El río Santa Catarina, que cruza el corazón del área metropolitana de Monterrey, se ha convertido en el hogar de un centenar de personas que ante la imposibilidad económica de rentar una casa y pagar servicios, decidió tomar un pedazo de tierra y establecerse en el lugar, aunque sea por unos días.
Son hombres, en su mayoría; también hay algunas familias, principalmente de otros estados de la República, y deportados los que habitan a lo largo del cauce.
En un recorrido, la plataforma MILENIO-Multimedios identificó al menos cinco asentamientos pequeños en las laderas del cauce, ya sea por el lado de la avenida Constitución o Morones Prieto. Éstos se encuentran a la altura de el Palacio Federal, en Guadalupe; parque España, puente Revolución, Torre Administrativa y Serafín Peña, en Monterrey.
Julio Curiel, originario de Zacatecas, es uno de los habitantes con más antigüedad en el lugar, sobrevivió al huracán Alex, a las heladas y olas de calor en su pequeña choza de madera. Él limpia carrizo para venderlo y conseguir unos pesos. Por las madrugadas sale en busca de alimento.
"Cuando sales del otro lado (Estados Unidos) también tienes que reciclar lo que te encuentres, porque da vergüenza pedir, hay mucha gente que anda pidiendo y no todos tenemos esa capacidad, tenemos vergüenza. Lo más difícil pues no, es aferrarse, conseguimos un vaso de agua y una comida", relató.
En estos asentamientos no existen servicios básicos como agua, luz o gas. Mucho menos hay comodidades disponibles.
"La luz la naturaleza te la da, la comida la busco en los tambos de basura y da vergüenza, pero por eso salgo en las noches. El agua voy a pedir un galón o de los charquitos aquí en el río", dijo Julio.
La rapidez con la que pasa la ciudanía por las vialidades que flanquean o cruzan el río, los vuelve invisibles. Basta con caminar por el lecho para encontrar diversas historias, como la de Miguel, deportado y con problemas para encontrar trabajo formal debido a sus adicciones.
Él busca mantenerse en el cauce para evitar ser sujeto a revisiones o sanciones por parte de la Policía, aunque vivir ahí también significa estar alerta ante cualquier peligro.
"Llegué en 2018 porque tengo una hija aquí. Aquí junto fierro, no tienes ni que salir a hacer dinero, no le haces daño a nadie. Aquí el huracán Alex dejó mucho fierro regado. Yo aquí estoy formando mi casita, prefiero no rentar", contó a la plataforma MILENIO-Multimedios.
A la altura de la calle Serafín Peña, en Monterrey, se encuentra la morada de Pedro Lara. Él es originario de San Luis y al no conseguir trabajo como chofer, solo le quedó la opción de vivir en el río.
"Llegué hace tres meses, económicamente me fue mal y tengo la licencia infraccionada (sic.) y ya no pude pagar. Tengo casa en Ciénega de Flores, pero ya no la pude mantener", dijo.
Los habitantes del río Santa Catarina aprovechan el agua que brota de veneros, pero con la incorporación de pozos a la red se están quedando sin el recurso; sin embargo, ante la imposibilidad económica para tener una vivienda digna, su permanencia en el lugar podría prolongarse y aseguran que cada vez llega más gente a la zona.
Fuentes extraoficiales informaron que en algunos de estos puntos de refugio se ha detectado venta y consumo de drogas y prostitución.
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