El 10 de enero de 2007, Raúl Osorio salió de trabajar y como siempre, fue a recoger a su hermano menor a la secundaria en compañía de su madre. Ese hecho, tan cotidiano, transformó su vida profundamente, primero en un giro que lo sumió en la oscuridad durante 12 años y después, en otro que lo convirtió en uno de los más valiosos elementos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).
En aquel tiempo, Raúl era un estudiante de Bachillerato de apenas 21 años que al salir del trabajo recogía a su hermano de una secundaria en Tláhuac.
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“Íbamos mi mamá y yo cuando de pronto varios chicos empezaron a pelear y dentro de la trifulca también se empezó a pelear mi hermano. Fui con mi mamá por él, para sacarlo de la bola pero también empezaron a golpearnos a mi mamá y a mí; entonces los tres empezamos como que a replegarnos”.
En medio del conflicto, un grupo de personas, “vagos” los llama Osorio, los amenazaban si no daban dinero o si no se iban del lugar.
“Hasta que llegaron las patrullas –rememora-- En medio de todo eso me suben a mí, suben a los otros chicos y uno de ellos me empieza a señalar diciendo que yo soy el culpable, tú eres el culpable, tú eres el culpable”
Dos días después de aquel conflicto, ingresó al Reclusorio Sur de la Ciudad de México por homicidio y más tarde recibió una sentencia por 20 años.
Los primeros días en aquella prisión fueron los más difíciles, en esas largas horas tras las rejas llegó a considerar la posibilidad del suicidio, “pensaba que mi vida se había acabado, que ya no había futuro para mí, que no valía la pena hacer sufrir a mi familia, pensé lo peor”.
Tan sólo un mes después, se acercó a la escuela para intentar continuar con sus estudios y buscó a los representantes del INEA. En realidad regresó a su celda con un nuevo trabajo que desempeñó por los siguientes 12 años de su encarcelamiento, de las 8 de la mañana a 5 de la tarde y aunque lo desempeñó sin remuneración alguna, esa labor cambió su destino.
“La primera vez que recuerdo que di clases con un alumnado de más de 40 personas y eran personas ya grandes y yo era un joven de 21 años y me decía, 'pues saben más que yo ¿verdad?' Sin embargo entré con personas muy agradecidas, que les gustaba aprender, que querían aprender, que querían superarse, que querían salir de esa obscuridad, de esa ignorancia.
“Yo no concebía que una persona no supiera escribir, que una persona de 40 o 50 años no supiera leer ni escribir siquiera su nombre. Llegaban y me decían ´profe me mandó mi nieto una carta’, le dije: qué padre. ´Pero quiero que me la lea usted porque yo no sé leer', eso me partía a mí el alma”, dice Raúl.
Ese joven, que purgó una condena de manera injusta, como él dice, pulió su vocación por 12 años impulsando a sus compañeros a superarse como maestro del INEA. Cada conquista lo ayudó a superar los días de encierro.
Un ejemplo de ello fue el caso de Édgar, un hombre oaxaqueño que sólo hablaba lengua indígena, razón por la que era discriminado y humillado constantemente. Raúl se acercó y le preguntó por qué no aprendía español, “porque no tengo quien me enseñe", me contestó. Era la respuesta que el maestro necesitaba.
“Empezamos una labor prácticamente de cero: empezar a pronunciar la ´a´, empezar a pronunciar la ´b, de hecho yo recuerdo que á él como que le costaba mucho trabajo decir la r, pero tenía tanto entusiasmo que se emocionaba como niño cuando lograba decir su nombre en español.
“Cuando él logró certificar la primaria, él no tenía a su familia, estaba muy lejos. Entonces cuando le entregaron el certificado de la primaria, corrió hacia mí y me dijo que él seguiría estudiando y que llegaría a ser como yo”, dice Raúl Osorio con la emoción en una voz que surge entrecortada.
“Si puedo ayudar a alguien, aunque sea a una persona, estoy poniendo un granito de arena”.
Édgar dejó la prisión y Raúl continuó con su labor. Tras 12 años preso y al obtener su libertad condicionada, el 18 de marzo de 2018, Raúl tocó las puertas del INEA, donde fue empleado gracias a la experiencia previa como maestro de aula en el Reclusorio Sur.
Ahora se desempeña como coordinador de asesores, con quienes suma más de 108 alumnos. Además está a meses de culminar su licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México; a sus 35 años de edad es uno de los pocos ejemplos de reinserción social totalmente exitosa.
Generoso como es, Raúl no se detiene a pensar si la reinserción social es una prioridad para las autoridades penitenciarias. “Como todo en la vida, tú decides cómo vivir tu cárcel, tú sabes cómo te la llevas. Es real porque está en uno mismo decidir aprovechar los instrumentos que tienes a tu alrededor, en cualquier circunstancia de la vida”.
KACY