideas compartidas!

Entre sus páginas, El Diario Infantil de Monterrey no solo entretenía, también enseñaba. Así, en aquel primer número promovía la importancia de cuidar el dinero: “Si tú quieres ser alguien en la vida, si ahorras, cuando crezcas tendrás dinero para estudiar la carrera que desees. Además, cuando necesites dinero y no tengas, puedes contar con tus ahorros y podrás comprar lo que necesites”, señalaba un consejo escrito por Fernando M. de León, quien buscaba sembrar en los menores la semilla de la responsabilidad y la autonomía.

Travesuras de ayer y siempre

El suplemento también tenía su dosis de diversión gracias a las tiras cómicas, en una de las cuales un famoso personaje ya hacía de las suyas: ¡El Oso Yogui! Cada domingo, Yogui y su inseparable compañero, el guardabosques Smith, traían a la capital regia sus ocurrencias desde el Parque de Jellystone.

Y, por supuesto, no podía faltar el humor. Entre las páginas de El Diario Infantil, los niños encontraban chistes y adivinanzas como ésta:

¿Qué le dijo el riel a la locomotora? No hagas tanto ruido... ¡que despiertas a los durmientes!

Había también actividades para poner manos y neuronas a la obra: laberintos, dibujos para colorear, crucigramas y juegos de diferencias, en donde se ponía a prueba el ojo atento de los peques. Cada página invitaba a participar y, sobre todo, a disfrutar.

Con este primer número, El Diario Infantil de Monterrey inició el camino para convertirse en un refugio semanal para la imaginación y la creatividad de los niños. Más que un suplemento, fue un puente entre generaciones, ofreciendo historias, enseñanzas y risas que dejaban una marca en la niñez regiomontana.

Desde aquella primera edición quedó claro que para El Diario de Monterrey los pequeños también tenían algo que decir, y este suplemento les daba voz.


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