Por las calles de la colonia Del Valle, una zona de clase media alta de la Ciudad de México, el señor Ignacio Guzmán camina acompañado de su nieto, tocando su acordeón. Suena la melodía de La Guadalupana, dedicada a la Virgen de Guadalupe, y voltea hacia las ventanas de algunos departamentos, pero nadie se asoma. Nadie le da monedas.
Para él, es una Navidad triste. Pasó la Nochebuena con su familia en la colonia El Arenal, en Iztapalapa, pero, dice, ya se va a regresar a su pueblo, en Huajuapan de León Oaxaca, porque aquí “no hay nada”.
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“No hay nada, sí está difícil, no hay nada”, dice brevemente mientras toca su instrumento musical. Aunque la ciudad vivió el vacío habitual de cada 25 de diciembre, la pandemia por covid-19 y la crisis económica que trae consigo impidieron que muchos tuvieran algo qué celebrar.
“Pasamos la noche nada más con mi hijo y mi esposa, descansando; no cenamos, la verdad, nada más fue la comida y hasta ahí, y viendo películas con mi niño ahí en casa”, platica el señor Alejandro Camacho, quien salió por la mañana a pasear con su hijo a un parque de la alcaldía Benito Juárez.
El golpe que ha representado para él la muerte de ocho familiares por covid-19 le hizo preferir resguardarse en Navidad. “Por la distancia, por salud, para evitar más contagios, por esa razón no se hizo nada y preferimos estar los tres juntos”, dice.
En el parque no hay más niños que su hijo. Algunos corredores solitarios pasan trotando y hay varios perros en su paseo matutino. Pero faltan las escenas tradicionales de los niños estrenando los juguetes que les trajo Santa Claus.
“Se entiende que esté vacío por el tema de la pandemia, pero la idea de traer a mi niño es, por lo menos, para que se distraiga, porque a él sí le ha afectado mucho el tema, tiene… apenas acaba de cumplir ocho años y a sus siete años, básicamente, le tocó fuerte la pandemia.
“Ya no convivir con niños, ya no tener a dónde jugar, es muy fuerte para ellos, parte del crecimiento para ellos es convivir, convivir con otros niños, aprender entre ellos mismos, y en esta fecha, les afecta estar encerrados”, comenta Alejandro Camacho.
Las calles, banquetas, parques, plazas, avenidas, transporte público, tiendas y restaurantes lucieron vacíos la mayor parte de este 25 de diciembre, no sólo por el asueto, sino por el encierro que la pandemia obliga. Pero eso ha afectado a muchos negocios.
Gerardo Jiménez es taquero. En su local, en el que sólo hay servicio para llevar porque el semáforo rojo de la epidemia le prohíbe recibir comensales, afila su cuchillo ante la inactividad que vive al mediodía.
“En otros años, a estas horas ya estaban pidiendo que su consomé o sus tacos; a estas horas, ya había gente pidiendo de comer y ahorita, nada, está todo tranquilo, no hay gente, ya ve en las calles está todo tranquilo, no hay nada.
“El 25 y el primero de enero siempre vienen muchas personas, pero ahorita, mire, no hay nada todavía, esperemos que más al rato ya se despierten para curársela”, dice entre broma y pesar.
Rafael Moro es un italiano viviendo en México desde hace 13 años. Vive frente al Parque Hundido, adonde salió a caminar con sus hijos y suegro este viernes.
“La ciudad en las vacaciones a mí me gusta mucho, porque es más tranquila, entonces uno puede ir a museos, a comer afuera, a pasear, no hay mucho tráfico, es muy agradable, pero este año no se puede hacer, eso sí cambió”, platica.
Pero él, a pesar de las restricciones por la epidemia y de haber pasado una Navidad distinta, solo en casa con su familia más cercana, ve algo positivo para finalizar el año.
“Sí, estuvo un poquito más apagada, sí hay poca gente en la calle y hubo menos regalos, pero yo la veo bien, sobre todo porque ahora está llegando la vacuna y por lo menos el año termina con una nota positiva”, expresa.
—¿Ve optimismo?
-Mmm… esperanza, esperanza, optimismo es tal vez decir demasiado, pero sí veo esperanza.
irh