Si buscas una experiencia para recordar y tener en mente un paisaje memorable entre nubes y colores, viajar en globo cumple por completo las expectativas, pues sin duda deja una sensación extraordinaria de libertad, magia y alegría.
Cerca de las 6:30 de la mañana la adrenalina, emoción y los nervios se encontraban a flor de piel, pues decenas de globos comenzaron a extenderse por toda la zona de despegue en el Festival Internacional del Globo en León con su edición 18 en formato virtual; la música, las camionetas y el trabajo en equipo de las tripulaciones permitieron admirar vivamente los diseños de increíbles globos elaborados en diferentes países.
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Personas con diferentes idiomas, desde portugués, inglés, español, italiano, japonés, entre otros, se coordinaron para brindar un gran espectáculo resaltando que el trabajo en equipo es lo más importante y sin él no se puede nada.
Luego de 30 minutos cada globo comenzó a tomar forma, algunos de personajes animados de caricaturas famosas, otros no tan conocidos pero con diseños únicos y especiales, uno de ellos Little Dog con el número 90, al cual tuve la oportunidad de abordar y elevarme por la ciudad.
Toda la tripulación vigila cada aspecto del vuelo, desde que el globo se encuentre en buen estado, que tenga suficiente gas la canasta, que funcionen perfectamente las cuerdas de orientación y al aterrizar vigilan también que el globo esté en buen estado.
Poco a poco todo comienza a llenarse de grandes figuras y colores extraordinarios y el suelo va quedando más lejos mientras las personas se comienzan a ver más pequeñas, cuando menos lo esperas ya estás a 300 metros de altura y contando.
El calor de las brasas que alimentan el aire caliente para la elevación del globo comienzan a sonar y hacen la piel chinita de chicos y grandes, además de llamar la atención de espectadores que desde el techo de sus casas salen a decir adiós al piloto y tripulantes.
La magia de volar también tiene sus altas y bajas, pues hay periodos en los que el piloto decide descender poco a poco para que los ciudadanos lo vean más de cerca, mientras que en algunas ocasiones regresas a llenar de color el cielo con otros globos más en la misma experiencia.
Dentro de la canasta los nervios se desvanecen cuando se comienza a ver el panorama diferente, dejas de pensar en la angustia y el miedo y comienzas a tomar en cuenta diferentes aspectos desde la puesta de sol, la distancia entre otros globos, el viento que llega hacia tu rostro y el saludo de la gente que brinda confianza.
Al momento de aterrizar el piloto busca la forma de que sea en un espacio libre de cables o árboles, lo que permite bajar gradualmente y aligerar el tocar el suelo para no sufrir alguna caída.
Una vez que se aterriza llega de inmediato la tripulación y comienzan a ayudar en todo el proceso de desinflado, después comienzan a doblar poco a poco los más de 20 metros de largo del globo y comienzan a enrollarlo para poder guardarlo y protegerlo.
Por lo anterior cada acción de la tripulación debe ser coordinada y dinámica para hacerlo mucho más rápido y dar los resultados necesarios, todos en comunicación viendo la manera de aportar su granito de arena.
En nuestro caso el globo sufrió una leve fisura debido a que tocó el techo de una casa, sin embargo el piloto de inmediato reparó el daño con sus herramientas, cuidándolo mucho como si fuera parte de él, ya que tiene más de 5 años de haberlo creado.
Al momento de estar guardado el equipo todo se sube a una camioneta y se dirigen para terminar un día extenuante de actividades y satisfechos de haber dado su mejor esfuerzo y que las personas pudieran sonreír por ver al globo cerca de ellos, pese a no tener la oportunidad de acudir directo al evento.
Sin duda es una de las mejores experiencias que una personas puede tener y que podría repetir cada vez, pues la emoción del FIG se ha mantenido hasta por 18 años consecutivos y este año ha sido el único en su tipo de manera virtual en tiempos de pandemia.