A casi un año de la llegada del covid-19 a México, cada vez hay más grupos afectados por la emergencia sanitaria; Eunice, una pequeña de 7 años que nació con fibrosis quística, aunque no tiene coronavirus, éste le ha dado un golpe bajo: el desabasto de medicamentos, atención médica en pausa y falta de estudios.
“Desde sus primeros meses de vida, Eunice se la pasaba en los hospitales, luego de un buen tiempo estabilizada llegó la pandemia y todo se complicó”, cuenta Ivonne Rodríguez, mamá de la menor.
Con el arribo del covid-19, el sector salud se enfocó en el tratamiento de la pandemia, se tomaron precauciones para evitar más contagios en los hospitales y las consultas, tratamientos y estudios de Eunice quedaron detenidos: “La última cita médica de Eunice fue en marzo y de ahí hasta noviembre; de por sí desde hace un año faltaba el medicamento, con la pandemia de plano se nos complicó”.
En mayo pasado los doctores le informaron a Ivonne que su hija no retomaría su atención ni su tratamiento, sino hasta septiembre, pero fue hasta noviembre cuando la pequeña fue atendida, debido a la pandemia.
Para el tratamiento de la fibrosis quística, Eunice necesita enzimas pancreáticas que, a decir de Ivonne, cuestan alrededor de 400 pesos cada caja, que en más de una ocasión ha tenido que comprar ante el desabasto.
A pesar de que la menor está afiliada al Insabi, éste no cubre todos los gastos, por lo que pidió el apoyo de la trabajadora social de su unidad médica para solventar los gastos.
“En una ocasión Eunice salió mal en unos estudios y el tratamiento cuesta aproximadamente 37 mil pesos, pero lo cubrió el Insabi; del que sí hemos carecido varias es el Dornasa Alfa, que cuesta unos 30 mil pesos, pero no me alcanza y lo remplazo con solución hipertónica y fisiológica.
“También tenemos que comprar nebulizador, solución fisiológica, salbutamol, vitaminas, en ocasiones requiere oxígeno y tenemos que pagar la renta mensualmente de 900 pesos, además de fórmulas especiales para subirla de peso y cada una cuesta 270 pesos”.
La pandemia también perjudicó sus ingresos, pues aunado al desabasto en el sector salud, la ciudad paralizada afectó el trabajo de su esposo, quien es limpiaparabrisas en Iztapalapa, donde vive la familia.
La próxima cita de Eunice es el 22 de enero y su mamá confía en que así sea, pues le advirtieron que el semáforo epidemiológico determinará si es posible, aunque las vacunas han ido llegando poco a poco, la pandemia no ha terminado y el intrincado camino de Eunice tampoco.