Nacieron para ser guardianes de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, conocen la montaña mejor que nadie; sus laderas, cañadas, barrancas, cascadas y hasta parajes seguros.
Así es la vida de los rescatistas voluntarios, la mayoría nacidos en la región de los volcanes, quienes prácticamente iniciaron sus ascensos siendo unos niños.
Son 70 mujeres y hombres los que conforman el Grupo Agreste de San Rafael, en el municipio de Tlalmanalco, quienes hicieron suyos a la “Mujer Dormida” y a “Don Goyo” para resguardar la integridad de los cientos de visitantes.
Faustino Lázaro, rescatista de más de 65 años
Don Faustino es uno de los rescatistas más longevos del grupo, dice entre risas nerviosas que le falta mucho por conocer la montaña, pero sus compañeros lo desmienten, se atreven a decir que la conoce mejor que la palma de su mano.
Tiene 65 años de edad y 52 como voluntario, su primer rescate fue a los 13 años, junto a otros voluntarios ascendió al Iztaccíhuatl para extraer el cuerpo de un hombre que resbaló desde el cuello de la “Mujer Dormida”.
“Me impactó muchísimo porque era la primera persona que veía sin vida y me dio un poco de pánico, estuve un tiempo así con pánico, pero con el tiempo fue pasando, llegaron más servicios, más problemas y lo fui asimilando. Cada servicio es diferente, muchas veces se suben a donde no se imagina uno que puedan estar, otras veces se extravían, se lesionan, algunos llegan a perder la vida también”, aseguró.
“Conoce la montaña, me atrevería a decir que mejor que nadie, en los ascensos él nos dicvas a subir a tal paraje vas a dar la vuelta, hay una piedra con estas características y te explica todo, cuando estás arriba te sorprendes porque así es”, aseguró Daniel Arango, rescatista y paramédico.
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Vivir un día a la vez, Daniel Arango, otro especialista
Ser rescatista de alta montaña es vivir un día a la vez, llevar la adrenalina al máximo y poner la vida en riesgo por preservar la de cualquier desconocido, así describen los montañistas su día a día.
Daniel Arango es uno de ellos, al igual que Faustino, su vida como voluntario comenzó muy joven. A los 12 años rescató el cuerpo de una persona que falleció durante un accidente ocurrido en el pecho del Iztaccíhuatl.
“Mi primer rescate fue un chico que cayó del ala del Ángel en el pecho del Iztaccíhuatl, cayó aproximadamente 600 metros de altura, desde ahí comenzó toda mi pasión por el rescate”.
Tiene 45 años de edad y 33 años ascendiendo a la montaña para salvar vidas, su única recompensa es la satisfacción de contribuir a las segundas oportunidades de vida.
“Mis hijos me dicen no subas, que no me arriesgue y la principal razón es porque somos voluntarios, nosotros no ganamos absolutamente nada, al contrario, de nuestros ingresos tomamos para comprar material”, dijo.
Apoyos que marcan la mente, el corazón y el alma
ocurrió la semana pasada, cuando una mujer de 22 años perdió la vida en el Popocatépetl, llegaron aproximadamente 10 minutos después de que la joven originaria de Ozumba tuvo su último suspiro.
Caminaron horas, su ascenso inició desde las 5 de la tarde y pasada la media noche llegaron casi al cráter del coloso, donde la mujer cayó junto a uno de sus acompañantes, pero sus golpes fueron tantos que su cuerpo no resistió.
“Subimos, se distribuyeron las patrullas y se hizo la acción de los lesionados desgraciadamente entre ellos iba un deceso y pues no pudimos hacer nada ante la naturaleza, es fuerte y pues ese fue nuestro trabajo”
El rescate de un lesionado y otra persona que los acompañaba no fue fácil, tuvieron que laborar para extraer el cuerpo sin vida y brindarle los primeros auxilios a un hombre lesionado, para rescatarlo y lograr que sobreviviera.
“Hemos estado en alta montaña, en tormentas, en situciones muy comprometidas, como dicen a punto de morir, pero gracias a Dios aquí seguimos, hemos tratado de hacer todo lo que está en nuestras manos para ayudar a la gente”.
Mas de 5 mil servicios a lo largo de más de 11 años El Grupo Agreste de San Rafael tiene 11 años de haberse conformado, durante este lapso los rescatistas han realizado más de 5 mil servicios.
Ha participado en la búsqueda de personas extraviados y atendido desde una torcedura hasta fracturas múltiples.
“Es bonito, se siente suave saber que alguien logró sobrevivir gracias al granito de arena, pero es un servicio tras otro algunos se nos quedan grabados por un tiempo, algunos ya no volvemos a ver a la gente pero por lo regular la satisfacción es muy personal”.
Pero también han tenido que rescatar cuerpos para entregarlos a sus familiares y participado en acciones que duran semanas, como la de Geovanni Colombo, el joven de 22 años que ascendió al Iztaccíhuatl y nunca volvieron a saber de él, o de Haydé Alvarado, que en 2019 ascendió a festejar su cumpleaños, resbaló y falleció en la montaña pese a tener experiencia en el montañismo.
Ayudan mucho, pero realmente reciben poco
El Grupo Agreste de San Rafael es altruista, no cobran por ascender a las búsquedas ni los rescates pese a que los servicios en alta montaña les cuestan hasta 15 mil pesos entre combustible, equipo, comida, medicamento y otros factores que requieren.
Todo lo cubren de otros trabajos que realizan, ya sea en empleos que les brinda el Parque Ecoturístico 2 Aguas, donde tienen su base o en otros empleos que realizan a menudo.
“A veces hacemos tandas para que cada quien tenga su radio, porque es una base fundamental”, aseguró Faustino.
Para continuar, los rescatistas piden donaciones de medicamentos, utensilios para curaciones, camillas, así como equipo personal como cascos, arneses, cuerdas, lámparas, radios y equipo de alta montaña para protegerse. Además de combustible y apoyo económico para el mantenimiento de los vehículos que utilizan para ascender.
BAFG