Delfina, su esposo y sus dos hijos están tristes. El desbordamiento del río Tula inundó su casa, la corriente se llevó a 10 de sus borregas, también a sus pollos, destruyó sus corrales, la cosecha de frijol que estaba en su patio de perdió. No quedó nada.
Viven en Achichilco, Tezontepec de Aldama. En los 40 años en los que el hogar de Delfina ha estado cerca del río nunca había visto algo algo así. La corriente entró a su casa. Los muebles quedaron inservibles, quedó el rastro de agua y lodo. Lo perdió todo. A ella y a su esposo sólo les dio tiempo sacar sus documentos.
La crecida del río afectó a 80 familias en 13 localidades de Tezontepec de Aldama, seis puentes quedaron devastados, cerca de 200 hectáreas de verduras y legumbres fueron arrasadas por el agua. Comercios, restaurantes, tiendas y balnearios tuvieron daños. No hubo pérdidas humanas.
El 7 de septiembre, a las tres de la mañana, Jazmín, la hija de Delfina, tocó a su puerta. El agua ya había entrado a su casa y corrió a avisarle a sus padres. Delfina ayudó a su hija a sacar sus nietos, Yatziri y Cristian, de ocho años y cuatro meses, para ponerlos a salvo.
"Ya nada se puede recuperar", dice Delfina en el patio de su casa. Espera que el gobierno les brinde un apoyo. Cuenta que el presidente municipal, Santiago Hernández, no ha cumplido con el camino de su calle que prometió en campaña.
Un vecino le avisó a Jazmín en la madrugada que el río había crecido. Corrió a la casa de sus padres, a unos metros, para avisarles. Le ayudaron a sacar a sus hijos. El agua, que estaba en los escalones, enseguida inundó su hogar. Alcanzó el metro y medio de altura en los dos cuartos y el baño. Los muebles quedaron sepultados debajo del líquido.
"Vemos nuestro hogar y está deshecho", dice Jazmín. Llevaba viviendo en su casa apenas dos años, a unos pasos del río. Ella y su esposo lo perdieron todo. Muebles, ropa, herramienta. No sacaron nada. La joven mujer de 24 años no sabe cómo van a empezar de nuevo.
Jazmín dice que lo importante era salirse de casa antes de que se inundara. Espera que que alguna autoridad los ayude, aunque cuenta que no están haciendo nada. Su familia tiene miedo de regresar a su hogar. Jazmín se sienten triste.
"Nunca había pasado algo así", asegura. Después de la inundación ella y sus padres se fueron a otra casa que tienen Delfina y su esposo en el centro de Tezontepec. El río, a unos metros de la casa de Jazmín, sigue su cauce, es una bestia café que no se detiene.
Más adelante, en la casa de Carlos, de 57 años, el río también mordió su hogar y devoró las piletas en las que las que criaba peces para vender a diario. Era el sustento de su familia. No lo tiene más.
Ahí, junto a su casa, a tan solo unos pasos, un campo de futbol y una cancha de basquetbol quedaron bajo el agua. La creciente del río tiró la barda que había junto al cuerpo de agua, más de cien metros de piedra fueron arrastrados por la corriente.
El agua arrasó con los muebles de Carlos, los de su esposa y sus cuatro hijos. En las siete piletas no hay más tilapia, carpa ni bagre. Llevan tres días sin vender. Los funcionarios municipales lo han ido a ver pero aún no recibe ayuda.
"Agüitados", dice Carlos que así se sienten en su familia, su esposa y sus hijos. Su voz no se quiebra. No se queja a pesar de que se quedaron sin nada. Hay esperanza en sus ojos. Sabe que hay que empezar de nuevo, desde abajo, junto al río.
Sabas, el hijo de Isidro, se levantó a las 02:30 horas del martes. Salió de su casa para orinar en el patio. Entre la oscuridad miró que el agua del río estaba en el patio y en el corral de los animales. Corrió a avisar a su padre.
Isidro salió de su habitación y comenzó a rescatar a sus animales. Solo a unos cuantos. Perdió 10 borregas, seis vacas, dos puercos y dos burros. Se los llevó la corriente del río. Eran su patrimonio.
"En lugar de que los animales corrieran hacia la tierra corrieron hacia el agua", dice don Isidro, de 68 años. El agua destruyó los tres corrales de sus animales. En 35 años viviendo junto al embalce en San Gabriel cuenta que el agua nunca había subido de esa manera.
Isidro dice que fue sorprendente el golpe del agua. Siente tristeza. También tuvo miedo de que su casa de inundara. No fue así. Flavia, la esposa de Isidro, le dice que no piense tanto en lo que sucedió, que ya está grande, no se vaya a enfermar.