El investigador habla de los retos que implica el cambio climático y la necesidad de que nuestro país emprenda acciones decisivas para una transición energética hacia a una economía de cero carbono para mediados del siglo
¿Cómo se da la interacción entre economía, sociedad y medio ambiente?
Hay muchas vías en las que economía y sociedad inciden en el medio ambiente. En la medida en que crecen, demandan más recursos y servicios ambientales desde los ecosistemas, no solo de materias primas, también servicios ambientales, agua y oxigenación, entre otros. En el proceso de transformación de estos bienes y servicios, generamos impactos en la contaminación atmosférica, como las descargas de aguas residuales o la transformación de los ecosistemas sobre el paisaje. En un tercer momento, la relación se da cuando generamos residuos y saturamos los sumideros ambientales: residuos sólidos, basuras, residuos tóxicos. Estas líneas de relación son muy complejas y han tendido a crecer a medida que la población consume más y, por tanto, necesita producir más. A lo largo de la historia y particularmente en los últimos 60 años, de 1950 en adelante, estos factores se han multiplicado por diez.
En las últimas dos generaciones, el impacto sobre el medio ambiente ha sido mayor que en el resto de la historia de la humanidad.
Por otro lado, la relación del medio ambiente hacia la sociedad, es importante porque cuando el medio ambiente es afectado, sobreexplotado, hay escasez de recursos. A lo largo del tiempo hemos rebasado la capacidad de soporte de nuestros ecosistemas, primero a escalas locales y luego a escalas globales. El cambio climático es un ejemplo. Nos afecta porque hemos sobrepasado la capacidad de carga de la atmósfera para recibir emisiones de gases de efecto invernadero, en particular del CO2, y eso ha retroalimentado un impacto que nos empieza a poner límites. El medio ambiente condiciona a la sociedad y a la economía porque le pone límites al crecimiento a pesar de la innovación tecnológica. Desde que sobrepasamos esos límites, ha habido crisis sociales generadas por la mala relación con el medio ambiente.
¿Qué ha pasado en los últimos 60 años?
A escala planetaria, esta crisis empezó a hacerse patente desde los años 60 del siglo XX, porque en esos momentos la humanidad estaba cruzando por una expansión productiva sin precedentes en la historia. Es la época de la gran aceleración, posterior a la Segunda Guerra Mundial. La emergencia empezó a manifestarse, sobre todo, por la cantidad de productos químicos o industriales, incluyendo los plásticos, y se estaba acelerando a tal grado el consumo de energía que las emisiones de CO2 empezaron a agotarse. A fines de los 70 eso estaba claro con los agroquímicos, las descargas de insecticida al agua, el uso de detergentes que contaminaban acuíferos y aguas superficiales. Fue el motivo de la primera gran reunión universal, la Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano, en Estocolmo, en 1972. A partir de ahí, de desató un proceso del que apenas estamos viendo los resultados, medio siglo después. La emergencia fue creciendo al grado de que recientemente las Naciones Unidas dijeron que la humanidad estaba enfrentando la cuenta regresiva. El Secretario General de la ONU advirtió que la humanidad tiene 10 años, es decir, la década de los 20, para revertir la tendencia. Entonces, el plazo ya llegó y tenemos una emergencia global que debe ser revertida a la brevedad.
¿Quiere decir que la globalización ha sido un factor determinante en el deterioro del planeta?
La última oleada de globalización ha empujado los límites planetarios a su mínimo. El reto es cómo las nuevas formas de producción capitalista deben llevarnos a soluciones que permitan formas amigables de producción. Estamos en una transición del capitalismo mundial para adaptarse a la época del cambio climático, la mitigación de las emisiones y la descarbonización de las economías, en particular los sectores relacionados con la producción energética. La transición que está viviendo el mundo ya empezó y se espera que después de esta crisis de la pandemia se profundice, que los Acuerdos de París, firmados en 2015, nos lleven a mediados del siglo a economías descarbonizadas. Es la gran tendencia, y México no debería quedar fuera.
El caso de países como México, ¿qué hace falta para encaminar sus políticas hacia un desarrollo sostenible?
Uno de los grandes problemas es que muchos países no disponen de tecnologías, financiamiento o capacidades suficientes para responder a esta transición e ir hacia economías más sustentables al ritmo que necesitamos. En México, el problema no es la insuficiencia de financiamiento ni la falta de tecnologías, sino una ausencia de visión y voluntad para acelerar el tránsito hacia un desarrollo más sustentable y hacia a una economía de cero carbono para mediados del siglo. México se está quedando corto con su transición energética y con la desfosilización de su economía, con la reducción de la dependencia que tenemos hacia el petróleo y sus derivados. La ambición de diversificar la matriz energética con energías renovables se está rezagando y va a ocasionar el incumplimiento de acuerdos internacionales. Hay otros focos rojos en lo que se refiere a los sumideros de carbono, esto significa alcanzar la deforestación cero en 2030, incrementar áreas naturales protegidas, revertir los cambios de uso de suelo, porque se siguen talando coberturas vegetales para producción agropecuaria. Conseguir ese objetivo, que en realidad es múltiple, nos va a servir para la captura de carbono, pero también para incrementar la provisión de servicios ambientales, en particular de agua. No estoy mencionando la contaminación atmosférica, la economía circular o la política de residuos, pero todos esos campos necesitan una política con más apoyo presupuestal.
En los hechos, la política ambiental carece del apoyo del presupuesto público y también se ha venido reduciendo el gasto y la inversión privada del medio ambiente. Eso es una desgracia desde el punto de vista ambiental porque no estamos dedicando los recursos necesarios a descontaminar la atmósfera en las zonas humanas, a descontaminar las cuencas y los ríos, la descarga de aguas residuales, a invertir lo suficiente para las energías renovables, entre otros temas. Creo que este déficit debe ser revertido en lo inmediato para empezar un nuevo ciclo en 2022 con mayor apoyo a la política ambiental.
¿Qué tan involucradas están las Organizaciones No Gubernamentales en las políticas públicas de desarrollo sostenible?
Esa relación estrecha que se dio entre instituciones públicas e instituciones sociales no gubernamentales se ha deteriorado mucho. La desconfianza gubernamental ante los organismos de la sociedad civil ha llevado a estigmatizar el papel de organizaciones ambientalistas que son clave en el desarrollo de la política ambiental y en la sustentabilidad. Esta actitud de menosprecio, de rechazo, en ocasiones de hostigamiento, es muy negativa. Muchos de esos organismos han actuado de buena fe, de manera profesional y eficaz. La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, CONABIO, el Instituto Nacional de Ecología, el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, entre otros. Hago un llamado a reconsiderar el trato que se les da, porque el país tiene en ellos un gran activo para la sustentabilidad. En síntesis, esta relación virtuosa entre organismos de la sociedad civil, organismos intermedios técnico-científicos, grupos no gubernamentales y autoridades ambientales está en un momento muy delicado y es uno de los temas que hay que corregir en beneficio del futuro de la sustentabilidad en México.
Actualmente los proyectos de obra pública cumplen con los requisitos ambientales?
Durante décadas México ha desarrollado instituciones, procedimientos, instrumentos, para que los proyectos cumplan con los requisitos ambientales. Ahí es donde ha fallado la política en los últimos años, porque las evaluaciones ambientales de esos proyectos han estado supeditadas a los ritmos y condiciones que se han puesto para su ejecución. Ha habido una aplicación muy laxa de ciertos instrumentos como los programas de ordenamiento ecológico del territorio, los procedimientos de evaluación de impacto ambiental, de evaluación de riesgo. Hemos sido muy laxos en la aplicación de criterios para una política de transición energética. Lo que vemos es la confirmación de una ruta de fosilización, de petrolización de la economía, que pone por delante las metas de producción petrolera sobre las de transición energética. El punto no consiste en negar la posibilidad de los proyectos, sino en encontrar soluciones óptimas para tener proyectos necesarios para el desarrollo económico que cumplan con la condicionalidad ambiental. Es la otra corrección que hay que hacer para un futuro más sustentable de nuestro país.
¿Qué papel juega la sociedad en la consecución de un desarrollo sostenible?
Juega un papel crucial. Debe ejercer un liderazgo, aportar una visión de futuro para la sustentabilidad. La sociedad mexicana tiene muchos participantes, organizaciones en la sociedad civil, organizaciones académicas, grupos vinculados al sector empresarial, que han aportado a soluciones sustentables al desarrollo. El último acuerdo internacional que firmamos, los Acuerdos de Escazú, confirman la necesidad de más participación, más defensa de los derechos, más movilización ciudadana, mejor acceso a la información, todo esto en beneficio de la sustentabilidad. Nada debería de ser interpretado como una resistencia a políticas gubernamentales, al contrario, es una defensa de los derechos humanos.
ledz