Entre puestos de tacos al pastor, carnitas, nopales y papas con chorizo, pan de fiesta, dulces tradicionales, ropa, enseres domésticos y alitas de pollo, miles de feligreses llegaron a las puertas de la Villita desde temprana hora, para festejarla.
Cincuenta bicicletas fueron estacionadas sobre el atrio, y la venta de gorditas de nata y rompope, así como velas, ocuparon la entrada principal, lo que provocó que el señor Isaías Pan y Agua Rodríguez fuera llevado con dificultad en su silla de ruedas hasta la entrada de la Villita, por Fabián, su ayudante.
Peregrinos, familias completas, madres con sus bebés en brazos, padres de familia cargando a sus hijos, entraban a la misa que ofrecía el padre Inocencio Islas en ese momento.
"Gracias virgencita porque me diste otra oportunidad de vida", oraba Luciana Ortíz Luna, quien con una imagen de la virgen morena, acariciaba la cicatriz de su operación de tiroides.
Edith Gutiérrez y Julio Ramírez, provenientes de Puebla, agradecían por el bienestar de su familia, así como de su pequeña hija que los tomaba de la mano, mientras abría sus ojos por ver tanta gente reunida en un mismo lugar.
Felipa Serrano también llegó a la hora de que el padre Islas les decía a los presentes que "cada uno debe sentirse orgulloso de traer una imagen de la Virgen de Guadalupe, porque es paz y amor, porque escucha nuestros ruegos".
A sus 99 años, Isaías Pan y Agua, sentado en su silla de ruedas, sólo observaba detenidamente la imagen de la Virgen de Guadalupe ubicada al centro de la Basílica, y no pudo evitar recordar que "hace muchos años yo hice las puertas de La Villita, cada una de esas bancas en la que ahora miles de feligreses se sientan", recuerda con nostalgia.
A los 30 años era carpintero y trabajó de la mano del padre Emilio, "hacíamos muy buena mancuerna y recuerdo que fue difícil hallar la madera para hacer las puertas y las bancas de La Villita, así que fuimos a buscarlas a la Ciudad de México. Son de cedro rojo", dice, mientras su mirada se pierde entre la multitud.
Nancy Ramírez lleva un cuadro de la virgen y se hinca al entrar "para pedir que haya paz en el mundo, que mi familia siga bien, que me de salud y trabajo", expresa, mientras se pierde entre la gente que lleva cargando sus cuadros o figuras de la Virgen de Guadalupe, o lleva a sus niños vestidos a semejanza de Juan Diego, con pantaloncitos de manta o camisas bordadas.
Felipa Serrano lleva a una de sus nietas cubiertas con un manto de color rosa chillante, y junto a su hija, quien carga a la gemela, piden a la virgen del Tepeyac "mucha salud para mis nietas y para nosotros. Las gemelas tienen un mes de haber nacido, así que también venimos a dar las gracias", dice, mientras se pierden en la ola de personas que desean llegar hasta la imagen principal.
Las calles se encuentran cerradas por los más de 200 puestos que se acomodan por avenida Juárez, mientras policías de tránsito, municipales, ambulancias y camiones de bomberos resguardan la zona y se mantienen al tanto de la seguridad.
La misa transcurre, mientras que Isaías Pan y Agua observa de nuevo la imagen de la Virgen "porque le vengo a dar gracias de que me ha dado salud, porque a mis 99 años no me duele nada, sólo que no tengo tanta fuerza".
"Yo fui el carpintero que le hizo las bancas y cada año vengo a agradecerle por haberme permitido trabajar aquí, con ella, y me gusta saber que está bien contenta por las visitas que está recibiendo, y yo sólo espero que me permita venir a verla el próximo año, cuando cumplo 100, el 13 de mayo. Sería hermoso darle gracias por estos años de vida que me ha dado", dice, mientras los feligreses siguen entrando por esas puertas, por las que han pasado miles de católicos a visitar a la virgen en su día.