El 3 de mayo del 2021 empezó como un día cotidiano para la familia de José Luis Martínez Hernández: se levantó temprano como todas las mañanas para dirigirse a su trabajo como pintor-hojalatero. Desayunó huevos y café junto a su hijo Luis Adrián, platicaron y el señor de 60 años partió a trabajar. Ya no volvió, pues dos carros del Metro en la Línea 12 colapsaron en las inmediaciones de la estación Olivos.
“Yo todavía platiqué con él esa mañana, desayunamos unos huevos con café, mi papá siempre desayunaba sus huevitos, café y galletas, tuve la gratitud de tener ese último día con él. (En la noche) lo esperaba, lo esperaba, y no llegó mi papá, no hay palabras para describirlo”, recuerda Luis Hernández, hijo de José Luis.
José Luis Hernández formaba parte de una familia de seis hermanos, sus papás eran originarios de Orizaba, Veracruz, pero en la Ciudad de México se instalaron en una vecindad cerca de la estación del Metro Puebla.
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Más de 40 años estuvo de cerca a los automóviles. José Luis Hernández trabajó en Nissan, General Motors y Volkswagen y antes de su muerte trabajaba como pintor-hojalatero.
Era bailador, una cualidad que le transmitió a sus tres hijos. José Luis le dedicaba tiempo a jugar con sus nietos, por ejemplo a cargarlos, como el clásico caballito.
José Luis dedicaba sus ratos libres a pasarlos con su familia. Los domingos iba con ellos a comer birria o mixiotes. Rompió con estereotipos, pues no le tenía miedo a limpiar o a cocinar, además de que también lavaba su ropa, cocinaba e iba por el mandado.
El 23 de junio de 2021 José Luis y Lucía Juárez iban a cumplir 20 años de casados y aunque estaban organizando una boda para celebrar la fecha, la pandemia del covid-19 frenó ese plan.
"Bailamos toda la noche, supongo que desde ahí le gusté"
La historia de amor entre José Luis y Lucía surgió aproximadamente en 1986, en una fiesta. Ella estudiaba para cajera administrativa en un DIF en la entonces delegación Venustiano Carranza.
“Ahí conocí a varias personas que conocían a mi esposo, que en ese entonces yo no lo conocía. (Una amiga) me dijo 'oye, vamos a hacer una posada y quiero presentarte a un chavo que estoy segura que es igual que tú porque tiene más o menos el mismo carácter’ y le dije ‘bueno’”.
Aunque la amiga no pudo ir, Lucía y su hermana fueron a esa fiesta, que la mayoría de invitados era la familia de quien años después sería su esposo y el padre de sus tres hijos.
“Él bailó conmigo toda la noche, yo creo que desde ese momento le gusté a mi esposo. Me llevó a mi casa, me dio su número para que nos viéramos".
-"¿Cómo ves, nos vemos el sábado?", le preguntó José Luis.
-”No, no quiero”, respondí aunque después acepté salir con él.
El baile de aquel día dio pie a invitaciones al cine, salidas a comer, escuchar música, acudir a la hora feliz de Sanborns para tomar alguna margarita o medias de seda.
En ese momento no se casaron. Durante15 años vivieron en unión libre hasta que José Luis le pidió matrimonio, uno de los momentos más bellos que él y Lucía compartieron.
"Me dijo mi esposo 'Vamos a casarnos por la Iglesia', yo dije 'bueno' y mi familia se puso feliz. Mis papás lo querían mucho (a José Luis), decían que era un alma de Dios".
Lucía recuerda que en su boda toda la familia aportó comida o cualquier cosa para realizar el evento. A pesar de haber pasado casi 20 años, ella recuerda como si fuera ayer cómo José Luis y un padrino fueron a comprar flores en la madrugada al Mercado de Jamaica y después ir a la iglesia a decorarla.
"El día que ya me iba a casar me dijeron que el vestido de novia debería ser color beige porque ya tenía tres hijos, mi esposo me decía 'no, no, no, ¿tú qué quieres?', pues yo quiero uno blanco, 'pues póntelo' me dijo".
Aun casados, José Luis seguía siendo detallista con Lucía, pues al regresar de trabajar le traía papas, pistaches o una Coca Cola.
A 20 años de casados, José Luis y Lucía pensaban casarse para renovar votos matrimoniales. El color de su vestimenta ya estaba decidido: morado, aunque la pandemia frenó los preparativos.
Como todo matrimonio, existieron días buenos y malos, pero Lucía reconoce que a su familia nunca le faltó nada, pues hasta casa dejaron como patrimonio a sus hijos.
Por Asamblea de Barrios obtuvieron su casa
En sus primeros años juntos vivieron como muchas familias lo hacen actualmente, en la casa de la suegra, en este caso la mamá de José Luis, pero gracias a la Asamblea de Barrios, se abrió una oportunidad para tener una casa cerca de lo que en 2012 se convirtió en la estación del Metro Tlaltenco, en la colonia López Portillo.
“En donde trabajaba le dijeron que había un proyecto de vivienda (...) pues sí, entramos”, por lo que durante seis años acudieron a juntas, marchas, y por cada reunión tenían que pagar 20 pesos para “papeleo que hacían los que estaban a cargo del proyecto”, recuerda doña Lucía.
En 1996 llegaron a lo que hoy es su casa junto a sus dos primeros hijos y una bebé de ocho meses, quien se convirtió en la hermana menor. El domicilio estaba en obra negra, por lo que José Luis fue acondicionando el lugar.
"Quizá él ya sabía que algo pasaría"
Lucía piensa que José Luis presentía algo, pues días antes ya estaba planeando arreglar en septiembre los papeles de su casa, y también insistía a sus hijos en ayudar a su madre con los gastos de la casa.
"No me gustaba mucho la idea de que hablara mi esposo así, pero ahora que pasó esto, pues igual él sabía que algo iba a pasar, no sé, porque me dijo 'hay que dejar la casa escriturada' y hasta le dijo a mi hijo que me ayudara a pagar el predio, el agua, para que vaya al corriente si llega a pasar algo".
"Muchas veces íbamos en el Metro y se sentaba siempre en el acordeón ahí siempre se sentaba, le decía 'no te sientes ahí', y él decía 'es que aquí me gusta' (...) por eso cuando le pasó el accidente dije estoy segura que mi esposo iba ahí porque siempre le gustaba sentarse en esa parte".
Así como la esposa e hijos de José Luis, 25 familias más buscan justicia y una indemnización ante el desplome que les quitó a sus familiares. Lucía lo tiene claro, aunque les den millones de pesos, nada vale la vida de su esposo.
A Lucía le gustaría una pensión para poder pagar sus gastos durante su vida, o bien, un trabajo para su hija menor, pues José Luis era quien se hacía cargo de los gastos en la casa.
"Ellos como gobierno tienen la posibilidad de dar mucho más que lo que van a dar porque ellos gastan más en otras cosas políticas que hacen que en la pérdida que tuvimos. Si hubiera sido familiar de ellos hubieran movido cielo, mar y tierra para que les dieran otra cantidad (de dinero)", expresó Lucía.
JLMR