Familia revolucionaria en Atotonilco de Tula. ¿Quién fue Germán Tovar?

Su nieto, Serafín Tovar cuenta para MILENIO las andanzas de este líder durante la Revolución Mexicana, quien defendió a los campesinos de su región

Serafín Tovar Peña, de 80 años de edad, cuenta la historia de la Revolución Mexicana en Atotonilco de Tula. (Francisco Villeda)
Francisco Villeda
Atotonilco de Tula /

Germán Tovar Cruz fue un atotonilquense que luchó por que el gobierno repartiera las tierras a los pobladores e incluso para lograrlo ordenó a los campesinos cosechar las milpas de los hacendados y quedarse con el producto, para hacer justicia a los más desfavorecidos, una vez que la Revolución no había cumplido inmediatamente con su propósito de entregar las tierras.

Así lo narra su nieto, Serafín Tovar Peña de 80 años de edad, quien tiene su vivienda junto a una de las calles principales de la comunidad Conejos, en Atotonilco de Tula, la cual lleva el nombre de su abuelo, como un homenaje de parte de la comunidad por la cual luchó.

Cerca de su vivienda también se encuentra una pequeña cantera, donde en tiempos de la Revolución Mexicana los pobladores resguardaban a las mujeres jóvenes para evitar que se las llevaran los que andaban en aquel entonces en la bola.

Habitantes de la comunidad Melchor Ocampo-El Salto, perteneciente a Tepeji del Río, recurrían a esa pequeña cantera, situada en la colonia El Cerrito, para “esconder” a sus mujeres cuando se enteraban a tiempo de la llegada de los revolucionarios; por las noches les llevaban de comer, y una vez que los grupos de combatientes se retiraban, las mujeres volvían a sus hogares a través de los caminos de terracería.

Tovar Cruz tenía varios oficios: carpintero, fabricaba herramientas de campo, entre otros, y además tenía dos hornos en los que producía cal. Una vez que vendía el producto pagaba a sus empleados, pues siempre gustó de no dejar desprotegido a los suyos ni abusar de sus labores; el trabajo era arduo y tenía que salir a trabajar, mientras su familia se quedaba en su vivienda, ubicada cerca del cruce de lo que ahora son las calles Los Capulines y 16 de enero, en la zona centro de esta comunidad, una de las más grandes de Atotonilco de Tula.

Un día llegó y encontró exaltada a su esposa Crispina Tovar. Angustiada, llorando, lo recibió en la puerta y le dijo con pesar que los revolucionarios se habían llevado a una de sus hijas. Germán Tovar se encendió, furioso fue por su arma, una escopeta 30-30 y se echó una cobija al hombro y se dirigió a la puerta.

En las faldas de su madre, aferrado estaba Genaro Tovar Tovar, quien sería padre de Serafín Tovar Peña. En ese entonces Genaro tenía 10 años de edad y vio cómo su madre le rogó a su papá para que no se fuera, porque mataría a alguien o lo matarían a él, pero su padre la quitó de la puerta para salir en búsqueda de su hija.

Desde esa tarde en que salió en búsqueda de su hija, no se supo nada de él, hasta cuatro años después cuando retornó a su hogar sin haber encontrado a su hija, pero sí un ideal: sumarse a la causa revolucionaria por las injusticias cometidas contra los campesinos.

Al regreso le contó sus historias a Genaro. Le dijo que en sus andanzas se fue a San Luis Potosí, donde se reunieron revolucionarios para tomar acuerdos sobre el rumbo de la lucha, pero al ver que todo era difuso, que había poca organización se decepcionó, y viajó hacia el estado de Jalisco, con los villistas, con quienes se integró y peleo en varios estados.

En una ocasión las tropas revolucionarias llegaron a Tula de Allende, con el propósito de tomar, como en otros puntos, las estaciones ferroviarias. Pero hubo resistencia, por lo que tuvieron que reorganizarse, y en esa labor el general a cargo de la batalla preguntó si alguien conocía la región de Tula. German Tovar, un hombre de baja estatura, en comparación con la del general, salió de entre los revolucionarios y le dijo que él conocía la zona, pues vivía en ella.

El general le dijo que era de baja estatura, y según le contó Germán Tovar a su hijo tiempo después, él le respondió: “General, soy chiquito de estatura, pero con un corazón bien grande”. El general lo envió al él y a otros a espiar las actividades de los carrancistas en la estación ferroviaria, pero para no ser detectados los vistió de mujeres. Así lograron, con apoyo también de un joven, conocer más detalles del sitio. Luego el general envió alcohol a los carrancistas, engañándolos que se las enviaban sus mandos.

Los carrancistas se emborracharon y así los villistas pudieron mermarlos en el enfrentamiento; pero los oficiales gubernamentales solicitaron apoyo, mismo que les fue enviado en tren. Pero a la altura del Puendhó, cerca de lo que ahora es Ciudad cooperativa Cruz Azul, los rebeldes destruyeron la vía con explosivos y se generó un enfrentamiento armado que dejó muchos muertos.

Caminar entre muertos

Por aquellos días Crispina enviaba a su hijo Genaro Tovar a buscar a su padre a Tula, para pedirle que ya dejara la bola, que retornara a su hogar, con su familia. El pequeño Genaro iba solo a las comunidades cercanas a Atotonilco para buscar a su papá, y obviamente volvía sin hallarlo. En esas fechas del enfrentamiento llegó a Tula, aunque tampoco lo halló, pero en su camino de regreso, con la oscuridad topó en lo que ahora es la comunidad Zaragoza, con un campo lleno de muertos, se tropezaba con ellos. Aterrado llegó a casa, con una de las dos sardinas y el queso que le habían dado los revolucionarios. La otra sardina quedó entre los cuerpos.

Muchas décadas después Genaro le contó a sus hijos, entre ellos a Serafín, que la revolución había sido un periodo muy feo, pues había muchos muertos, mucha pobreza, y dolor. No podía imaginar cómo el mismo gobierno era despiadado con quienes se habían sublevado, y también con quienes no lo habían hecho, pues ante la deserción del ejército y las bajas por muertes, la dictadura de Porfirio Díaz reclutó por la fuerza a personas para luchar contra los rebeldes. Les dijo que confiaba en que nunca más volviera a suceder algo así.

Desacuerdos al triunfo de la Revolución

Aunque la Revolución triunfó, hubo desacuerdos, y el reparto de tierras no inició, lo que molestó a los líderes como Emiliano Zapata quien solicitó a Francisco I. Madero que hiciera la entrega de las tierras, pero hubo desacuerdos y la muerte alcanzó a Zapata, el principal impulsor de la entrega de tierras a los campesinos, que prácticamente eran esclavos de los hacendados.

Germán Tovar siguió luchando en la zona por la entrega de tierras para los campesinos; luego de que entró en vigor la constitución de 1917, Tovar Cruz, quien sabía leer y escribir, se interesó por la elección popular. Antes de eso, dice su nieto, los presidentes eran designados por la aristocracia. En 1922 Germán Tovar se convirtió en el primer presidente municipal de Atotonilco de Tula electo por voto popular tras una asamblea en la que a mano alzada los pobladores lo eligieron.

Como presidente, preocupado por la pobreza y las condiciones de esclavitud, el tío Germán, como lo conocían los habitantes de la zona, arengó a los campesinos a cosechar las tierras de los hacendados de las zonas y quedarse con el fruto de ellas, como acción de justicia inmediata ante la falta de resultados palpables luego de la revolución mexicana.

Eso incomodó a los hacendados, quienes pidieron al entonces gobernador garantías sobre sus cosechas, y para ello demandaron el apoyo del ejército. Álvaro Rodríguez Doniz, en su libro Tradición cultural de cal y canto. Memoria documental de Atotonilco (Editorial UAEH, 2012), señala que dos años después de que Álvaro Obregón fuera nombrado presidente, “Germán Tovar asumió el cargo de presidente municipal gracias a su activismo pero fue sustituido por Jesús Arteaga, al ser partícipe de sucesos sangrientos en la hacienda de Bathejé hacia el 17 de febrero de 1922”, esto de acuerdo a la información que recopiló en los anales del estado de Hidalgo.

Germán Tovar, dice su nieto por la historia que le contó a él su padre, fue detenido mientras se encontraba supervisando unas conexiones de telégrafo en el lindero entre Atotonilco y Atitalaquia, a la altura de Tlamaco. Con las manos atadas por la espalda, Tovar Cruz, siendo presidente municipal, fue llevado a la hacienda de Bathejé por soldados.

En el camino, un campesino llamado José Reyes, originario de la comunidad Vito, lo aplaudió, y por ese motivo fue arrestado también y llevado junto con Germán Tovar a la hacienda, donde los mantuvieron encerrados.


Los soldados fueron luego a la casa de Germán Tovar, para obligar a Genaro Tovar a entregar las armas, pero ya se había prevenido, pues él y su padre sabían que en cualquier momento irían por él; regularmente Germán Tovar subía al cerro, donde ahora se realiza la escenificación de la pasión de Cristo, para vigilar los movimientos de los soldados y huir a cerros cercanos cuando los veía acercarse.

Para obligarlo, a Genaro Tovar le ataron las manos por detrás y lo colgaron, pero por el peso cayó, y salvó la vida, pero los soldados lo llevaron a la hacienda y lo metieron a un gallinero. Ahí vio como los soldados sacaron a José Reyes y le dispararon en la cabeza. Luego a su abuelo lo sacaron, y comenzaron a golpearlo, los evadió, pero de un golpe en el brazo se lo quebraron. Vencido fue cuando pidió a los soldados hablar con José Lugo, el hacendado.

Ante él, aceptó trabajar de forma conjunta, para obtener su libertad. Luego le pidió que obligara a los campesinos a devolver las cosechas que tomaron por la fuerza, a lo que accedió, pero al hablar con los campesinos, el tío Germán les solicitó sólo entregar una parte y esconder la otra en cualquier sitio.

El hacendado lo envió con carretas a recoger las cosechas. En uno de esos días planeó y logró emborrachar a los comisionados que lo acompañaban, en ese momento huyó entre la maleza. Hicieron tiros al aire, los cuales se escucharon hasta la hacienda de Bathejé.

La huida y el camino hacia la victoria

Por tres días se escondió en los cerros y pidió apoyo para recuperarse por el brazo roto. Luego de ello, aun con el brazo en mal estado, fue a la ciudad de México para interponer una demanda contra el presidente Álvaro Obregón, a pesar de que todos le pidieron que no lo hiciera. El presidente, dice el nieto de Germán Tovar, fue a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a atender su demanda, sorprendido porque alguien lo confrontara. Acompañado por un abogado escuchó la petición del líder campesino oriundo de la comunidad Conejos, para que se hiciera el reparto de tierras que la Revolución prometió.

El presidente le pidió hablar con el abogado y luego se retiró. Ocho días después un ingeniero fue a Atotonilco de Tula para iniciar el reparto de tierras a la mayor cantidad de personas posibles.

Ya que logró esto, Germán Tovar quiso seguir extendiendo esta acción, y con un morral en el hombro se fue a Palmillas, Querétaro, donde no se conocía nada sobre el tema, y empezó a agitar a los campesinos, lo que molestó a los hacendados, quienes ordenaron que se le persiguiera y tuvo que meterse al río para evitar los disparos de las armas de fuego.

Después regresó a su tierra, para vivir de manera pacífica, hasta su muerte el 20 de enero de 1938, a causa de un accidente de caballo. Así acababa la historia de un hombre que nació el 28 de mayo de 1878, en la comunidad Conejos.

Aún hay injusticias

Su nieto, se dice dolido por la forma en la que se han conducido los ejidos, particularmente el de Conejos. Las tierras están al abandono, y hace algunos años empresarios compraron a 10 pesos el metro cuadrado de tierra ejidal para construir un proyecto inmobiliario, Ciudad Bicentenario, que presumían como ambicioso, pero que solo ha resultado un dolor de cabeza en todos los sentidos.

Él se negó hasta el último momento para vender. No quería desprenderse de sus tierras, menos sabiendo la historia de cómo luchó su abuelo por ellas. Finalmente por presiones terminó vendiéndolas, pues todos sus colindantes ya habían vendido sus parcelas, y él quedó encerrado en las tierras adquiridas por los empresarios. Se dice decepcionado, porque su abuelo luchó por dotar de tierras a sus coterráneos, y las autoridades en los últimos años se han encargado de desmantelarlos.

Serafín Tovar lleva una vida discreta, pero su lucha social ha transcurrido en la ideología de izquierda. Durante la administración 1997-2000, en Atotonilco de Tula, fue regidor. Militó en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y en el último proceso electoral se sumó al partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Aún espera un cambio, y se dice contento de que Andrés Manuel López Obrador haya llegado a la presidencia, confía en que él marque la diferencia para un país tan ansioso de justicia.

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